Hace tres años, en medio de la enfermedad de su única hija y con deudas interminables, una mujer de sesenta años buscaba trabajo en distintos sectores en los que la aceptaran pese a su edad. La necesidad del dinero era tanta que no le importaba de qué fuera, solo necesitaba llegar a casa y darle su medicamento y estabilidad a su hija.
Cuando entró a un restaurante el dueño del lugar la aceptó después de una prueba de cocina, sin embargo, obtuvo quejas de algunos clientes por ser lenta y vieja.
Un día, un hombre temperamental había arrojado sopa caliente a sus pies porque supuestamente estaba fría, no hubo heridas graves, pero sí una casi bofetada que nunca llegó. Al menos no a su rostro. Frente a ella estaba un joven de cabellos rubios que vestía elegante, portaba llamativos aretes de plata, y a simple vista parecía delicado pero sostenía la muñeca del fornido hombre mayor con bastante fuerza, tanta que el otro hacía muecas por el dolor. El joven parecía sonreír ante la debilidad de su contrincante.
El hombre, rendido, salió junto a una mujer del local cuando los otros meseros aparecieron, justo antes de que el dueño llegara para ver el proceso de su nueva mesera; que no esperaba renunciara a solo dos semanas de empezar.
Ella recibió un pago accesible, pero no era suficiente.
Cuando salió de la oficina se encontró con el mismo joven; su rostro era bastante atractivo y sus ojos verdes brillaban a través del cristal de sus gafas. El hombre al verla alzó su mano llamando su atención. La mujer entendió que se dirigía a ella, y se acercó un momento dispuesta a agradecerle, pero sus palabras fueron reemplazadas por la tranquila voz del rubio.
—Mi novio y yo no tenemos suficiente tiempo para mantener nuestro departamento ordenado o comer decentemente en la noche. Si quiere agradecer mi ayuda, preséntese mañana a primera hora a esta dirección.
La mujer sostuvo el papel entre sus manos, su mirada interrogante y confusa hizo que el joven rodara los ojos con evidente fastidio.
—Si no quiere el trabajo no vaya, no es una obligación, de todas formas trescientos dólares quincenales no son nada.
La expresión indecisa de Guri Yeo pasó a una incrédula, sus ojos cansados abriéndose de sobremanera ante la cantidad que se mencionaba; eso sería más que suficiente para un mes, si lo pensaba, podría pagar tantas cosas.
El atractivo hombre se retiró del lugar despidiéndose del dueño con una pequeña sonrisa, y una última mirada a la mujer mayor.
En ese momento ella pensó que el cielo la estaba recompensando después de tanto sacrificio.
Como se le fue indicado, llegó a la residencia Min a primera hora. Decir que se impresionó por el departamento es poco, era como una mansión, aunque lo supuso por la zona rodeada de edificios grandes para gente de estatus alto. Un segundo hombre, de apariencia jovial y cuyo cabello estaba teñido de azul haciendo resaltar la palidez de su piel, la había recibido como a una invitada, sirviéndole una taza de café y conversando con ella. Tuvo el gusto de conocer a Min Yoongi. Él la trató como a un ser humano, conversaron un rato en la mesa, y al poco tiempo llegó el otro joven llamado Park Jimin. Él, a diferencia del otro, era más frío, serio e inquisitivo. Le hizo algunas preguntas sobre la limpieza, su cocina, y sus horarios buscando uno adecuado.
Al final del día fue contratada cuando Yoongi dijo que la mujer era dulce y agradable; eso había sido suficiente para Jimin que no dijo nada más que una palabra junto a una sonrisa en sus labios:
—Contratada.
Durante el tiempo de prueba Yoongi había entrado en confianza con ella, le hablaba como si fuera su propia madre. Aunque Guri Yeo no sobrepasara los límites establecidos, le correspondía sus charlas y cocinaba sus comidas favoritas, pero nunca dejó de llamarlos por sus apellidos, aunque Yoongi se quejara. Poco después, gracias a su trabajo y sueldo, logró pagar tanto medicamentos como consultas para su hija. A los dos años ya tenía suficiente dinero para una prometiente cirugía. Ella estaba sumamente agradecida con la pareja Min Park.
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YOUNIVERSE. ➸yoonmin
Fanfic❝ La noche del primero de septiembre Park Jimin regresaría de su agitador trabajo, saludando comúnmente a su vecino del frente, alimentando a su cachorro para irse a dormir, tapándose con su sábana favorita y pedir que el siguiente día fuera mejor...