Siete

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La luz se coló por sus párpados haciendo que se despertara. Recordó el maravilloso sueño de saberse en los brazos de Severus, pero al enfocar al techo comprobó que no era el de su habitación. Miró a su lado encontrando a Severus dormido junto a él con una fina sábana tapándolo de cintura para abajo. No era un sueño, estaba a su lado. Se acercó a él poniendo la frente de Severus en su pecho para poder oler el perfume que emanaba de su pelo. Unos minutos después unos labios rozaron su pecho provocándole una suave risa.

—Ya estás despierto —dijo mirando hacia abajo.

—No hay mejor manera de despertar.

—Ha sido una noche maravillosa. —Severus se apoyó en su codo quedando a la altura de la cara de Harry.

—Tienes que volver.

—¿Por qué?

—Esta casa no es un buen lugar para ti, Harry. Está llena de trastos, suciedad y malas energías. No importa las veces que la limpie siempre vuelven.

—Pero nos protege del exterior.

—Te prometo que iré a casa para verte. Y si no haré que te aparezcas aquí. Al menos déjale ver a Lupin y a Dumbledore que sigues bien.

Harry se dejó caer en la madera del cabecero cruzando los brazos molesto por la idea de irse lejos de él. Severus besó sutilmente su cuello y su mandíbula.

—No te estoy pidiendo que dejemos de vernos.

—¿Y si han cambiado las defensas para que no puedas entrar o yo salir?

—Te aseguro que podré hacerlo. —Le besó en los labios notando cómo Harry se mostraba menos arisco y ofendido—. ¿Desayunamos juntos?

—¿Hay comida en esta casa tan sucia y perdida? —comentó irónico.

Severus se sentó de la cama colocándose la ropa interior antes de salir.

—Dame dos minutos.

Harry esperó estudiando la habitación donde pasaba la mayor parte del tiempo Severus. Era sombría, con paredes gris oscuro y muebles negros. Solo la ventana rectangular situada encima de la cama era la única fuente de luz natural que se colaba. Había ropa del profesor en la silla del rincón, negra y bien doblada. Comenzó a sentir curiosidad por ver el resto de la cabaña.

Severus apareció con una bandeja repleta de cosas en un equilibrio perfecto. Una enorme jarra de chocolate, dos grandes porciones de tarta de melaza, un pastel de caldero con chocolate y algunas varitas de regaliz. La depositó en medio de la cama observando la sorpresa en la cara de Harry.

—Qué aproveche.

—¿De dónde sacas todo esto?

—La tarta la hago yo.

—¿Qué? —replicó divertido.

—Es tu postre favorito. Llevo tanto tiempo aquí solo que me dio por iniciarme en la cocina. Los regaliz los encontré en una tienda cercana y la verdad es que están bastante buenos.

—Si no te gustan las golosinas.

—Uno de los pocos placeres que me quedaban era la comida. Reconozco que me ayuda mucho la magia.

—¿Cómo de poderosa se ha vuelto? —inquirió cogiendo un plato de tarta impaciente por probarla.

—No al nivel de Voldemort y mucho menos al de Dumbledore, pero sin duda mucho más que el antiguo Severus Snape.

—Dumbledore comentó que eras más fuerte que Voldemort, pero no podías atacarle por petición suya ya que debían desaparecer todos los horrocrux.

—Lo superaba como oclumante, poco más. Sigo siendo el villano de tu historia, Harry. A pesar de que les hayáis contado la verdad soy el malvado Snape que va camino de transformarse en un mago oscuro. Mi veneno terminará contigo, ya lo has oído en Lupin y Dumbledore.

El regreso del invierno y sus Tinieblas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora