Lunes. La respuesta a sus preguntas era sencilla, Leon tan sólo tenía que olvidarse de su madre, y problema resuelto. Sí, de esa forma podría evitarse el dolor, la tristeza, las ganas de vomitar..., sí. Olvidarte de una cosa es cómo eliminar el poder que tiene sobre ti.
Entonces Leon apartó la mochila cuando el autobús estaba en esa parada familiar. Escuchó al grupo de pasos, vio el cabello rubio y luego...
—¿Estás bien?
Aaron no respondió, sólo tomó asiento. Estaba pálido, tenía moretones en el rostro, y lejos de parecer triste, estaba inexpresivo.
—Aaron, ¿estás bien?
Él siguió con la vista al frente.
—Puedes venir a mi casa hoy por la tarde, si quieres —dijo Leon.
—¿Quién te gusta?
La voz del rubio salía torcida, como si llevase años y años queriendo pronunciar esas palabras. Un escalofrío invadió a Leon mientras levantaba el dedo para señalar a las filas traseras, y con ello, señalar a la chica de los rizos.
—Oh, ella. No sé cómo se llama, y a decir verdad, es fea, pero combina contigo.
Leon fijó la vista en la ventana y la suave lluvia.
—Tiene cara de idiota, cómo tú, tiene una sola amiga, como tú, no es muy inteligente, como tú, su maqueta del sistema solar fue un asco, como la tuya, ambos parecen niños de mami, oh, Leon, ella es tu alma gemela.
¿Y no era eso lo que le gustaba de ella? Que ambos eran parecidos, y sin embargo ella parecía estar feliz y cómoda con esas condiciones.
—¿Cómo está Marilyn?
Aaron le dio un golpe con el codo.
—Deja de acosar a mi hermana. Me da igual si no te gusta, aléjate. Es raro que te metas hasta su habitación, maldito pervertido.
—Aaron, por favor...
—¡Yo he visto lo que haces cuando hablas con ella! Tú ojos miran hacia abajo, pervertido. ¡Mírala al rostro, no a sus jodidos pechos!
—Eso no es cierto, baja la voz...
Los muchachos alrededor de ellos los miraban con disimulo. Leon bajo la cabeza como para esconderse. Debió de haberlo imaginado, no había escapatoria en días como estos, con Aaron lastimado. Aaron pateaba compulsivamente el asiento delantero, la chica que estaba ahí se giró.
—Yo sé, seguramente sueñas con ella, sueñas con que te permita poner una mano en sus senos. Que jodido asco. Seguramente por eso finges que quieres ser su amigo, que asco.
—¡Aaron! —Leon estaba con un nudo en la garganta.
—¡Cállate y provócate el vómito, pervertido!
Leon empujó al rubio, quien casi pierde el equilibrio y se cae al suelo. Entonces, él sonríe. Oh, no. Leon se ha equivocado, le ha dado lo que quiere. Le ha dado permiso. En cuando Aaron volvió a acomodarse, se abalanza contra Leon, estrelló su cara contra el cristal y luego le tiró un puñetazo a la mandíbula.
—¡Vomita! Es lo único que sabes hacer, jodido pedazo de idiota.
Alrededor de los chicos se dirigieron todas las miradas sin ningún tipo de discreción. Los estudiantes de las filas delanteras se subían de rodillas a los asientos para mirar, las traseras se asomaban. Leon tenía la cabeza contra el cristal, Aaron estaba arriba del asiento y sostenía a Leon del cuello de la camisa.
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¿La amas, Leon?
Short StoryEs la historia de la silenciosa pero rápida muerte psicológica de Leon Sawyer, un muchacho de catorce años que atraviesa una violenta crisis en su vida social, familiar y personal. A mitad de esta crisis, aparece Marilyn, una extravagante chica quie...