Inspira valentía

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— ¿Cómo es el exterior? —Pregunto la niña al mirar por la ventana, desde donde se encontraba podía visualizar un pueblo muy al norte, todo se distinguía como una colonia de hormigas.

Luca se acercó hasta la ventana en la cual se encontraba y termino luego mirando a la niña curiosa.

—Pues peligroso y hermoso al mismo tiempo su majestad—Respondió llena de incertidumbre en sus palabras.

Anastasia frunció los labios y luego sonrió.

— ¿Todos han ido a ese pueblo? —Pregunto nuevamente.

Luca trago saliva, se le era cada vez más difícil responder a las preguntas de la princesa conforme pasaban los días.

—Pues si—Sincera al tomar su mano.

—Yo quiero ir—Confeso entre susurros.

Andreina se aproximaba por el lado derecho del pasillo llevaba un vestido verde oscuro que realzaba su piel blanca, tenía unos largos y pesados pendientes que se veían excéntricos. Debían ir a un hermoso lugar, un poco alejado del castillo. Pues pronto empezaría el festival de casería.

—Ira algún día princesa—Murmuro Luca al girarse hacia donde se encontraba la reina.

—Luca, por favor retírate, Anastasia y yo bajaremos al patio—Indico al reina amable al estirar su mano hacia Anastasia.

—Princesa debe ir con la reina—Insto Luca al agacharse e indicarle a la niña, lo que debía hacer—Sea obediente—Suplico al besar sus manos.

La niña asintió y camino hacia su madre. Los zapatos blanco que cargaba puestos resplandecían un poco, su cabello le caía hasta más debajo de la cintura y se ondulaba un poco, sus ojos se habían vuelto más violetas con el pasar de los años, tenía casi ocho años y aún no había visto su prometido, pasaba más tiempo encerrada y con su abuela que con su madre, después de todo la reina solo se dedicaba al rey o su amante.

—Hola hija mía—Saludo dulcemente al tomar su mano.

Para Anastasia que habitaba en el mismo castillo que su madre, solo sentía que esa mujer que sujetaba su mano era una simple desconocida, ese sentimiento que una vez sintió se perdió con el pasar de los años, pues las paredes frías del castillo le dieron a entender que eso que vio aquel día en la cabaña cerca del bosque, solo era el inicio de su separación, Anastasia sin saberlo estaba consciente de que eso que hacia su madre estaba mal.

Anastasia recordaba con claridad el día en el que aprendió a volverse invisible y al sentir lo vacía que estaba su madre.

—Madre—Respondió mientras caminaban juntas por los pasillos.

Un arco de rosas se erguía en las afueras del palacio, la reina amaba las flores, le recordaba la sutileza y la belleza con la cual se podía ver una mujer. Muchas veces ella se sentía como una flor marchita que daba todo su brillo luego de abrir el capullo por primera vez.

—Las rosas están muy hermosas hoy ¿No crees Anastasia? —Pregunto Andreina al mirar hacia el cielo despejado y distinguir los espacios entre la cerca rectangular.

—No me gustan las rosas—Respondió seria y desvió la vista a hasta donde se podían escuchar los ladridos ensordecedores de los perros de casa.

Andreina frunció ligeramente los labios y luego se los toco, pues su propia hija había rechazado la flor con la que ella se sentía identificada.

—¿Por qué no te gustan las rosas hija? —Pregunto al detenerse de golpe.

Anastasia ladeo su cabeza pensativa.

La Dama Blanca y El DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora