Capítulo 18

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Axel:

Mi mente no podía asimilar que Natasha me estaba besando, pero una vez la incredulidad se fue de mi mente, no perdí el tiempo en poder hacer lo que tanto deseaba hacer desde que la conocí.

Besarla. Al fin.

Mis manos no se pueden quedar quietas, tomo su rostro, su cuello, su cabello, la pego a mí, recorro su espalda, su cintura, sus caderas. Mi corazón late frenético, siento que mis pulmones van a estallar y mi piel arde.

Cuando se vuelve a separar para tomar aire, quiero volver a besar, pero se aleja sonriendo.

—Espera... —dice sin aire y con una sonrisa.

La imagen que me da, es tan preciosa que quiero retratarla. Está sonrojada, los labios rojos e hinchados, las pupilas dilatadas y los ojos brillosos. Su pecho sube y baja con rapidez y sus manos se apoyan en mi pecho con una sonrisa deslumbrante que acompaña a su cabello medio despeinado.

Debo estar igual que ella y la sensación que recorre mi cuerpo es tan intensa que no quiero dejar de besarla ni por un segundo. Pero la escucho.

—¿No deberíamos hablar? —pregunta divertida al ver mis ganas de seguir besándonos.

Aunque el placer, la emoción y la plenitud que siento sea tanta, debo calmarme y recordar el por qué está acá. No puedo hacer como si nada... aunque me esté muriendo por volver a besarla.

—Sí... —digo recuperando el aliento—. Tienes razón.

Doy un paso atrás, soltándola y me paso una mano por el pelo para tratar de volver a mí.

—¿Puedo pasar ahora? —pregunta al seguir en medio de la puerta.

—Claro, ven, sentémonos —respiro profundo al tener mi mente completamente nublada por los besos.

Por Dios, ya recupérate.

Ambos nos sentamos en el sofá, uno al lado del otro, pero ambos de costado para poder vernos bien.

—Te escucho —suspiro y asiente acomodándose.

—Es... difícil para mí hablar de estas cosas, no soy buena expresando las cosas...

—Lo sé y lo entiendo —digo comprendiendo el por qué—. Di las cosas como salgan, no hace falta que sean perfectas, puedo comprenderte.

Veo que respira profundo mientras asiente y fija sus ojos en la mano que tengo sobre mi pierna, ya que la otra está apoyada en el respaldar del sofá.

Sé qué es lo que quiere, y no dudo en hacerlo. Tomo su mano y sonríe suave mientras juega con mis dedos con sus dos manos sobre sus piernas. Sé que el contacto físico es su manera de expresarse, de contenerse, de demostrar. Y en esta ocasión, tener mi mano entre las suyas la ayuda a decir las cosas. A tener fuerzas.

—Fui una idiota y lo lamento tanto —comienza y sonrío al escucharla—. Tuve miedo, terror, y me paralizaba cada vez que sentía conexión y lo arruinaba... luego me arrepentía —mira hacia un lado—, luego sucedía otra cosa, me volvía a cerrar y la volvía a cagar —mira al otro lado, suspira y me mira—. Lo siento. De verdad —me mira realmente apenada y con un sutil puchero que me rompe el alma a la vez que me causa ternura.

—Está bien —comienzo—. Pero yo ya no...

—Es mi turno —me interrumpe—. Sé lo que vas a decir, que ya hiciste todo y no lo supe valorar —asiento—, que te hice sentir mal —asiento—, y por eso sé que ahora es mi turno. Déjame demostrarte que... que realmente... —frunce los labios, como si quisiera decir alguna palabra que no le sale— me importas... —termina diciendo y por su cara puedo saber que no era lo que quería decir.

Intencional (#2 Trilogía Tratos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora