Tarde del sábado. Su mejilla izquierda tenía una mancha de pintura azulada, al igual que la punta de sus dedos. Sostenía el pincel con cuidado, frunció el ceño e intentó terminar de pintar esa pelota de unicel para darle la apariencia de Neptuno. El suelo estaba lleno de papel periódico, los frascos de pintura yacían sobre el mismo al igual que el papel cascarón pintado de azul marino para representar el fondo del universo. Leon estaba sentado sobre sus piernas, Aaron estaba acostado boca abajo y perezosamente pintaba a Plutón.
—¿Qué hora es? —preguntó Leon.
—Las seis y cuarto.
—Me iré a casa temprano esta vez. No intentes nada.
—¿Por qué lo dices? ¿Te regañaron?
—Sí, algo así —admitió con una pequeña sonrisa.
—No me sorprende, todavía eres como el niño de mami. Siempre haciendo esto y aquello, esto y aquello por tu madre —soltó una risotada—. Que patético.
Leon dio una última pincelada, dejó a Neptuno sobre el periódico para que la pintura se seque.
—Mínimo yo tengo madre.
Aaron puso esa expresión vacía. Después, hundió los dedos en la pintura anaranjada y en un rápido movimiento los deslizó por la cara de Leon.
—Idiota —murmuró Aaron.
—Tú empezaste.
Ahora Leon se fijó en la fotocopia que había sacado en la biblioteca, misma que mostraba al sistema solar y una breve descripción. Mientras lo hacía, un agresivo empujón desde la espada le hizo caerse de lleno sobre el periódico, los frascos de pintura y el papel cascarón. Rápidamente se levantó, y el periódico humedecido con la pintura se pegó a su camiseta.
—¡¿Qué carajos te pasa?! —chilló Leon, sin saber cómo quitarse el desastre de la ropa.
—Me estaba aburriendo —Aaron se sentó en la silla giratoria. Subió ambas piernas al escritorio.
—¡Aaron! ¡Mira lo que has hecho! —al despejarse el periódico, una enorme mancha de colores del arcoiris estaba esparcida por toda su ropa.
—Dile a tu madre que lave eso.
—Mierda, lo siento, ¿está bien? Ahora ayúdame.
—No —en un instante, realmente un parpadeó, Aaron cambió su expresión seca por esa sonrisa. Y desde la silla giratoria, con la cabeza echada hacia atrás y las manos cayendo por los lados y apuntando hacia el suelo, agregó: —En ocasiones me pregunto porque somos amigos, ¿tú no?
La expresión de Leon se volvió horror puro. Lentamente se quitó la camiseta y la dejó en el suelo.
—Fue mi culpa. Yo.., haré la maqueta de nuevo. Toda.
—¿Y?
—Y compraré los materiales por mi cuenta.
—Limpia.
—¿Qué?
—¿Vas a dejar todo eso ahí?
Leon se hincó a un lado del periódico, comenzó a recoger los frascos a medio vaciar. Mientras su mano usaba la misma camisa para limpiar, dio una mirada a Aaron, quien estaba indiferente ante todo. Leon se preguntó entonces si realmente Aaron se tomaba todo tan personal como parecía, o si por otro lado, sólo aprovechaba la mínima oportunidad para hacer alguna broma pesada. Si, Aaron era inquietante de vez en cuando, y al mismo tiempo, era la única persona que Leon tenía. La única. Así como su madre, y por ello él tenía que usar todas sus fuerzas para contenerse y limpiar aquella pintura derramada...
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¿La amas, Leon?
Historia CortaEs la historia de la silenciosa pero rápida muerte psicológica de Leon Sawyer, un muchacho de catorce años que atraviesa una violenta crisis en su vida social, familiar y personal. A mitad de esta crisis, aparece Marilyn, una extravagante chica quie...