CAPITULO XIV

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Andrew.

Habían pasado ya días desde que tuve a Helen en mi casa, y este tiempo que ha pasado de verla seguidamente en clases extra y en la institución me hace llegar a una conclusión y es que siento que ella tiene algo que nadie más tiene, no me refiero a una atracción, creo que estoy confundido, no puedo tener sentimientos por ella, no ahora.

Me entró una llamada de mi padre.

Contesté.

—¿Si?—

—¿Andrew, cómo estás?—

—Normal, gracias por preguntar.

—¿Vendrás a Italia a ver a la familia?—

Me quede analizando su pregunta.

—No lo sé.—

—Oh, vamos, la familia te extraña.—

—Créeme que me da igual.— Dije sin más.

—Deja de comportarte así.— Empezó a molestarse.

—No me digas que hacer, sabes que mientras venga de ti haré lo que se me plazca, te guste o no.— 

—Eres un maleducado, yo no crié así de ti.—

Pase mi mano por mi cabello frustrado.

—Tengo cosas que hacer, te habló después.—

—Andr...— No deje que terminará.

—Ciao.— Colgué.

Apagué el celular y me pase las manos por la cara, el pensamiento de ir a Italia me pone demasiado mal solo por el hecho de que toda mi familia está ahí, con todos me llevo mal y no pondré ni un esfuerzo en hacer las paces, me trataron como un niño que no sentía nada, ahora yo tampoco tengo que sentir algo por ellos.

Mi papá piensa que aún tiene el control sobre mi y está muy equivocado, dejo de tenerlo hace años.

Hoy los alumnos no tenían clase pero nosotros los profesores si, teníamos una junta a las ocho y media de la noche, sinceramente a este tipo de cosas me da mucha pereza ir, no es más que tiempo perdido en descargar archivos de los alumnos, eso lo puedo hacer desde la comodidad de mi casa.

Mi mañana está toda ocupada, iré al hospital de mi padre, podré ser profesor pero también tengo otro trabajó, ser médico.

Me duché y le pedí a Vero que me preparara algo de desayunar que fuera ligero, me puse un pitufo negro que compre la primera vez que iba a trabajar en el hospital, cargué en mi antebrazo mi bata de médico, y baje a la cocina, el desayuno estaba servido, era un jugo de naranja con dos panes que tenían untado una cama de aguacate y un huevo con su yema amarilla y perfecta.

Vero tiene la habilidad de que todo el tiempo le queden redondos.

Le di un fuerte abrazo de agradecimiento y la invité a que desayunara conmigo, entre nosotros hubo silencio absoluto aunque ella lo llegaba a romper con algunas preguntas rutinarias.

—¿Ya se va joven Andy?— Se limpio la boca con una servilleta y yo tomé el último sorbo del jugo de naranja que había quedado espectacular.

Tú eres mi secreto (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora