Presagio • Katniss & Finnick

Capítulo 5: Encanto

Katniss

Me subo rápido al ascensor, aún siento como mis mejillas arden. De nuevo Peeta ha decidido no confiar en mí y confesar sus sentimientos a nivel nacional. Aunque no se si la pena que siento es por eso o por otra razón inexplicable. Los tributos que subieron conmigo ni siquiera intentan hablarme, aunque veo que me miran de reojo, frunzo el ceño, tengo unas ganas incontrolables de gritar.

¡Ahg!

Aprieto la tela de mi vestido mientas el elevador comienza a subir. No, no estoy así de molesta por Peeta. Y si tiene una explicación. Estoy así porque vi a Finnick con otra mujer. Y una muy guapa.

El elevador marca el número diez y hace una pausa para que los tributos bajen. Tengo que tranquilizarme, porque sino el pobre Peeta podría pagar las consecuencias de mi mal carácter. Inhalo, exhalo, intento limpiar el sudor de mis manos pero el vestido está lleno de piedras, así que no ayuda en nada.

Las puertas se abren y salgo al pasillo, Peeta ha llegado antes que yo, pero se da cuenta que estoy aquí. Sus mejillas se ponen rojas y comienza a avanzar a paso apresurado, ¿está huyendo de mi?

—Peeta, espera —le digo y camino detrás de él.

El piso está recién pulido, así que al dar la vuelta él se resbala, empujando una vasija de porcelana que cae ruidosamente al piso partiéndose en cachitos. Sus manos aterrizan en los trozos y de inmediato comienza a sangrar.

Corro hasta él para ayudarlo y justo en ese momento llegan a nosotros todo el equipo de preparación que al ver la escena se imaginan lo peor. Effie grita y corre hasta Peeta.

—¿Lo has empujado? —pregunta Haymitch pero me suena a más una afirmación. Está molesto.

Todos corren hasta para ayudarlo pero me apartan de él.

—¡Claro que no lo he hecho! —reprocho—. Él se cayó y vine a ayudarlo.

Hay un silencio incómodo. ¿Tan mala fama ya me hecho? No me duele que no me crean, pero si me molesta. Haymitch se acerca hasta Peeta y lo toma del hombro. No se si Portia o Cinna le ha dado un pañuelo para que pueda parar la hemorragia.

—¿Es verdad? —le pregunta, Peeta voltea a verme.

—Sí, lo es. Ella no me ha hecho nada —se escucha un suspiro general que hace que me moleste más.

—¿Por qué no me avisaste que harías eso? —pregunto molesta—. De haber sabido...

—¿Qué? ¿Te hubieras negado cielito? —pregunta Haymitch exasperado.

—No —respondo cortante.

—¿No te das cuenta de que te ha beneficiado? Apenas has sido simpática en tu entrevista, nada memorable, pero después de que él hablara ¡te ha hecho ver deseable! Algo que ni en un millón de años lograrías tu sola... —me dice mientras sujeta a Peeta del hombro.

Auch. Siento como si me hubieran golpeado en el estómago.

—Aún así no tenían derecho de hacerlo solos —digo tratando de defenderme—. De haber sabido antes sobre esta estrategia podría haber reaccionado mejor de que nos beneficia pero...

—¿Estrategia...? —comienza a preguntar Peeta pero Haymitch lo calla.

—¡Eso ya no importa! —me grita irónico.

—Pero tengo el derecho porque se trata de mi. Estoy metida en esto.

Haymitch frunce el ceño, molesto porque cuestione y no de el brazo a torcer. Había olvidado lo exasperante que era cuando seguía siendo un borracho.