Sólo quería compañía

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Rozaba con sus labios la piel descubierta en sus hombros, ella podía sentir la respiración sobre la misma, era tersa y suave al tacto, una piel digna de la alta alcurnia del reino, el simple hecho de tocarla era un privilegio que ningún hombre había experimentado.

Solo él rey era digno.

—Ceretic—Murmuró con dulzura al juntar sus manos con las de él.

—Si mi reina—Respondió afable, buscando su calidez.

—Si seguimos así...pueden descubrirnos—Reveló preocupada.

Ceretic la miró a los ojos, estaba perdido en ellos, tal y como si estuviera perdido en un desierto y ella fuera el paraíso.

—Entonces, debemos vernos menos—Murmuró cauteloso al quitarse lentamente las hombreras que formaban parte de su gallarda, elegante y dorada armadura.

Andreina suspiró.

—No quiero verte menos...—Alego preocupada. —Pero el rey se encuentra en camino y lo menos que deseo es poner tu vida en riesgo—Aseguro nerviosa al levantarse y mirar disimuladamente por la ventana.

Ceretic frunció el ceño pensativo.

—Yo pondría en riesgo mi vida por usted sin importar nada—Aclaro al tocar sus mejillas.

Un caballero indigno de su tacto, de su amor, que se había ganado su confianza, termino por convertirse en su amante. Solo la madre de Andreina sabía esa extraña atracción de la mujer hacia el caballero Ceretic, ella se había esforzado para mantenerla en secreto.

Solo para proteger a su amada hija.

Era una buena madre o por lo menos eso creía ella.

Andreina lo miró con dulzura, le dio un beso en los labios rosados, esperaba que después de esa tarde juntos volvieran nuevamente al castillo. Siempre se veían en la cabaña alejada del castillo, la que se encontraba cerca de la orilla de un lago y el bosque de pinos. Era pequeña y acogedora, un poco ostentosa y con adornos muy llamativos en su interior, el rey había comenzado el proyecto de construcción cuando Andreina empezó a necesitar reposo pues las responsabilidades en el castillo la agobiaban un poco, luego de tener a Anastasia en su vientre por nueve largos meses, la única niña que sobrevivió y se encontraba imbuida con magia, dejaron en el abandono la cómoda cabaña.

La hermosa mujer camino lentamente por la habitación, no deseaba que sus zapatos de tacón resonarán contra el suelo de madera, mientras se quitaba lentamente su vestido.

Jadeó.

Pues Ceretic se acercó por su espalda y empezó a ayudarla en esa ardua tarea, lentamente con el lento tacto de sus grandes manos se decidió a despojarla de sus prendas.

Andreina se levantó un poco la parte de atrás de su cabello para dejar al descubierto su cuello, Ceretic lo beso poco a poco hasta llegar a sus oreja derecha donde un pendiente de oro colgaba, mordisqueo un poco la misma y luego apretó sus caderas por sobre la tela del vestido de seda.

Él hombre continuo desatando el lazo rosado que había sido amarrado alrededor de su cintura y finalmente dejo la ostentosa prenda caer al suelo, frente a ellos resplandecía un larguirucho espejo que revelaba la parte delantera del cuerpo de Andreina, tenía los pezones rosado y endurecidos, eran mediados y colgaban ligeramente en su pecho, un abdomen plano y unas caderas prominentes. Su parte íntima se encontraba cubierta por vellos.

Ella jadeaba mientras Ceretic tomaba en su mano uno de sus pecho y bajaba por su abdomen hasta su parte íntima, masajeo su pecho mientras introducía sus dedos por su hendidura.

La Dama Blanca y El DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora