Capítulo 11.

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Capítulo 11.


Ya era bastante tarde, el cielo se había despejado un momento, en el instante en el que Elspeth se sentó en aquella banca, medianamente mojada, tras los extensos cúmulos de nubes grises que llenaban el cielo, los cuales, el aire prontamente los fue moviendo, se pudo distinguir un bello atardecer, con un cielo rojizo que lanzaba sus rayos de luz tan poderosos hacia las nubes de la tierra y todo lo que estas no cubrían, que el ambiente tomo un tono rojizo tenue, muy parecido a uno rosado. 

Sin darse cuenta, durante un gran período de tiempo, una silueta femenina con un paraguas comenzó a seguirlo desde que salió de la institución donde el hermano de su novia tomaba sus lecciones de piano. Hasta que, cuando llegó aquel parque de skate solitario, aquella vigilante se acercó al muchacho, dejando de lado su anonimato entre las sombras, caminando desde detrás de un árbol y llegando hasta el muchacho. Curiosamente la chica se dio cuenta de que Elspeth no se mantenía concentrado ya que a pesar de que todo estaba despajado de gente, el chico seguía sumergido en sus pensamientos, sin notar su presencia; en cambio de ella, quien lograba detectar la presencia de una persona cuando esta se encontraba incluso lejos de ella.

   — Eh... Ah, Aina...— exclamo completamente sorprendido cuando se encontró con ella de frente al levantarse de la banca en donde estaba sentado.

   — Parecías distraído, como de costumbre.— mencionó con una sonrisa.— Lamento asustarte.

La chica iba vestida con un abrigo color café que le llegaba debajo de las caderas, llevaba una falda de cuadros color verde, unas mallas negras y unas botas para lluvia, además de su bolsa color café que colgaba de su hombro izquierdo y un paraguas que sostenía en su mano derecha, el cual, se encontraba cerrado.

   — ¿Qué haces por aquí?— el muchacho aún apenado por su casi encontronazo comenzó a entablar una conversación con ella.

   — Pues, como tengo un experimento para mi clase de Biología, decidí ir a comprar unos materiales en la farmacia pues los necesitaba, pero como llovió casi toda la tarde, no pude ir, apenas que la lluvia dio tregua salí con este paraguas, iba hacia la farmacia cuando te vi aquí solo.

   — Ah ya veo.

   — ¿Qué haces por aquí tú solo?— la chica comenzó a caminar hacia donde se dirigía originalmente.

Al ver esto, el chico se sorprendió y comenzó a seguirla para continuar con la conversación.

   — Pues había ido con mi novia a recoger a su hermanito.

   — Ya veo.  ¿Se supone que hoy es tu cumpleaños, no?

   — Sí.—  contestó con desanimo.— Es un lindo clima no es así. 

   — Me gusta, la lluvia me parece relajante, lástima por los vagabundos y los animales callejeros, ellos no tienen donde resguardarse.

   — Bueno, sí, ellos no tienen la misma suerte.

   — Por cierto, ¿cuántos años cumples? 

   — Ah, yo...— antes de poder decir su edad, el muchacho se percató de que nuevamente iba a comenzar a llover, pues el cielo se nublo nuevamente y de golpe comenzó otra tormenta.

De inmediato Aina abrió su paraguas, tomo por el hombro al chico y lo acercó a ella de golpe para que este no se empapara con la lluvia. Dentro del paraguas, corriendo juntos, se dirigieron debajo de un puente poco transitado en donde se cubrieron del agua. Tan solo al llegar, la chica retiro el paraguas, antes de cerrarlo por completo lo sacudió con firmeza para quitarle el agua.

   — Eso estuvo cerca.

   —  Sí, casi nos empapamos de nuevo.

   — Gracias, reaccionaste rápido.— el chico le sonrió mientras se quitaba el agua de encima de su ropa.— Vaya día, solo falta que nos caiga un piano.

   — ¿Acaso ya te orino un perro?

   — ¿Qué?— preguntó sorprendido con una sonrisa.

   — Es que dijiste que solo faltaba que nos cayera un piano, pero primero nos tiene que orinar un perro. 

   — Ah, no, solo me equivoque con el orden. 

   — Deberíamos ir a mi casa, no está lejos, te puedo prestar ropa y ahí estaremos mejor resguardados bajo la lluvia que aquí que hace frío. 

   — ¿No ibas a ir por tus materiales?

   — Creo que iré cuando el clima haya mejorado.

Después de que la joven mencionó esas palabras un trueno sonó iluminando por completo el cielo y sorprendiendo a los muchachos. Dándose cuenta de que la tormenta no iba a volver a dar tregua.

   — Bien, si no es inconveniente creo que aceptaré tú oferta...— mencionó Elspeth mirando como caía más fuerte la lluvia.

  — No está lejos, solo unas cuantas calles. 

En seguida volvió a preparar el paraguas para usarlo otra vez, aun debajo de aquel puente de forma muy amable lo tomo de la mano y lo acercó a ella, mirándolo con una sonrisa comenzó a caminar hacia la lluvia mientras él se iba acercando a ella poco a poco. 

Ya, bajo la tormenta, caminaron con sumo cuidado hasta cruzar varias calles sin soltarse de la mano, lo cual, le pareció un detalle tierno al chico quien se la pasó viendo a Aina mientras caminaban por la acera, sin percatarse a donde lo llevaban.

Unos minutos pasaron y por fin llegaron a la casa de la chica, ahí cuando al voltear a ambos lados el muchacho se dio cuenta de que llegaron a la mejor zona de la ciudad, viendo como la mayoría de las casas eran sumamente grandes, con extensos jardines y fachadas hermosas.

Aina tocó uno de los botones de los comunicadores de la puerta y mencionó ante el micrófono quien era para que le abriesen la reja de afuera.

   — Ven, entra.— tomó al chico de la mano y lo metió junto con ella a su casa.

Elspeth seguía anonadado al ver como la casa de su compañera era bastante grande, contaba afuera con una reja negra que solo dejaban ver el enorme jardín al rededor de la casa, a lo lejos se podía ver la vivienda del cirujano, que contaba con tres pisos de altura y una enorme longitud. A lo lejos el chico pudo ver como de la enorme puerta de la casa, salió quien parecía ser el mayordomo de la familia con unas toallas en las manos esperándolos.

Resident Evil: El Hijo Bastardo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora