Cierro mis ojos

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La vida va y viene en un santiamén, las cosas no siempre van a estar a la altura de lo que pensamos o queremos. Las cosas varían dependiendo de la humanidad y de quienes les rodean, de cómo sorteamos a la gente en los caminos o como silenciamos nuestros labios de un vil comentarios. La vida brinda un millar de sensaciones entre las cuales tratamos de esquivar, intentamos llegar a nuestro destino cuando realmente estamos en él, o quizás eso es lo que se quiere pensar.

¿Cómo hundir tu alma en la miseria? Estamos seguros que esa pregunta tiene fácil respuesta, pero ¿Queremos saberla?

Camine por el espacio de mi oficina, no quería admitir, no quería decir o mucho menos confesar la desgracia que acongoja mi corazón, nadie merecía ver mi lastima, nadie merecía ver mis heridas, aunque las del corazón era más profundas de las de mi cuerpo.

Toco el centro de mi pecho por encima de mi camisa, instintivamente siempre lo hago al obtener el recuerdo que va más allá de mi mente, tengo una larga cicatriz en ella, al igual que en mi espalda. Quisiera admitir que no me afecta, pero son tan profundas que ellas ni me consuelan.

Vivo con ellas acompañándome aunque ellas no hablen, su silencio vale más allá de mil palabras, vale más que las consecuencias, vale más que la desolación. Ellas me han demostrado que la soledad siempre es un punto alto de tristeza cuando las circunstancias fue la causante y tu elección se aleja, si me llegasen a preguntar ¿Algunas ves te enojaste con tus padres y no te despediste? no tendría respuesta y aunque la tuviera no sabría cómo formularla sin sentir que mi pecho se contraiga.

¿Quién puede descifrar cuando pierdes todo en un segundo? Quizás aquel que le quite la vida a su familia, pero en mi caso, todo paso tan rápido que solamente los recuerdos vagos son los que brillan en mi mente, son destellos de sus rostros y rasgos de penetran.

¿Quisiera recordar algo más sobre ello? Mi respuesta seria un claro no. No porque no quiera, sino porque ya de por si lo hago.

Escucho los toques en mi puerta, evito responder para no conseguir la dichosa respuesta que ha traído consigo dificultades de concentración, de abominación y de ira en mi ser. Por no contar las innumerables horas de llanto y todo lo que Rocky debe soportar de un ser destruido como lo soy yo. Las paredes grises pueden entonar su canto y aun así lloraría por su amarga agonía del silencio.

-Adelante- suelto sin pensar en quien podría ser.

La puerta se abre, la puerta se cierra. Mi cuerpo esta inmóvil mirando el hermoso atardecer, tal vez pueda alegrar mi vida al admirarlo, quizás es a lo único por lo que por ahora le he encontrado gusto a ver, a disfrutar, con el que adormezco mi vida. Mi mirada no se aparta y no me afecta, pero siento su perfume a mi lado y aunque las acciones no están programadas en mí, mis ojos se cierran deleitándome, mi mente enfoca un paisaje del atardecer cayendo en la unión de la fragancia, mi mente hace un cuadro y sé que en mi cerebro ese perfume siempre remitiría a lo único que he conseguido dar paz. Mi mente me hace sentir una afortunada ganadora, hasta que sus palabras burbujean de sus labios.

-¿Te gusta el atardecer?- sé que tiene miedo a romper el silencio, lo noto en el declive de sus palabras al soltarlas, su tono es suave, quizás como un murmullo en medio del desierto desolado.

-Es lo único con él se consigo paz- confieso, quiero golpearme mentalmente, nunca le he dicho eso a nadie y hasta donde recuerdo no habérselo contado ni a mi familia. Sería mi recuerdo de llevar a la tumba, pero no me reprendo, dejo que esa confesión tintinee como los faroles en este dichoso tiempo.

-Siempre lo he admirado, pero nunca de una perspectiva más allá de la paz- dice manteniendo ese tono de voz bajo, sutil y humilde.

¡Maldita sea! porque debe ser así, porque puede hacerme bajar mis escudos aunque ella no lo sepa, la estoy culpando por mi estúpida e imbécil insensatez de no soltar, por el miedo a volver a perder.

Toc.. Toc... (Camren G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora