Doce

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Salió de la ducha con el pelo aún goteando. Observaba su piel casi con desagrado y resignación. Dentro de unas semanas su pecho, ahora liso y terso, estaría recubierto de escamas. Cada vez sentía más el avance de la transformación. Cada vez el apetito le abandonaba antes y podía aguantar varias horas sin comer ni beber nada. Cogió las tijeras que Harry guardaba en un cajón del armario y cortó el pelo a la altura de la nuca. Frente al espejo vio al hombre con el que se sentía identificado. Con un golpe de varita el pelo de su mano desapareció.

Oyó la puerta de entrada cerrarse. Al fin Remus y Tonks se habían marchado. Seguramente Harry recogería la cocina dejando los platos listos para lavarse mañana por la mañana. Sin embargo, le sorprendió que subiera directamente.

—Vaya, déjame verte —dijo colocándose frente a él mientras tocaba las ondas de su pelo—. Es tan Severus.

—Siento que crezca tan rápido.

—Me gusta cuando también lo tienes largo, pero estoy acostumbrado a verte así. —Harry recorrió su pecho y torso con la mirada. Severus sabía que a pesar de lo tarde que se fueron todos no olvidó lo que prometió—. Me gusta que sigas siendo el Severus Snape que me enamoró.

—No por mucho tiempo.

—Tu piel está limpia —aseguró llevando ambas manos a su pecho—. Es igual que siempre.

—No lo es, Harry. No fingas que no lo ves. Mira —Señaló una pequeña cicatriz en su hombro izquierdo—, empiezan a aparecer.

Harry depositó un beso sobre ella. Al principio Severus se quedó asombrado por ese gesto, pero de inmediato siguió señalando cada una de ellas: en el tríceps derecho, en el costado y a un lado del ombligo. Harry las besó todas.

—No me importa ninguna de ellas. Te quiero igual aunque las tengas.

—Por favor, es cuestión de tiempo que dejes de verme así. —Se sentó en la cama molesto e indignado. Harry no perdió ni un segundo.

Sentado tras él comenzó a besarle el lateral del cuello a la vez que le abrazaba.

—Ya lo hemos hablado. Si la batalla no sale como esperamos entonces discutiremos eso.

Logró dormir algunas horas tras pasar una noche rendido ante Harry. Dejó que fuera él quien perdiera el miedo a ciertas caricias y pasos. Ambos se quedaron bastante satisfechos con el resultado, tanto que Harry se durmió unos minutos después mientras que Severus le observó hasta que los párpados se cerraron por el cansancio y la satisfacción.

∆∆∆

La parte contraria de la cama la encontró vacía y fría cuando deslizó la mano por ella. Entreabrió los ojos viendo los tenues reflejos que creaban las luces mágicas que creaba Severus. La jarra de agua estaba intacta y la puerta entornada. Bajó de la cama preocupado porque no se sintiera bien o le hubiera ganado de nuevo el insomnio.

Las escaleras eran un sendero que bajaba a la más profunda oscuridad. Tomó una bocanada de aire para armarse de valor. El primer escalón crujió ante su pie desnudo. Se lamentó por haber olvidado la varita en la habitación, un mago jamás debía olvidar su varita. Encaró el segundo tramo de escaleras, aquel que se extendía hacia el largo pasillo. Una voluta sobrevoló el pasillo hasta perderse en la puerta de la sala. Harry se detuvo, inquieto.

—¿Severus? —Su voz no fue más que un susurro sin respuesta. La barandilla estaba helada y retiró la mano nada más posarla.

Grimmauld Place yacía como siempre que llegaba la noche: silenciosa, oscura y aterradora.

Las puertas permanecían cerradas excepto una, la biblioteca de los Black. Harry respiró aliviado al ver la espalda de Severus al otro lado de la puerta. Su silueta se veía más oscura de lo normal, pero Harry entró en la biblioteca sin darle ninguna importancia. Solo pensaba en sentirse protegido a su lado.

El regreso del invierno y sus Tinieblas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora