Capítulo IV

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     Azra comenzó a abrir los ojos y la luz intensa que venía desde las paredes la hizo cerrarlos otra vez. Tapó su rostro con ambas manos y sintió el tintineo de unas cadenas sobre su antifaz. Las alejó y notó vagamente la cadena dorada en su mano derecha, luego vinieron a su mente las imágenes de Khan. Todo parecía un sueño, sin embargo, esa cadena era bastante real.

     Se sentó y justo vio que estaba sobre una cama, las sábanas azules estaban algo desarregladas pero limpias. Miró alrededor, no reconoció el lugar hasta analizarlo varias veces. Paredes color turquesa que brillaban, dibujos de tritones en dorado en cada columna... Sin dudas estaba en Atlantis.

     Tiró un poco de la cadena, estaba atada al cabezal de la cama. No pudo romperla, o librarse de ninguna forma de ella, justo como antes. Luego oyó como la puerta se abría y vio la figura de aquel pelirrojo que antes era un pequeño niño. Su cuerpo se estremeció y comenzó a doler cuando ella apretó los puños sobre las sábanas para contener su deseo, no sucumbiría, ella era más fuerte que eso.

     Khan la ignoró, comía algo por lo que pudo distinguir. Ahora llevaba el cabello recogido en un moño alto y otra ropa, un pantalón negro con una camisa blanca remangada hasta los codos y abierta al frente. Por el tenue brillo que vislumbró en ella, supo que tenía alguna clase de encantamiento que ocultaba sus alas. Azra sabía que por sí mismo no podría hacerlo, él no tenía magia de ningún tipo.

     —¿Por qué estamos aquí?

     —¿Pretendías que te diera a escoger? —fue la única respuesta que recibió.

     —Necesito que me dejes ir.

     —Y yo necesito dejar de ser esto en lo que me convertiste —respondió, ni siquiera la había mirado—. No puedo creer que te hayas desmayado de verdad —masculló molesto y ella apretó los labios—. ¿Qué te cuesta ceder? Han pasado veinte años, solo quiero lo que me quitaste.

     —¿Crees que veinte años es mucho castigo?

     —Para un humano sí, ¿o cuánto crees que viviré?

     Ella bajó la vista y masculló sin que la oyera un "Lo suficiente".

     —Si no accedes, tendré que dejar de ser cortés y torturarte.

     Azra sonrió. —Inténtalo, niño, no te alcanzarán los años de vida para lograr atormentarme.

     Él golpeó la mesa que tenía delante con su puño. —¿Me estás tomando el pelo? ¿Aún sigues creyendo que soy un niño?

     —Estás actuando como uno.

     Khan se levantó de su asiento y fue hasta ella. Azra intentó alejarse hasta el otro lado de la cama pero él tiró de sus tobillos. Ella se sorprendió de lo condenadamente fuerte que aún era, pensó que perdería la fuerza junto con sus poderes. Él la hizo poner en pie y sujetó la parte superior de sus brazos con firmeza. Azra comenzó a sentir que el dolor por la necesidad era cada vez más fuerte, pero en su exterior no mostraba nada. Él se veía enojado y ella se maldijo por creer que en ese estado se veía tierno, le recordaba a su Khan, al pequeño niño que se quejaba todo el tiempo porque lo llamaba así. Habían cosas que no cambiaban.

     —No soy un niño.

     —Ni yo una mujer a la que puedas intimidar, Khan —respondió firme, a pesar de que su cuerpo se estremecía debajo de su agarre—. Tratar de hacerlo es cobarde de tu parte.

     Él sonrió, indignado. —Estás muerta, te escondes detrás de un antifaz ¿y me juzgas a  mí? Puedo apostar a que eres igual de horrible que los espíritus que destruyen el Mar sin Fin.

War of Hearts (Dark Angel IX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora