7. McDonald's

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Jueves. La hamburguesa llevaba varios minutos ahí, delante de la cara de Leon. Las papas fritas ya tenían ketchup y el hielo en la Fanta hacía chasquidos. Pero Leon no podía comer, sabía que no podría con Joe presente en la misma mesa del McDonald's. Su madre estaba sentada frente a él, concentrada en su orden de nuggets.

—¿Y no vas a probar la comida? —dijo Joe. Estaba a un lado suyo, con un brazo en la mesa y la cabeza apoyado en el mismo. Parecía un enorme tronco caído.

—Sí —dijo Leon.

—Cariño, te he dicho que no te encorves tanto. Parece que quieres esconderte debajo de la mesa.

—Lo siento.

—Te disculpas mucho —agregó Joe.

—Lo siento...

Tanto Joe como Rachel se rieron por lo bajo. Pasaron tres minutos en los que Leon probó una papa frita, y eso fue suficiente para que su madre considerada que era momento de sacar el anuncio de mediados de cena familiar.

—Leon, tengo que contarte algo.

Leon levantó la cabeza rápidamente. Arqueó las cejas y entreabrió la boca. No me digas que se van a casar, pensó, por favor no se digas.

—Creo que... Tendrás un hermano o hermana —Rachel sonrió de oreja a oreja.

Su expresion de ansiedad se pronunció todavía más. Abrió mucho los ojos, lo suficiente para mostrar el iris completo, miró a Joe, miró a Rachel, miró su pequeño mundo desvonarse.

—¿Hablas enserió?

—¡Muy enserio! ¿No te alegra? Seremos la familia de película que siempre te gustó.

Por un momento se quedó sin aliento, Joe lo miraba como diciendo "te lo dije", prácticamente se burlaba con esa sonrisa torcida. Leon asintió para convencerse a sí mismo, y luego dijo:

—Increíble. Muy increíble. Demasiado.

—Exacto. Todo será increíble a partir de ahora.

Y como para rematar, Joe atravesó la mesa con el brazo y tomó la mano de Rachel entre la suya. Leon colocó las manos en sus rodillas, cerró los ojos y sintió como si se estuviera alejando de la mesa. Se alejaba de la mesa..., de su madre y de Joe.

No podría comer otra vez.

Sábado. Llovía y llovía, como si el cielo estuviera furioso con la gente de ese distrito. Aún así, vistiendo con un impermeable, Leon fue en bicicleta hasta la casa de Aaron. Tocó la puerta, y Aaron no tardó en recibirlo.

—¿Está Marilyn? —el impermeable goteaba, por lo que Leon se lo quito casi de un golpe y lo arrojó a la calle.

Las gotas furiosas golpeaban la ventana, el viento movía a las ramas.

—Sí, no sale mucho últimamente. ¿Por qué diablos preguntas por ella?

—Porque tengo que contarle algo. Luego jugamos videojuegos o veamos a esas chicas de las revistas o lo que sea que quieras hacer.

—Oh, no, Leon. Ya sé lo que ocurre.

Leon, quien estaba ya a mitad de la sala de estar, se dio la vuelta con aires interrogantes.

—Déjalo, ella nunca, nunca se va a interesar por ti. Si no hueles a jaspe o no tienes canas en el cabello, nunca te dará una oportunidad.

Leon creyó que era otra de sus trampas, pero curiosamente, Aaron permanecía serio (una seriedad normal) con cada palabra. Entonces Leon sonrió (una sonrisa normal) y negó.

—No es eso. Ella no me gusta.

—De pronto pasas más tiempo con ella, ¿quieres que me trague que no te gusta?

Leon se rió. En ese momento la brisa cobró energía y resonó contra la acera.

De hecho, estoy interesado en otra chica. El lunes te cuento. Ahora tengo que hablar con Marilyn.

León ya avanzaba por el pasillo, cuando Aaron agregó un comentario a secas, con un tono que parecía estar brutalmente aburrido:

—¿Te das cuenta que ahora todo es muy sospechoso entre ustedes?

—Marilyn —pronunció Leon en cuanto abrió la puerta.

Ahí, con la luz apagada y envuelta en el cobertor como un burrito, Marilyn dormía. Su pálido cabello era lo único que la delataba. Leon se encogió de hombros y volvía a cerrar la puerta cuando ella dijo:

—No te vayas, ven. ¿Qué necesitas?

Leon avanzó lentamente, intentaba esquivar los objetos del suelo sin mucho éxito, pues casi no podía ver nada. Se sentó a los pies, con cautela como para no despertarla.

—Quería contarte algo.

—Dime.

—¿Qué haces si piensas que tú madre sería más feliz sin ti, y que le estorbas en lo que ella quiere?

—Pues es sencillo: tú también buscas tu felicidad en otra parte y dejas el camino libre.

—¿Por qué lo sabes? ¿Te pasó algo parecido?

—Con mi padre no; pero con mi ex novio sí. Con Jerry, con Lawrence, con Daniel...

—¿Y dónde encontraste un reemplazo?

—De Jerry lo encontré con Daniel, y de Daniel con Lawrence, de Lawrence con Zack, y... Lo que quiero decir es que busques a alguien más. Un amigo, una novia, un perro. Es fácil.

Leon se dejó caer de espaldas. Miró al techo, pensó en que no era fácil. Oh, espera, había alguien: ella.

—Eres muy sabía, Mari.

—No vuelvas a llamarme Mari en tu jodida vida o te voy a matar —dijo soñolienta, después agregó con un tono más dulce: —Gracias. 

¿La amas, Leon?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora