Disturbio en el palacio

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—Madre—Susurro impactada.

Ambas sabían que el futuro de Anastasia seria el mismos de ambas, tendría que casarse con alguien a quien no amaba y probablemente tener que servirle, era de esperarse que por ser una niña su único privilegio aceptado seria ser una reina, pero aun así sino daba un varón continuaría siendo rechazada. Pero tenía magia dentro de sí, las brujas eran más apreciadas que cualquier otra mujer en el reino, no importaba tu forma de vida si nacías siendo mágica.

Quedaban muy pocas brujas en el mundo.

Daphne sacudió un poco su vestido y luego miro a su hija poco impresionada.

—Mientras tú vives aventuras, pueden pasar muchas cosas—Afirmo indiferente— ¿O es que acaso esperabas que Anastasia no fuera llevada como un cerdo al matadero solo por ser una bruja? —Sarcástica al juntar sus manos y tomar el agarre de su bastón de madera con ambas.

Andreina gruño y luego miro de un lado a otro confundida.

—Hablare con el Rey, le explicare que no es prudente y podríamos poner la vida de nuestra hija en riesgo... ¡ella no merece casarse sin amor! —Exclamo abrumada.

La corona de Andreina relucía con la luz que entraba entre los ventanales amplios del salón del trono.

Daphne arqueo una ceja y los surcos en su frente se demarcaron aún más, sabía que solo sería perder el tiempo intentar convencer al rey cuando ya había tomado una decisión, Shariock nunca cambia de opinión, ni se limitaba a escuchar las peticiones de una mujer, solo le interesaba lo que el creyera que estaba bien.

—Solo perderás el tiempo Andreina—Aclaro severa al alzar un poco la voz.

La reina se levantó y respiro profundo, intentaba mantener la compostura, su cabeza aun daba vueltas por el apasionado encuentro que había iniciado con Ceretic y con la reciente noticia había empezado a sentir nauseas, le faltaba el aire.

—Igual debo intentarlo...—Murmuro decidida al tocarse el pecho.

Daphne cerro los ojos y respiro profundo al notar la creciente preocupación de Andreina.

—Eso de estar enamorada te ha vuelto más débil—Alego severa al darse la vuelta y retirarse indignada.

Andreina trago saliva al sentarse nuevamente en el trono y mirar las puertas cerrarse tras la salida de su madre.

Había empezado a sudar levemente, su piel se veía más pálida de lo normal y sus labios antes rosados se habían puesto más claros, debía calmarse, pero no podía lidiar con la impresión que le había dejado la amarga noticia.

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Ceretic se aventuraba a las afueras del palacio, había optado por dejar de atosigar a la reina con su presencia, no solo se sentía renovado con el revolcón que se dio con ella, sino que también se sentía más enamorado.

— ¡Comandante! —Saludo un subordinado en los establos, Ceretic sonrió levemente y ladeo su rostro al verlos limpiar sus armaduras con esmero.

Los soldados parecían muy animados con su reciente visita, pues había ya un tiempo que se perdía en el palacio por horas en reuniones arduas y de suma importancia con la reina.

—Los veo muy animados esta tarde—Anuncio al colocar su casco sobre un barril de cerveza.

Los hombres a su alrededor se miraron entre sí.

—Señor oímos un rumor—Susurro un mulato al acercarse un poco hacia él, tenía las prendas desgatadas y los ojos hundidos.

Ceretic pensativo arqueo una ceja.

La Dama Blanca y El DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora