Afrodita De Piscis

Aioros

OK, aquí inicia una serie que no quise poner en un nuevo libro, serán catorce historias independientes, con un contexto en común:

—Aioros vive
—Afrodita sobrevive y es mujer
—Y después de la guerra contra Hades, regresan a la vida.
—Contenido 18+ (escenas sexuales explícitas)

Advertencia de capítulo extenso 6700+ palabras.

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Afrodita, cayó de rodillas sintiendo que el oxígeno no le llegaba bien a los pulmones, su vista era borrosa y sus fuerzas nulas, pero sabía que su rosa sangrienta había dado en el blanco. Antes de caer en la inconsciencia, enfocó su vista en la flecha que cortó el aire; separando bruscamente a los que peleaban a muerte en aquel templo. Evitando así, que la Tormenta Nebular le hiciera más daño. Giró su rostro para ver a Aioros, preguntándose si su presencia no era más que el anuncio de su muerte.

Aioros vio a Afrodita rendirse y suspiró. Miró a Milo y a Shaka y les hizo seña para que asistieran tanto al santo de bronce como a Afrodita y luego salió rumbo al templo principal. Solo esperaba no llegar tarde, conocía el valor de los jóvenes de bronce, pero también el poder de Saga. No le quedaba más remedio que apresurarse si quería evitar más muertes.

Saga vio con la incredulidad marcada  en su rostro, como una flecha dorada se interponía entre él y el santo de Pegaso. Se giró despacio, solo para comprobar que su temor era real. Sus ojos inyectados de sangre, se abrieron con sorpresa y luego brillaron con furia al observar a Aioros parado frente a él, con el arco todavía en posición de ataque.

—No puede ser —murmuró —tú estás muerto. ¡No!

—Estoy vivo, Saga. Lo mejor es que... —comenzó Aioros.

—¡No! —interrumpió Saga, aún sin poder creer lo que sus ojos veían.

El grito resonó por toda la sala patriarcal y Saga le lanzó un ataque a Aioros, quién le hizo una ligera seña a Seiya para que fuera por el escudo de Atenea. Soportó cada ataque de Saga, para darle tiempo al santo de bronce de alcanzar el escudo de Atenea y salvar con él a la joven que agonizaba. Saga atacaba con todas sus fuerzas y Aioros intentaba mantener la posición lo más posible, para evitar que Saga se diera cuenta de sus intenciones.

No tuvo tiempo de reaccionar, cuando el de Géminis, desvió su atención hacia el santo de Pegaso y lo atacaba con su Explosión de Galaxias; ese instante, le pareció eterno. No podía creer que hubiese fallado en su misión más importante. Tenía que tomar una decisión. Tomó su arco y su flecha. No tuvo tiempo de tensar su cuerda, cuando un destello dorado se posó frente a sus ojos.

—¡Muro de Cristal!

La voz de Mu, resonó por toda la estancia y el choque de la explosión con el muro hicieron eco en cada rincón. Mu, fue lanzado varios metros hacia atrás, pero había conseguido su cometido: proteger a Seiya. Aioros vio con sorpresa que, a pesar del ataque, el santo de Pegaso, seguía en pie y con el escudo de Atenea en sus manos. Recuperado de la sorpresa, lo vio levantar el escudo dirigido a primero a Saga y luego hacia donde se encontraba Saori Kido.

—¡No!

El grito rebotó por cada pared del templo de los peces gemelos. Afrodita intentó incorporarse, sin embargo, sus manos estaban esposadas al igual que sus pies y unas lágrimas de impotencia escapaban de sus ojos al tiempo que sentía el cosmos de Saga desaparecer. Sonrió con amargura, todo por lo que había peleado se desvanecía en la nada. Se dejó caer, preguntándose qué pasaría después. ¿Le otorgarían el perdón? ¿Podría jurarle lealtad a una diosa en la que todavía no confiaba?

Las preguntas se agolpaban en su mente, sin embargo, se obligó a relajarse, seguramente pronto estaría en un interrogatorio y tenía que meditar sus respuestas, por supuesto no pensaba omitir la verdad, pero tenía que expresarse lo más claro posible y también tenía qué hacer un par de preguntas antes de tomar una decisión. Le esperaba una larga noche.