Viernes. El verano había demostrado una asombrosa capacidad para pasar del clima nublado y lluvioso, a un clima soleado como el infierno. Y ese día seguía siendo el turno de lo nublado. Leon estaba en el centro comercial de la ciudad, estaba en la zona del cine y en la fila para los boletos. Rachel y Joe estaban al frente, tomados de la mano como una pareja ridícula de adolescentes. Leon pidió quedarse en casa demasiadas veces, pero no funcionó. Su madre insistió en que sería tiempo de calidad. ¿Cuál había sido el punto de ir al cine "en familia" si ellos actuaban como si estuvieran en "pareja"?
La cosa es que ellos estaban tomados de las manos cuando no había necesidad de estarlo. Y Leon miraban las manos mientras recordaba... A una chica, un túnel..., caminar tan alejados uno del otro que hacía falta tomar la mano con mucha fuerza.
—Leon, ven acá —dijo Rachel—. ¿Palomitas con caramelo o mantequilla?
—Las que sean.
—¿Y quieres nachos?
—En realidad no.
—O podemos ir a cenar después de la película. Podemos ir a ese restaurante de comida japonesa que está subiendo las escaleras —sugirió Joe.
—A mi me suena bien, ¿y a ti, Leon?
—No tengo hambre.
Su madre frunció los labios:
—Estos últimos días has estado comiendo muy poco.
Leon asintió. Últimamente le importaba muy poco esconder aquel hecho. Y ya no intentaba consumir ni la mitad de lo que le ponían en el plato.
—Es normal en los adolescentes —dijo Joe mientras rodeaba a Rachel con el brazo—. Leí que lo hacen para llamar la atención...
Qué cansado era estar presente en aquel sitio, con aquella gente y escuchando aquellas cosas. Elevó la cinta que limitaba la fila y se cruzó del otro lado.
—Iré a hacer fila para las palomitas en lo que ustedes compran los boletos —anunció Leon.
—Déjame ir contigo, alguien tiene que pagar —dijo Joe, mientras también cruzaba la línea.
Rachel sonrió, casi como si estuviera feliz de verlos con ganas de interactuar uno con el otro, quizás estaba tan feliz por su propio pensamiento que no notó la mueca de disgusto de su hijo. Tampoco notó la forma en la que caminó sin ganas a un lado de Joe.
Cuando estuvieron pues, formados en la fila (una demasiado larga), Leon evitaba el contacto visual. Quizás así se salvaría de una conversación de las feas. Pero para su mala suerte, Joe lo interpretó como una clara rebeldía.
Leon sintió que lo tomaron de la muñeca. Agachó un poco la vista y se encontró con que Joe estaba rodeando la circunferencia de su muñeca con el dedo índice y el pulgar, cosa que delataba lo anormalmente delgado de sus brazos.
—Te vas a morir si sigues así —dijo Joe.
—Supongo.
—Entonces, además de inútil incompetente, también eres suicida. Ya veo.
—Me recuerdas a alguien que conozco...—Leon sonrió sin ganas.
Joe y Aaron, Aaron y Joe, ¿acaso no existían más tipos de persona en el mundo? Joe lo soltó de la muñeca, pero luego tomó un poco la pulsera. La jaló como si quisiera quitársela.
—¿Y eso? ¿Te la dio tu novio?
Leon se limitó a suspirar y luego murmurar:
—Hagamos un trato. Yo le cuento a Rachel que eres asombroso y que te aprecio más que a mi padre, y tú dejas de hablarme, dejas de hacer comentarios sobre cualquier idiotez que veas de mí. Si tu propósito era que yo quisiera irme, lo has logrado. Sí, quiero irme de aquí, de mí mismo y de todo. No soporto esto, ¿está bien?
Joe se quedó con aire ausente, como si no hubiese escuchado nada. Pero luego añadió con aburrimiento:
Dices cosas que diría una mujer.
Leon alzó las cejas, incrédulo, hartó, cansado. Quizás la falta de alimento realzó esos horribles sentimientos. Para cuando se dio cuenta, estaba deseando con todas sus ansias estar con Marilyn, deseaba tenerla enfrente diciendo cosas lindas y sentir sus labios cuando no tenía nada para decir. Necesitaba a Marilyn como en otras circunstancias había necesitado vomitar.
Necesitaba la lluvia, necesitaba el jaspe, necesitaba....
Su cuerpo se estremeció con violencia. La respiración salía ridículamente torcida y casi como si acabase de correr un maratón. Contuvo las lágrimas que se habían estado formando en el rabillo de sus ojos.
Marilyn..., ¿cómo no se había dado cuenta? La amaba. Demasiado. Muchísimo. Necesitaba escucharla, oler su perfume a lavanda, sentir su fría mano en su rostro. Lo que sea.
—¿Te pasa algo, Leon? —dijo su madre desde todavía lejos. Al parecer era demasiado evidente.
Entonces ella se acercó a pasó rápido, lo tomó de los hombros y siguió preguntando que sucedía. Joe se encogió y balbuceó algo sobre las palomitas. Nunca había sentido que alguien estaba tan lejos como cuando su madre le hacía muchas preguntas. La mente de Leon se volvió entonces un enorme nudo de confusión. De la nada se vio a sí mismo queriendo decir cómo se sentía, pero al mismo tiempo sin poder hacerlo, sentía que quería saltar ese barranco que había entre ellos, pero no era capaz. No. Estaba el jaspe, estaba el vómito..., muchas cosas que hacían imposible que Leon pudiera cruzar al otro lado.
Luego Joy apartó a su madre de Leon, le dijo algo. Le dijo "Sólo quiere llamar tú atención". A lo que Rachel respondió "No tiene cinco años. No trates a Leon como si fuera un maldito estúpido, ¿quieres?"
Ahora se reía. Leon se reía. ¿Qué? No, espera. Sus lágrimas seguían cayendo, su nariz goteaba y de todas formas, se estaba riendo. No. Lo arruinó. Lo ha arruinado. La salida al cine, la felicidad de su madre. Todo. Esta. Arruinado.
Nada tiene sentido. Él estorbaba. No puede arrebatar la felicidad de su madre y de todas formas sentirse tan infeliz. No tiene sentido.
Quizás todo fuera mejor si él no existiese. Quizás ahora quería morirse. Quizás quería dejar de molestar. ¿Cómo podría Leon reclamar que están arruinando su vida cuando ya no es capaz de apreciarla? Se sentía mareado. Llevaba demasiado tiempo sin comer, sentía como si su cuerpo ha estado sobreviviendo a base de migajas y ahora estaba reclamando eso. Su cuerpo estaba reclamando en el peor momento...
Se mareaba. Se tambaleaba. De pronto tuvo la sensación de estarse cayendo de lado. Todo a su alrededor se volvió un dibujo arruinado por el rápido deslice de una goma de borrar. Pero no es sólo una sensación, de hecho se ha caído. Su cabeza dio contra el suelo. Si su madre hubiera estado más cerca, posiblemente lo hubiera atrapado. Pero estaba discutiendo con Joe.
Leon en el suelo, siente la lluvia golpeando su cuerpo..., las manos de una chica..., un túnel...
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¿La amas, Leon?
Short StoryEs la historia de la silenciosa pero rápida muerte psicológica de Leon Sawyer, un muchacho de catorce años que atraviesa una violenta crisis en su vida social, familiar y personal. A mitad de esta crisis, aparece Marilyn, una extravagante chica quie...