Lunes en la mañana. Los estudiantes del autobús que por alguna razón desconocida preferían ir de pie (quizas para ejercitarse) se orrillaban para dejar pasar a Leon y su maqueta. Era un papel cascarón con palillos encajados, y en esos mismos palillos estaban los planetas. Sin mencionar que la maqueta parecía que podía ser arrasada por una brisa de viento, lo demás estaba decente. Nada del otro mundo, nada que la profesora de geografía no hubiera visto antes. Leon se concentraba en mantener el equilibrio, pero una voz le obligó a alzar la vista. Ella, sentada casi hasta atrás, con esa amiga que nunca se alejaba. Leon tomó el asiento de al lado, el paralelo, que estaba afortunadamente disponible.
La escuchó conversar.
—¡Te los digo! La profe de español esta demente. ¿Cómo que un ensayo de quince páginas? Quince-malditas-páginas —decía la amiga inseparable.
—Dios, de sólo pensar en escribirlo, ya me cansé.
—Yo también, pero haré lo que sea para no ir a cursos de regulación.
—Exacto. ¡Este es el tramo final, así que ánimo!
Ella le dio una palmada en la espalda a inseparable. En esa fracción de segundos su mirada se cruzó con la Leon, pero él aparto la vista antes de que pudiera procesar que la estaba observando.
Leon estaba sorprendido. Mientras fingía acomodar a Plutón, pensaba en qué escucharla hablar de cosas tan cotidianas resultaba extraño. Que raro. ¿De que otra cosa Leon esperaba que hablara? ¿Cosas filosóficas? ¿Cosas inteligentes? ¿Cosas de vibra hippie? Quizás nunca pensó en la posibilidad de escuchar oraciones enteras pronunciadas de ella.
—¿Y ya viste esa nueva serie de la tele? Esa que pasan en el canal 32.
—¿Hablas de esa serie en la que sale el guapo de Jean Rutherford?
—¡Sí!
Grititos de emoción. Leon sonrió un poco. Cosas de chicas, se dijo a sí mismo. Hablaron sobre Jean durante los próximos diez minutos de viaje, mismo tiempo en el que el corazón de Leon palpitaba con fuerza. Claro, por su cabeza nunca pasó la idea de decir ni un hola, pero la idea de tenerla tan cerca..., a Ella. Sus mejillas se tornaban rojas, y de pronto le surgió la duda: ¿Cuándo? ¿Desde cuándo comenzó a sentirse de ese modo por ella? ¿En qué ocasión? O mínimo, ¿por qué?
¿Para qué? ¿Cuál era el punto de sentirse así por alguien que, sin importar qué la tenía a metro y medio de distancia, sentía que un océano los separaba? Como a América y Taured, había dicho la maestra. Como Mercurio y Neptuno, como el lince ibérico y el lince rojo...
—¿Se supone que ese es nuestro proyecto escolar?
Leon levantó la vista, Aaron estaba mirándolo desde arriba. Leon frunció los labios, se movió al asiento de la ventana y permitió que tomara asiento.
—Parece que la hiciste con los ojos vendados.
—No exageres.
—Lo digo enserio. Me avergonzaría tener que presentarla a la profesora.
Semáforo rojo.
—Pues esto es lo que tendremos para presentar.
—Uh. ¿Y qué se supone que es esa cosa del final? ¿Una antena?
—Plutón.
—La pintura de la tierra parece vómito.
Leon se distanció tanto como pudo, pero chocó contra la ventanilla. No pudo evitar sentir un algo al escuchar la palabra vómito.
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¿La amas, Leon?
Historia CortaEs la historia de la silenciosa pero rápida muerte psicológica de Leon Sawyer, un muchacho de catorce años que atraviesa una violenta crisis en su vida social, familiar y personal. A mitad de esta crisis, aparece Marilyn, una extravagante chica quie...