Afrodita De Piscis

Primera Vez

Me robé parte del Lemon de otra historia (mía, por supuesto), así que si de pronto aparece un nombre salvaje qué no es el de mis protagonistas ya saben por qué. >.< Revisé cuidadosamente, pero uno nunca sabe.

Advertencias: NC-17 contenido sexual explícito.

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Milo entró al templo de Piscis alrededor de las dieciocho horas, sorprendiendo a su guardiana quién en ese momento parecía estar a punto de servir la cena. Se alegró de haber tenido el tiempo suficiente de pasar a Escorpio a asearse un poco y luego subir a Piscis y que ella aun no hubiera cenado, también se alegró de encontrarla sola. Se acercó a ella y la abrazó por la espalda, reprimiendo el impulso de besarla, todavía tenía que hablar con ella de eso. Afrodita sonrió con la repentina acción, había sentido el cosmos de Milo desde que entró a su templo.

—Hola —saludó con cariño apretando sus manos—, creí que estarías cansado luego de tu larga guardia —se giró para verlo—, qué te vería hasta mañana —apartó un mechón de su cabello.

—Necesitaba comprobar qué seguías conmigo —besó su mano—, qué de verdad estabas aquí —Afrodita sonrió y negó.

—Sigo aquí y aunque me preocupa el que no has dormido, no puedo mandarte a dormir con el estómago vacío, solo hice sopa de col con pollo, no te esperaba —señaló con un suave puchero.

—Está bien, comería hasta una ensalada por ti.

—Entonces siéntate y te sirvo.

Cuando terminaron, Afrodita lo llevó a su jardín y le contó como pasaba gran parte de sus noches contemplando la luna y pensando en él. Milo sonrió ante esa confesión.

—Ya no tienes que pasar tus noches pensando en mí —dijo coqueto—, ahora puedes tenerme en ellas —besó sus manos y Afrodita se ruborizó por el significado de ellas.

—Tonto —sonrió desviando su mirada.

—Afrodita —pronunció en tono serio, haciendo qué el corazón de ella saltará por la intensidad de su mirada.

—¿S-sí? —los nervios comenzaban a traicionarla. No sabía que había pasado para ese cambio de actitud en Milo.

—Cuando cumplí dieciocho, me dijiste que habías echo un voto de castidad, ¿era verdad? —Afrodita se relajó y asintió lentamente. Milo suspiró.

—Pero esta mañana —comenzó lentamente captando su atención —hablé con Atenea y me absolvió, creo que ya no lo voy a necesitar —dijo volviéndose a ruborizar. Milo sonrió.

—Gracias al cielo —hizo un gesto con las manos —no sabía cuánto más podría esperar. Muero por besarte —la atrajo hacia él.

—Eres libre de hacerlo —concedió.

No se hizo repetir y tomó sus labios de forma suave, aunque estaba impaciente, no olvidaba que toda ella era casta así que la besó con ternura, guiándola para amoldarla a él. Una ligera mordida a sus labio inferior la obligó a abrir su boca para recibir su lengua. Milo estaba fascinado con lo receptiva qué era. Se ánimo apegarla más a su cuerpo y ella respondió enredando los dedos en su cabello profundizando el beso. Se separaron por falta de aire.

—Eres maravillosa —besó su frente. Afrodita sonrió ruborizándose hasta la punta de sus orejas. La abrazó con fuerza—. Hay algo que me intriga —dijo de pronto buscando sus ojos. Afrodita lo miró con curiosidad—, ¿por qué hay una cama en medio de tu jardín?

Afrodita miró hacia el objeto en cuestión y se echó a reír.

—Los veranos griegos son horribles y ya te dije que me gustaba pensar en ti al cobijo de la noche —Milo alzó una ceja con diversión.