31. Te necesito

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Capítulo 31. Te necesito 

Summer

Bajo las escaleras escuchando la voz de Liam y Leister. Hay una tercera voz que reconozco vagamente.

Me aproximo a la sala donde una computadora portátil está acomodada en la mesa del centro.

—Hola —digo con voz débil por haberme despertado recién. 

Leister se voltea y me saluda con la mao.

—Mira quién está aquí —comenta Liam y mueve la computadora enseñando la pantalla. 

Me hago a un lado para ver con claridad. Una sonrisa genuina asoma por mi rostro.

—Te ves bien Clark.

Él menea la cabeza a los lados como diciendo: siempre. 

—Te cortaste el cabello. Te queda muy bien. —Su rostro se acerca más a la cámara como si esperara verme mejor de esa forma—. ¿De quién es esa camiseta? ¿Es del equipo de fútbol?

Reina el silencio por lo que parece una eternidad. 

Muevo el zapato por el piso, mirando a cualquier parte menos donde Clark sigue mirando, esperando una respuesta que… bueno, es complicado.

—Es de Kol con k y no con c —responde Liam llevando la computadora al lugar inicial y hablando como si no estuvieramos Leister y yo presentes—, es el nuevo novio de Summer. Si te conté, el chico nuevo al que estamos arrendando tu habitación. Pero es temporal porque vas a volver, ¿no? ¿No?

Leister abre los ojos mirándome para que le ayude. Liam luce como un niño esperanzado. Clark se aclara la garganta.

—Ya hablamos de esto amigo.

—No —Liam menea la cabeza en negación—, dijiste que te irías por un tiempo. Ya está siendo mucho tiempo ese tiempo. ¿Cuánto tiempo será?

—Amigo —la voz de Clark suena rasposa y adolorida—, no. 

Liam sacude la cabeza, se levanta y se va de la sala a paso firme, cerrando la puerta de casa con más fuerza de lo que le he escuchado. 

—¿Se fue? —pregunta Clark. 

Suspira.

Leister se coloca frente a la computadora con una sonrisa débil que muestra compasión.

—No lo puedes culpar, esperábamos que volvieras para el siguiente semestre. Y… si. 

La tristeza ronda sobre el ambiente como una manta pesada, como si ninguno de ellos se volvieran a ver. Y la sensación me produce un retorcijón en el pecho por cada uno de ellos. 

Sé lo bien que se llevaban.

—Si, lo entiendo. —Clark lanza un suspiro tan cansado que parece que no ha dormido por varias noches—. Dile que me escriba cuando quiera, voy a estar al pendiente. 

—Seguro. 

Se quedan en silencio, como una despedida sin palabras y Leister baja la tapa de la laptop. 

Se masajea el cabello y me mira. Los golpes siguen presentes pero han cambiado un poco de color, ya no son púrpuras, ahora son amarillos verdosos.

—¿Hambre? —me dice con un tono de deje en su voz, como si quisiera estar haciendo otra cosa.

—Debo ir a los dormitorios.

—¿Quieres que te lleve?

Niego con la cabeza.

Una mentira blanca para una alma destrozada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora