CAPITULO XX

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Los exámenes finales de este semestre empezaron esta semana y eso no me tiene nada contenta, cuando apenas estaba tranquila el estrés en mi ya me estaba consumiendo, los dolores de espalda, las desveladas, las ojeras y la cara de zombie que llevo desde que nos anunciaron que comenzábamos a presentar es de las peores cosas que puede haber, pero no hay nada que hacer, solo estar presionada todos los días.

Me estaba volviendo loca estudiando, tenía papeles, resúmenes, libros, impresiones de todo lo que tenía que aprenderme, mi manera de estudiar es tan desgastante pero creo que no tengo otro método de estudio más eficaz, bueno, nunca lo he pensado. Me pase todo el domingo estudiando, no descanse y si lo hice fue solo para tomar un baño y regresar a lo mío, la cabeza ya me dolía y los ojos los sentía tan pesados, cansados, como yo, yo estaba cansada de todo esto.

Se hizo de madrugada rápidamente pero no podía parar el examen más importante para mi había llegado, Marchetti no sería nada fácil y mucho menos el dejaría que pasáramos tan sencillo su materia, porque aunque no lo crean su materia es la que más se nos complica a toda la generación y gracias a Dios que voy a esas clases extra que me han servido de mucho, si no fuera por eso yo ya estaría deprimida por no saber absolutamente nada. Los minutos pasaban y yo releía, explicaba y volvía a leer cada palabra que fallaba, tenía que ser exacto, no me puedo confiar, no mientras sea con el. Baje a la cocina para hacerme otro café, perdí la cuenta de cuantos llevaba ya, restregué mis ojos varías veces y por más cafeína que mi cuerpo tenía no podía mantenerme de pie un segundo más.

Caminé a ese cómodo sillón que me estaba tentando.

Caí profundamente dormida cuando mi cuerpo hizo fricción con la suavidad de este, estaba en el paraíso.

—¡Helen por Dios!— Di un brinco cuando sentí como el agua salpicaba en mi rostro haciéndome toser.

—Maldita sea, ¿que te sucede?— Toso dos veces tratando de recuperarme.

—Te quedaste dormida, ya llegamos tarde a la escuela.— Dijo Jane con molestia.

¿Que tan tarde podía ser para que hiciera este escándalo?

Revise mi celular y...

—!¿Qué?!— Abrí los ojos como dos platos, era más que tarde.

—Y no me creías, ahora nos quedamos aquí por tu culpa.— Se cruza de brazos y voltea los ojos, —Tan linda que me veía.— Reprocha.

No puedo faltar este día, hoy no.

—Yo si iré a la escuela.— Me levante lo más rápido posible, subí las escaleras casi corriendo y metí todo a mi mochila, tomé del closet un short blanco y un top rosado que me puse para al menos no verme tan desgastada.

Baje las escaleras y tomé las llaves del carro.

—¿Te pico algo o solo estás actuando más idiota?— Jane me detuvo.

—Hazme el favor de moverte, tengo que estar ahí ya.—

—¿Como piensas que te van a dejar pasar? Ya pasaron veinticinco minutos de la entrada, estás loca.—

—Podré estarlo pero tengo responsabilidad.— La moví, salí de la casa y no lo pensé dos veces, encendí el carro y manejé con velocidad a la universidad.

Para mi suerte ya ni había tráfico, estaba despejado y llegaría antes de lo que tenía esperado, me estacione, tomé mis cosas y no tuve de otra que ponerme a correr, solté mi cabello que estaba amarrado en un moño despeinado, me asomé y era más que evidente que ya todos estaban presentando, Marchetti estaba en su porte serio como siempre, toque la puerta y me puse la mano en el pecho, mi corazón estaba por salirse.

Tú eres mi secreto (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora