Capítulo 11

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    Durante el viaje en coche, no he parado de decir "lo siento" a Elliot por manchar el coche a pesar de que era mío. Supongo que estaba más nerviosa en dejarlo perdido de sangre que de quién era en realidad en vehículo.

    Me atienden rápidamente al ver mi mano. Nos llevan a una salita y comienzan a limpiarme la sangre.
   —Ag... —mascullo entre dientes— Perdón-
   —No te disculpes —me dice la doctora— ¿Cómo te lo has hecho?
   —Estaba limpiando mi tienda llena de cristales y me resbalé —respondo, mientras miro a Elliot lanzarme una mirada.
    Por mucho secreto profesional que tengan los doctores de este pueblo, al final siempre se acaba sabiendo todo. Y no quiero que todos sepan que Jane entró como alma que lleva al diablo. La verdad es que me asustó bastante.

    Termina de coserme la herida y luego la vendan. La doctora me sonríe.
   —Espera aquí, iré a por una receta —se levanta y mira a Elliot de mala manera—. Mira que dejar que una señorita limpie cristales sola. Menudo eres Elliot Bloomgate.
   —No volverá a ocurrir —le responde, con una sonrisa.
    La doctora niega con la cabeza y se marcha.
    Elliot se acerca a mí, sentándose en la silla de la doctora.
    Evito mirarle, porque sé qué es lo que me va a preguntar.
    Pero no es solo por eso. También recuerdo a Grace diciéndome que no confía en Elliot y que lo diga la mejor amiga de tu hermana, es que significa algo.
    Agarro mi bolso como modo de escudo con la mano sana, esperando a que la doctora regresase cuanto antes.
   — ¿A qué venía lo sucedido con Jane? —me pregunta, en un tono de curiosidad.
   —A nada —contesto, manteniendo mi mirada en el vendaje.
   —Carla, ambos sabemos que no parecía nada —le miro por el rabillo del ojo y veo que ha colocado las manos encima de la mesa, juntándolas— ¿Por qué Jane piensa que estás investigando?
    Mantengo la mirada todavía en mi herida. Si le miro a los ojos, seguro que sabrá que algo oculto.
    Me encojo de hombros, como si le hiciera entender que no sé nada.
   —Mira —escucho que se acerca más a la mesa, moviendo la silla—, no tienes por qué preocuparte, estoy de tu lado.
    Despacio, voy girando la cara para mirarle.
    Elliot me mira preocupado y suspiro.
   —Tan solo les he preguntado a su grupo sobre Daliah y sus últimos días en las clases —contesto, casi con un hilo de voz—. Quería saber si ellos sabían algo de lo que le estaba sucediendo.
    Miento en parte. No quiero que Elliot sepa la verdad.
    Se frota la cara, como si estuviera decepcionado conmigo.
    Bajo la mirada un poco nerviosa. Le estoy mintiendo a un policía. Ya era suficiente en el pasado hablar con su padre sobre el secuestro de Hannah, que ahora tengo que lidiar con el hijo.

    Me siento realmente molesta.

    Elliot me coge la mano sana, la que estoy usando a modo de protección y le miro sorprendida. Es como si hubiera conseguido penetrar en mi espacio personal en este momento.
   —Sé que estás muy afectada por todo lo ocurrido —me aprieta la mano, evitando hacerme daño—, pero por favor, no vuelvas a meterte en problemas, déjanos a la policía hacer nuestro trabajo, ¿De acuerdo?
    Asiento despacio y entonces veo cómo me acaricia la mano con uno de sus dedos con suavidad.
   —Bien, ya estoy aquí —Elliot se separa al escuchar a la doctora y me da una hoja—. Aquí está la medicación que debes tomar para el dolor, ven dentro de una semana para ver cómo evoluciona la herida.
   —Vale, gracias —acepto el papel, acercándome a la puerta.
    Doy gracias que al menos no han sido los dedos lo que me he cortado.
   —Te llevo a casa —de nuevo, Elliot coloca una mano en mi espalda y me guía fuera de la salita—, pero pasaremos por la farmacia antes y así compramos la medicina.
    Intento no verle por lo sucedido. No entiendo qué intenta hacer Elliot ¿acaso piensa sacarme información?

    En el coche, intento no mirarle todo el tiempo, no pareciendo que sospecho de él.
    Abro mi bolso y busco mi móvil. En pantalla veo que tengo mensajes de Jake.
   —Deja el móvil —escucho a Elliot decirme casi autoritario.
    Me giro despacio para mirarle, asustada.
    Suelta una risita y me mira rápido.
   —De momento no deberías ponerte a hablar —me dice más con calma—, te acaban de coser la mano, déjala reposar.
   —Claro —sonrío de manera nerviosa, dejando el móvil en el bolso.
   — ¿Te importa si te hago compañía? —Le oigo preguntar en un tono amigable— Al menos solo por hoy, viendo cómo está tu mano —le veo hacer un gesto con la boca de dolor—, algo me dice que vas a necesitar ayuda para algunas cosas.
   —No, tranquilo, estaré bien-
   —Insisto —me lanza una mirada rápida antes de continuar mirando hacia delante—, es lo menos que puedo hacer.
   —Vale... —asiento y me pego un poco más a la puerta del coche, pensando en si saltar o no porque me da miedo el pensar que no me va a llevar a otro sitio que no sea mi casa.

La mitad de mí / DuskwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora