Consuelo (Milo)

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Había pensado hacer de este oneshot algo muchísimo más extenso; planeado para una pequeña serie en la que estoy trabajando, pero el final de esta parte me gustó tanto que me dio pesar continuarlo, así que decidí dejarlo así y publicarlo aquí. Ya se me ocurrirá otra cosa después.

Advertencias: Afrodita fem (sí, eso es un detalle de la serie que estoy planeando). Limón, no apto para menores de edad. (Já).

Adicional: ambientado en las pos guerra de las doce casas en un universo en el que Afrodita sobrevive.

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Besos húmedos y sonoros gemidos acompañaban el torrente de agua que se apresuraba sobre el Santuario ateniense. Milo, estrelló con fuerza a Afrodita sobre el pilar de la entrada del templo del Escorpión Dorado, levantando en el proceso la falda del vestido negro que en ese momento llevaba puesto. Ella profirió un ligero quejido cuando su espalda chocó sobre la fría y dura piedra, pero no apartó al de Escorpio que la besaba con ímpetu sobre su cuello. Afrodita, rodeó la cintura de Milo con sus piernas, mientras este masajeaba la carne de sus glúteos.

El encuentro era fortuito y mera casualidad. Milo, había visto a Afrodita descender los doce templos muy temprano y la vio regresar horas más tarde, sin la máscara que estaba obligada a portar y su ropa empapada por la lluvia que con el tiempo no hacía más que empeorar. Su rostro estaba marcado por la tristeza y surcado de lágrimas que se confundían con las gotas de agua que resbalaban por su cara.

El de Escorpio, detalló la figura de Afrodita que quedaba visible ante el ceñido y mojado vestido de luto que lucía en ese momento y no pudo más que contener el aliento al poder volver a contemplar su rostro que había quedado velado tras una máscara después de la batalla de los doce templos. No supo qué había sucedido, sus miradas se encontraron. La detuvo tomándola del brazo y un segundo después, se encontraba besando a Afrodita y siendo totalmente correspondido por ella.

Milo, como pudo, liberó su miembro; la ropa interior de Afrodita había sido descartada y de un solo movimiento la penetró. Afrodita profirió un ligero grito de dolor amortiguado por un trueno, sin embargo, no lo apartó. Milo le dio tiempo a recuperarse, pero fue la misma Afrodita quien buscó su boca y lo instó a comenzar a moverse. No se hizo esperar.

Las penetraciones eran profundas y fuertes; Milo se deleitaba con los pequeños gritos y gemidos que Afrodita profería ante sus embestidas. Sentía las uñas femeninas clavarse en su espalda mientras él dejaba sendas marcas rojas en la blanca piel del cuello. Aquello era sexo puro y duro, pero él se encargó de llevarlos al éxtasis total que culminó en un orgasmo simultáneo.

Mientras esperaban que sus respiraciones volvieran a la normalidad, Milo, sintió el rostro de Afrodita hundirse en su cuello. Cerró los ojos disfrutando de su aliento y cercanía. Afrodita, bajó de su regazo y la sujetó con fuerza cuando la sintió temblar ligeramente. Sus rostros se apartaron y sus ojos se encontraron.

—No quiero ir a Piscis —pronunció Afrodita en voz baja.

Milo, pudo ocultar su sorpresa ante aquella declaración y atinó a asentir ligeramente. En los celestes ojos todavía era visible la tristeza. Entendía perfectamente qué la provocaba y aunque le hubiese gustado tenerla en sus brazos por otros motivos, si ella quería buscar alivio a su pena en su cama, él no se lo negaría. La haría olvidar el dolor que anidaba en su pecho.

La guio dentro de su templo y la llevó a su habitación donde la dirigió hasta su baño, ayudándola a sacarse su ropa mojada y entregándole una toalla para que se secara y él hizo lo propio con la suya. Milo, sentía la necesidad de decir algo mientras ella secaba su cabello celeste, sin embargo, respetaba su duelo y aquel silencio, en absoluto le parecía incómodo.

Afrodita De Piscis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora