Ha abierto los ojos. Y al momento de abrir los ojos, se sintio distinto, casi como en otro cuerpo, otra vida. Las cosas ya tenían un nuevo significado para sí, todo lo que importaba se reducía a Marilyn, a la chica de las palabras dulces, a quien siempre lo hacía reír y lo besaba sin pedirle nada a cambio. Marilyn es el jaspe. Marilyn es todo. Ella es para qué y por qué de la vida.
Estaba débil. Demasiado débil como para analizar el lugar donde estaba, que era todo blanco. Podría estar muerto, pero no consideró esa posibilidad porque tenía una aguja intravenosa en el antebrazo. Su expresión, como si estuviera mirando al fondo de un campo de rugby, estaba opaca, casi vidriosa. Los labios estaban entreabiertos, la piel pálida, el cabello apartado de su frente... No le gustaba eso. Necesitaba que le cubrieran la frente. Ahora. Ahora mismo.
A su derecha, izquierda y al frente había cortinas, mismas que limitaban su campo de visión a apenas dos metros. Había una delgada manta sobre sus piernas y torso. Debería de estar llamando a alguien, de levantarse e intentar saber dónde están todos o mínimo preguntar por lo ocurrido. Pero no lo hace. Ni siquiera lo hace cuando una enfermera está frente suyo.
Marilyn, ¿cuándo podrá ir a verla? Eso sí que le provoca algo: tristeza, casi desesperación. Ella es...
-Cariño -susurra su madre con voz dulce, comprensiva, calmada-. ¿Cómo estás? Estoy feliz de que ya estés consciente.
Rachel se sentó en un banco al lado de la cama. Todavía vestía la misma ropa del cine, por lo qué no debió de pasar mucho tiempo.
Ella es...
-¿Todo bien? ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? ¿Agua tal vez?
La mano de Rachel sostenía la de Leon entre las suyas.
Ella es la tierra de la esperanza.
-No noté las cosas. Los médicos me lo señalaron; tu pérdida de peso excesiva, tu debilidad..., hace apenas unos días noté que no comías, pero los médicos me dijeron que era una situación que llevaba meses. Leon, oh, Dios...
Rachel sollozaba y se aferraba a la mano de Leon. Ella decía algo sobre anorexia o bulimia o una mierda así. Decía promesas sobre que las cosas iban a cambiar, que se preocuparía más por él, que nunca jamás lo volvería a dejar solo.
Y Leon seguía mirando al fondo de ese campo de rugby. Ahora pensaba en lo costoso que sería todo esa atención médica que estaba recibiendo, lo estresada y triste que estaría su madre en los próximos días, y el gran esfuerzo que tendría que hacer para comer un poco más y hacerlo menos evidente. Y de pronto estaba sollozando de nuevo, su madre lo tomó como un "gracias, por fin me vas a ayudar, por fin estarás conmigo". Ella no sabía que Leon lloraba por razones totalmente diferentes.
-Entiendo que esto es difícil para ti, entiendo si no quieres hablar ahora. Está bien. El doctor dijo que posiblemente estés estable mañana.
¿Mañana? Era mucho, muchísimo tiempo. Leon giró lentamente la cabeza para ver a su madre, quien sonreía para darle aliento... y detrás vio a Joe.
-¡Maldita sea! -exclamó Leon tan repente y con tanta energía que los dos contrarios se sorprendieron. Se sentó en la cama, se mareo pero no le importó, y en cambio, dijo: -¿Dónde está mi pulsera?
-Ah, la tengo yo -contestó su madre-. Por cierto, ¿de dónde la sacaste?
Domingo. Dos malditos días sin verla. El sábado ya había estado en casa, pero su madre le prohibió salir sólo para asegurarse de que no tuviera otra "recaída". La cocina se había llenado de suplementos alimenticios costosos, su madre había comprado más de los necesarios. La dinámica diaria se había vuelto distinta: ella hablaba con un tono más suave de lo normal, se esmeraba más al cocinar y en cada ocasión se esforzaba en demostrar afecto. Y Leon se había prometido que mínimo iba a arreglar ese problema con la comida. Así no sólo su madre estaría feliz y menos preocupada, sino también Marilyn.
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¿La amas, Leon?
Short StoryEs la historia de la silenciosa pero rápida muerte psicológica de Leon Sawyer, un muchacho de catorce años que atraviesa una violenta crisis en su vida social, familiar y personal. A mitad de esta crisis, aparece Marilyn, una extravagante chica quie...