Capítulo 30

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La luz del contestador parpadeaba cuando llegué a casa. Había estado casi toda la mañana vagabundeando por mi ciudad en busca de buenas fotografías para tomar. Había tomado sólo tres en casi seis horas. Me acerqué y apreté el botón para oír el mensaje, mientras iba por un vaso de agua.

"Buenos días señorita Sinclair, o buenas tardes según escuche mi mensaje. Su fotografía nos ha fascinado y queremos que nos muestre toda la colección. Hay algo especial en esa imagen y estaríamos muy honrados en ver su trabajo si usted quiere, hacer la exposición. Comuníquese en cuanto oiga el mensaje. Ya sabe el teléfono de la compañía, pregunte por el señor Laslow. Que pase un buen día, hasta luego".

El pitido que anunciaba el final del mensaje me hizo aterrizar. ¿Cuál fotografía? ¿De qué exposición está hablando? ¿Qué señor Laslow? Corrí hasta el teléfono y garabateé el número de esa llamada en un papel, luego lo marqué.

Una voz femenina me contestó al segundo timbre.

—Olmos estudio, ¿en qué puedo servirle?

—Amm... ¿Hay allí un señor Laslow con quien pueda comunicarme? —pregunté terriblemente confundida.

—Claro, enseguida.

—Gracias —tamborileé los dedos en la mesita mientras escuchaba la fastidiosa melodía a través de la bocina del teléfono.

—Oficina del señor Laslow, ¿en qué puedo ayudarte? —me contestó otra voz más aguda que la primera.

Fruncí el ceño. ¿Qué allí todo mundo contestaba de la misma manera?

—Hola, ¿podrías comunicarme con el señor Laslow, por favor?

—¿Quién lo busca?

—Enid Sinclair.

—Oh, claro. Enseguida —dijo y transfirió la llamada por un lapso de tiempo más corto que el anterior.

—Señorita Sinclair, es usted —dijo la voz de hombre, ronca y amable.

—Eh... sí, pero aún no entiendo quién es usted —musité con franqueza.

—Bueno, soy el presidente de las exposiciones fotográficas de esta empresa, Rowan Laslow.

Los ojos se me abrieron como platos. Rowan Laslow, había leído de él hace bastante tiempo, era el "productor" de las exposiciones fotográficas que tuvieron más fama en el país y no sólo allí.

—¿Señorita Sinclair? —preguntó, ya que me había quedado muda.

—Estoy aquí —farfullé—. Pero aún no entiendo por qué me llamó.

—Pues vimos su fotografía. Nos ha encantado y...

—¿Qué fotografía? —lo interrumpí.

—Un joven vino el día de ayer mostrándonos una fotografía que usted tomó en su viaje a Venecia, Italia, según nos contó él muchacho.

El corazón comenzó a latir debajo de mi pecho. Todo estaba cobrando sentido de pronto.

—A decir verdad, la fotografía es muy buena y pensamos que una exposición con ese tipo de fotografías sería magnífica, pero antes queremos ver todas.

—Ah...

—Si se pregunta cómo conseguimos su teléfono y su nombre, pues déjeme decirle que tiene un amigo muy... insistente —soltó una risita gutural.

Me quedé en silencio por un momento, sintiendo cómo encajaban todas las piezas del asunto de Eugene. Él había tomado una de mis fotos ayer, y ese mismo día la había llevado con Rowan Laslow —una persona que jamás me había visto, pero que tenía que ver conmigo— para que me diera la oportunidad de una exposición de arte, de fotografías. Por eso no quería decirme, por eso esa mirada misteriosa cuando vio el sobre...

Manual de lo Prohibido | Wenclair (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora