CAPITULO XXII

353 20 3
                                    

Andrew.

Es jodido tenerla enfrente con los ojos llenos de coraje, apretando sus puños y torciendo su boca, se que yo también doy motivos para que este así pero mi ego no me permite bajar hasta su nivel, no digo que ella no valga algo, solo que mi orgullo es más que el cariño que pueda tenerle.

Si es que lo tengo.

Estoy tan confundido y mi cabeza me va martillando hasta consumirme en mis propios pensamientos.

Me ofrecí a llevarla hasta su casa pero me rechazo de inmediato, insistí varias veces pero me mando a tomar por culo, estaba enojada conmigo pero sabía que no iba a poder mantener lejos de mi, tiene un ligero apego hacia mi y no debería de aceptarlo pero me gusta que lo tenga, me gusta tener el pensamiento de que si ella necesita algo acudirá a mi y no importa que tan molesta este, ella siempre vendrá a por mi, me buscará y yo también como un perro probablemente accedería a su aclamo.

—Déjame llevarte, es muy tarde ya.—

—No quiero, puedo ir sola.— Da media vuelta y camina un poco.

Bonito trasero.

No vas a cruzar las calles solas, oscuras y peligrosas sin nadie a tu lado.— Se detiene y puedo sentir la victoria en mis venas.

—¿Me crees poco capaz, Andrew?— Gira su cabeza ligeramente dejándome ver su perfil, esta retándome.

—No pienso responderte eso.—

—Porque sabes que si dices una sola palabra te darías cuenta que soy tan capaz como para irme a mi casa caminando.— Su cuerpo está en dirección al mío.

Maldita mujer.

—Deja de hablar tanto y sube al auto, te voy a llevar.—

—No.—

—Sube.— Ordene.

—No, no subiré.— Mi paciencia empieza a terminarse.

—Súbete.— Ladeó mi cabeza a un lado señalando el auto.—

—No.— Se mantiene firme ante su respuesta.

—Te dije que te subas, vamos.—

—Que no quiero, ¿no lo entiendes? No quiero.— Desesperada.

Mi mirada pasa detrás de ella, a lo lejos puedo ver tres hombres vestidos de negro viéndonos fijamente, están encapuchados y no me dan buena espina, los había visto antes pero creí que solo era cuestión mía y era algún árbol pero ya veo que no es así.

Trato de mantener la calma y la cordura con ella, doy un paso hacia delante y ella retrocede, no puedo alejarla, ni hacer que se vaya corriendo porque no saldrá bien.

—Escucha Helen, necesito que entres por favor.— Hablo lo más calmado posible.

Los hombres empieza a caminar en línea recta, justo donde estábamos.

Respiro hondo.

—Que terco estás siendo en este momento.— Voltea los ojos y me trago mis ganas de gritar.

—Entra al maldito auto.— Digo rápido cuando esas personas están cada vez más cerca de ella.

—Relájate, hablándome así muchos menos entraré.— Cruza los brazos por debajo de su pecho.

Tú eres mi secreto (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora