Retorno (Pandora)

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¡Feliz cumpleaños al más hermoso de todos los santos de Atenea! Ya sé ya sé, es el miércoles, pero me pidieron una segunda parte de «más allá del aire» y esta viñeta de inmediato se me vino a la cabeza y cómo últimamente he estado sin ideas y sin ganas de escribir, me dije: pa luego es tarde.

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Londres, 1945.

La noticia de la muerte de Adolf Hitler, resonaba en todas las estaciones de radio del país. Pandora, que en ese momento servía su desayuno, no pudo más que sonreír y tocar suavemente el vientre que se le comenzaba a notar. Era la segunda mejor noticia que recibía en esos meses, la primera había sido, por su puesto, que sería madre y ahora, que el fin de la guerra estaba cerca. Dio gracias a Dios.

—Jum —oyó la grave voz de su padre a su lado—, no me sorprendería que esa noticia no sea más que un truco para evitar que lo capturen.

Hades, hizo un mohín de desprecio y se sentó en su lugar en la mesa, pronto le sirvieron el desayuno, Pandora, esperó pacientemente a que los sirvientes se retiraran para poder conversar con su padre que, tras la vuelta de Afrodita al campo de batalla a inicios de enero, le había permitido volver a su mansión para que no estuviera sola y más al enterarse que estaba encinta.

—¿De verdad cree eso? —preguntó escéptica.

—De ese bastardo se puede esperar cualquier cosa, pero eso no importa hija —dulcifico el gesto y la miró—, muerto o no, ya no tiene poder para seguir con sus delirios, hemos ganado.

Pandora sonrió suavemente cuando su padre tomó su mano y se la besó. Era un hombre duro, pero siempre para con ella tenía algo de dulzura y eso siempre se lo agradecía.

—¿Y será que pronto regresen mis hermanos y...?

—Volverán.

Para Pandora no pasó desapercibido un ligero gesto de incomodidad, pero decidió no preguntar nada y se centraron en trivialidades hasta que terminaron de desayunar, luego de eso su padre salió y ella se dispuso a atender la mansión, desde su boda ocho meses atrás, había dejado su labor como enfermera, más por cumplir los designios de su padre que otra cosa, ya que ahora era una mujer casada y se debía a su hogar y su marido, aunque Afrodita le había asegurado que no le importaba sí seguía laborando, decidió hacer caso a su padre, lo que la dejaba con un montón de tiempo libre.

Mientras hacía la lista la despensa, un pensamiento asaltó su mente y sí alguno de sus hermanos no volvía o sí él no volvía, apretó la pluma con fuerza ante la angustia, hacia dos meses que no tenía noticias de ninguno de los cuatro y con la guerra en su punto álgido, sabía que cualquier cosa podía pasar. Cerró los ojos y trató de respirar pausadamente.

Tenía que serenarse por su hijo, ella bien sabía que las probabilidades de no volver a ninguno de los cuatro eran altas, pero no podía dejarse vencer y al final, todavía tenía una pequeña esperanza y se aferraría a ella hasta el final. Así que continuó en sus labores, tratando de ocupar su mente en las actividades cotidianas.

Dos semanas después, se encontraba sola en la mansión, su padre había tenido que salir de emergencia hacia el Parlamento, luego de días intensos luego de mover influencias para apresurar el retorno de sus hijos y yerno, aunque a esas fechas todavía no tenían ninguna noticia. Pandora, escuchó la campanilla de la puerta y de inmediato se preparó para recibir a los visitantes, aunque no esperaba a nadie, bajó hacia el salón apresuradamente, solo para encontrar a Minos y Aiacos entrando por la puerta principal.

La sonrisa que compensaba a formarse se congeló a percibir la presencia de tres jóvenes con el uniforme de la Royal Air Force con semblante serio y desapareció al completo al darse cuenta de la bandera que había en sus manos. Sus ojos se anegaron en lágrimas.

—Mis más sentidas condolencias, señora.

Expresó uno de los pilotos entregándole la bandera y saludando con gesto solemne antes de saludar y dar la media vuelta seguido por otro joven que se había mantenido al margen. Pandora apretó contra su pecho la bandera intentando controlar el llanto. El tercer piloto, al cual ni le había prestado atención se acercó a ella con cuidado.

—Yo... —titubeó —lo siento, no pude ayudarlo, traté pero no pude y...

—Está bien —respondió con la voz quebrada—, murió en cumplimiento de su deber y eso está bien, porque él no temía a eso y ustedes están aquí— acarició el rostro de Minos y sonrío a Aiacos.

—Lo siento —volvió a expresar Afrodita antes de abrazarla.

Al sentir el fuerte y protector pecho de su marido, Pandora pudo soltar las lágrimas que había estado reteniendo, estaba feliz por el regreso de Afrodita y sus dos hermanos, pero ahora le faltaba uno. Su querido hermano mayor, Radamanthys. El que desde que su madre muriera la había protegido y enseñado a ser fuerte a la vez. El que le había enseñado a enfrentar la vida con valor, había muerto.

Afrodita la consoló por largas horas y no fue hasta la mañana siguiente que Pandora le confirmó su estado y aunque se alegraba profundamente de ser padre, no podía expresarla como quisiera, pues la pérdida de su cuñado y un gran amigo, todavía pesaba en su alma. Miró con amor a la mujer que descansaba a su lado y acarició sus cabellos con cuidado. Por días temió que ella lo culpara de su muerte y lo odiara, pero Radamanthys había tenido razón, era una mujer fuerte e inteligente, su preocupación había sido totalmente infundada.

La besó con cariño cuando al fin la vio despertar, recibiendo una sonrisa triste como respuesta y Pandora se abrazó a su pecho, él depositó otro beso en su cabello y cerró los ojos, en su mente le volvió a prometer a Radamanthys cuidar de ella hasta más allá de la muerte.

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¡Gracias por leer!

Afrodita De Piscis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora