Anastasia despertó en la mañana, el sonido de las aves la lleno de intriga y la luz del sol perturbo su vista, hacía mucho tiempo que no dormía tan profundamente, su respiración era lenta y sus ojos seguían un poco hinchados por los sollozos del día anterior.
Ella era solo una niña y aún así debía actuar como un adulto a tan corta edad, decidió recluirse en su habitación, escapar en ella de cualquier cosa que le afectará del exterior y al final, su piel palideció aún más y su ceño empezó a verse entristecido.
Se acercó hasta el alféizar de la venta y posó sus brazos sobre él, suspiro un poco y luego se acomodó sobre un sillón relleno de paja, se quedó allí disociando, mientras las aves se acercaban hasta sus dedos y los observaban atentos.
Anastasia miraba a las avecillas cantar mientras unas extrañas protuberancias marrones empezaban a salir de sus dedos, se quedó un largo rato en silencio y termino crear semillas de la nada.
De la impresión dio un salto hacia atrás y trago saliva, no podía creerlo, sabía que podía hacer cosas fantásticas como le había dicho su abuela, pero nunca llegó a pensar que sería como en sus libros de cuentos.
—Anastasia—Llamo su abuela en la entrada de su habitación, tenía la típica pose con la cual solía presentarse en eventos importantes, ponía sus manos sobre el agarre del bastón.
La niña la miró y corrió hasta ella, rodio la falta de su vestido azulado y se quedó colgando allí durante varios minutos.
Daphne suspiro.
—Abuela...hice semillas—Revelo la niña al estirar su mano derecha hasta donde se encontraba su abuela.
Daphne fascinada y curiosa se acercó a tocar la mano de Anastasia, tardo un momento en discernir las marcas pequeñas de su magia en la mano, tenía puntos muy pequeños de los cuales habían salido las semillas de sus dedos.
Beso sus manos con dulzura y se rió llena de alegría.
— ¡Es maravilloso!—Exclamo dulcemente.
Anastasia se emocionó y sus ojos se llenaron de un brillo increíble, un haz de inocencia se reflejaba en los mimos y toda esa tristeza que había empezado a emanar desapareció sin dejar rastro alguno.
Anastasia se levantó y observo sus manos extendidas frente a ella, los pájaros seguían en la ventana pícaros esperando que la niña continuará alimentándolos.
— ¿¡Enserio!?—Pregunto la niña con una sonrisa amplia.
Daphne sonrió levemente y luego asintió.
—Eres muy mágica mi niña...yo en todos mis años nunca he podido crear semillas—Revelo al acercarse hasta un sillón, sus piernas envejecidas dolían un poco, pues sus rodillas se habían desgastado con el pasar de los años.
Aunque podía enfocarse en encontrar alguna forma de rejuvenecer sabía que eso tendría un precio, pues toda acción tenía una reacción, podría ser mala o podría ser buena.
Para Daphne el simple hecho de que Anastasia fuera una bruja albina con ojos violetas y empezara a crear vida de sus manos, le había dejado bien en claro que esa niña era una bendición de los espíritus. Pero el rey no lo vería de esa forma.
— ¡Soy muy mágica!—Exclamo entusiasmada mientras corría por la habitación con las manos extendidas frente a ella.
Luca tocó repetidas veces la puerta, ella cuidaría de Anastasia esa tarde debido a que Daphne realizaría una excursión por el bosque del este.
—Duquesa—Saludo Luca al reverenciarlo tomando su vestido.
Daphne asintió.
—Luca cuida bien de la princesa y llévala al jardín puede que te sorprenda sus nuevas habilidades. —Elogio la anciana al levantarse.
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La Dama Blanca y El Dragon
Historical FictionAnastasia I Amery es una hermosa princesa que además fue maldecida con el don de la brujería. A lo largo de su niñez acato cada una de las órdenes de su querido padre el rey Shariock Sabin III de Amery quien la ofreció en matrimonio al reino rival...