Extra

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Narra Wednesday.

Contemplé por un rato a la feliz pareja de pie junto al altar y luego mi mirada revoloteó hacia la bella chica que estaba sentada a mi lado. Los recuerdos salieron a florecer en mi cabeza, haciéndome vibrar por la nitidez con la que se proyectaron.

Mientras el ministro hablaba, uniendo a la pareja frente a él, recordé las palabras de Yoko el año pasado; me golpeaba el pecho con fuerza y rencor, mientras me miraba con sus grandes ojos cafés y lloraba sin contenerse. Me partía el alma verla así.

—¡Vete tras en ella entonces! —me decía—. ¡Alcánzala porque el amor de tu vida se escapa! —me golpeó por doceava vez el pecho.

—Yoko —musité.

—Debí haberme dado cuenta antes —gritaba—. ¡Nos hubiéramos ahorrado todo esto! —manoteó, cansada.

—En ningún momento te engañé, Yoko —expuse—. Ella me robó un beso, pero estaba ebria, Yoko.

—¡Pero tú no! —exclamó con voz estrangulada—. Además, el que haya estado o no ebria no quita que se haya enamorado de ti —señaló un papel sobre la mesa, arrugado violentamente—. ¿Y sabes qué es lo peor? —sollozó—. Que tú, perfectamente cuerda, te enamoraste también... de ella. De mi mejor amiga —gimió.

—Yoko —quise acercarme, abrigarla en mis brazos para que de alguna manera cesara su dolor, pero me quedé a distancia, sabiendo que después de mi confesión, no serviría de nada—. Nunca quise hacerte daño —expliqué—. Simplemente... no pude controlarlo.

Recordé entonces el primer día que descubrí que sentía algo por Enid, o mejor dicho, cuando acepté que sentía algo por ella.

Aquella vez que ella veía una película de terror y que de cierta manera, sin explicarme cómo, quería protegerla entre mis brazos para luego jamás dejarla ir. Con el paso del tiempo me di cuenta de que me gustaba estar a su lado, pasar las horas con su compañía y hacer chistes tontos de cualquier cosa.

—¡Pero pudiste decírmelo! —las palabras de Yoko continuaron—. No había necesidad de que me hirieras de esta forma —sollozó de nuevo—. Pero yo soy la estúpida, ¿sabes? Debí de darme cuenta, por cómo mirabas a Ajax cuando se le acercaba, le hablaba o la besaba.

Mi rostro se endureció al recordarlo. Era una furia devastadora, una inquietud por querer alejarla de Ajax cuando éste se le acercaba. Algo que en ese momento me inundaba de pies a cabeza y que no podía explicarme la razón. Ahora lo sabía.

Volví a perderme en el recuerdo, en la escena de aquel día gris...

Me encontraba inmovilizada en el centro del departamento de Yoko, después de haber parecido una idiota y sentirme como una, viendo a Divina parada en la puerta y a Yoko entre sus brazos, sollozando en su pecho.

Entonces, sólo entonces, me di cuenta de que yo había sido igual de ingenua que Yoko, ahora comprendía quién era la chica a la que Divina amaba y el porqué nunca me lo dijo.

Estaba de pie allí, mirándome con la comprensión de una amiga, con el dolor de una hermana, mientras Yoko la apartaba lejos, llevándosela consigo como el único apoyo con el que contaba.

—Acepto —musitó mi hermana, mirando fijamente a su futura esposa y sonriéndole, haciendo que mi mente volviera al presente.

—Y tú, Yoko Tanaka, ¿aceptas a Divina Addams como tu futura esposa, para amarla, cuidarla, en la salud y enfermedad, hasta que la muerte las separe? —preguntó el ministro.

—Acepto —respondió ella.

Enid se levantó de la silla y sacó su cámara fotográfica. La miré desde abajo, sentada aún.

Manual de lo Prohibido | Wenclair (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora