La humeante taza de té le mantenía las manos calientes mientras la incesante lluvia golpeaba con ímpetu los cristales de su ventana. Su atención estaba puesta en el templo del carnero, dónde sus compañeros se habían reunido para discutir sobre su proceder ante la situación que se les estaba presentando. Sabía que el panorama era crítico, pero las órdenes de Aioros y Dohko eran claras, no abandonar el Santuario a menos que la situación lo ameritara. Ellos confiaban en los santos de bronce para manejar la situación en el Santuario submarino y no se engañaba, ella también. Por eso es que se mantenía tranquila en su templo, eso y que su presencia era non grata, para sus compañeros más jóvenes, pensó con ironía.
Un ligero temblor sacudió su mano cuando sintió un cosmos terriblemente familiar desde el lecho marino. Ella sabía perfectamente a quién pertenecía ese cosmos y se sentía una tonta por haberlo olvidado. Ahora ya no estaba tan segura de la victoria de los de bronce y su diosa «aunque si pudieron con Saga...», pensó mordiéndose los labios con frustración. Sin dejar la comodidad de su sillón se puso en alerta. Tenía que estar preparada si su presencia era necesaria en los dominios de Poseidón, aunque eso significara tener que enfrentarse a él. Afrodita dejó su taza en la mesita de centro y observó las gotas de lluvia que caían por el cristal, sumida en sus pensamientos hasta que un cosmos llamó su atención pidiendo permiso para entrar. Se lo concedió.
Aioros entró hasta su sala sin darle tiempo de ir a recibirlo, había estado tan sumida en sus pensamientos que no notó cuando el improvisado Patriarca había abandonado el Templo Principal. Rápidamente se puso en pie y se inclinó ante él. Lo había visto poco en los últimos meses luego de que le concedieran el indulto tras la caída de Saga, pues prácticamente la habían recluido en el Templo de Piscis, cosa que entendía perfectamente, no tenía la aprobación de sus compañeros y a pesar de todo, tanto él como Dohko, guardaban cierto recelo hacia su persona y supuso que eso lo había llevado hasta su templo, quería preguntarle sobre el general al mando del ejército de Poseidón. Solo le sorprendía que hubiera bajado en lugar de pedirle subir.
—Santidad, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó solemne.
—Levántate, Afrodita, vine a hablar contigo —respondió serio. Afrodita hizo lo ordenado.
—¿Le ofrezco algo?
—Té, por favor.
—Tome asiento.
Dijo antes de salir de su sala y dirigirse a su cocina. Volvió casi en seguida y sirvió tratando de mantenerse serena ante la atenta mirada de Aioros. Afrodita se sentó y esperó a qué él hablara. El Santo de Sagitario tomó un sorbo del té y se tomó su tiempo antes de fijar su vista en la santo.
—¿Sabes de quién es el cosmos que recién se dejó sentir? —Afrodita dejó su taza y suspiró.
—Sí —fue su escueta respuesta.
—¿Sabías que estaba vivo?
¿Qué si lo sabía? Por supuesto que lo sabía, lo sabe desde hace diez años, ¿la juzgarían por ocultarlo? Probablemente, pero era un secreto que había guardado desde el momento mismo que lo descubrió, jamás se lo dijo a Saga, qué les hacía pensar que tendría que decírselos a ellos. Le debía más a Kanon que a nadie en el Santuario, incluso más que a Saga. La había ayudado a ser la santo que era cuando niña. La había protegido de su maestro, tanto de sus abusos físicos como psicológicos. Era quien era por él. Le dolió cuando se enteró de su muerte a manos de Saga y fue su recuerdo el que le dio valor para ir y enfrentar a su maestro cuando cumplió doce, cuando llegó a Groenlandia, se había topado con la escena de que alguien se le había adelantado. No supo quién lo había hecho hasta un año después. Apretó los puños.

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Afrodita De Piscis
FanficAquí encontrarán mis historias hetero con Afrodita de protagonista. Advertencias⚠ -Incluye Afrofem. -Algunos fics pueden tener contenido sexual explícito (+18)