Capítulo 8: Fuego y Veneno

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Katniss

—¡Corre, Peeta! —es lo único que alcanzo a gritar antes de que el nido estalle en el piso.

Los gritos empiezan mientras yo trato de bajar del árbol pero me mareo demasiado, el dolor de las picaduras es cegador, hace que hasta los huesos me duelan y el corazón intenta salirse de mi pecho. Es peor de cómo lo recordaba.

—¡Corran, al lago! —escucho como grita Cato y los pasos presurosos que se marchan, pero dos chicas se quedan atrapadas, porque escucho sus gritos de desesperación, ¿será Glimmer? ¿Clove? No lo sé, su fogata está muy abajo como para que lo pueda ver desde aquí.

Tomo la mochila e intento sujetarme con fuerza al árbol, para poder bajar, pero me resbalo al final y caigo al piso. De inmediato se me va el aire de los pulmones. Abro la boca como un pez, en busca de aire. Cuando consigo volver a respirar, me saco los aguijones para que no se hinchen más los piquetes.

Por suerte no he caído sobre el fuego. Me levanto como puedo y veo la sombra de dos cuerpos en el piso, un mechón rubio...

—¡Peeta! —digo y corro tras el cuerpo pero no es Peeta, él no tiene el cabello tan largo, entonces logro reconocer a Glimmer, lo cual es muy difícil porque está llena de piquetes del tamaño de naranjas. La cinta que sujeta el carcaj a su cuerpo me recuerda que debo tomarlo, es mi única oportunidad. Me acerco a ella y el solo contacto hace que los piquetes estallen y supuren pus verde.

No es real... me digo a mi misma.

Tomo valor y la ruedo pero el pus comienza a salir de su cuerpo y el olor se vuelve insoportable. Estoy apunto de vomitar, me dan arcadas, pero de alguna manera consigo seguir con mi trabajo. Me hecho el carcaj al hombro, gateo tanteando el piso y avanzo un poco pero no hay pista del arco, casi no veo, no sé si sea por el veneno pero siento como si la fogata no iluminara nada.

Comienzo a sentirme desesperada, hasta que un par de metros adelante veo el arco, probablemente Glimmer intento espantar las rastrevispulas con el, pero no sirvió de nada. Ella ahora está en un charco gigante de líquido verde asqueroso, no queda nada de esa bella chica en la entrevista... Cuando tengo el arco en mis manos, suena el cañón, los sinsajos advierten del aerodeslizador.

Intento pararme pero las piernas me tiemblan como si fuera un bebé. Escucho como alguien viene detrás de mi, tropezándose con los arbustos, hago un intento mediocre por colocar la flecha en su lugar, pero se va de lado, no podré disparar, ¿cual de las tres cuerdas es la verdadera? De nuevo estoy indefensa.

No sé cómo lo hago pero me pongo en pie, preparándome para lo que viene, veo cómo la sombra sale de entre los arbustos, hasta que se acerca lo suficiente para que lo reconozca, es Peeta, corriendo hacia acá con lanza en mano pero al verme la baja. ¿Pensó que había muerto? ¿Venía a rematar a mis asesinas? Todo su cuerpo brilla en tonos naranjas, le sonrío pero después me preocupo, Cato ya debe venir tras de él, es cuestión de tiempo.

—¡Corre! —le digo—. ¡Tenemos que correr! ¡Vámonos!

Él está como un borracho, pero me entiende lo suficiente, porque corre hacia la profundidad del bosque dejando en el piso la lanza.

—¡Corre! —grito y entonces yo salgo en dirección contraria—. ¡Corre, Peeta! —vuelvo a gritar para que sea a mi a quien Cato persiga.

Escucho que algo o alguien me sigue, ruego porque no sea Peeta, necesito que él se aleje lo suficiente de aqui. Poco a poco voy perdiendo más la visión, porque no hay luz, voces y ruidos extraños salen de entre los árboles. La luna me sonríe con afilados dientes, miles de arañas fosforescentes vienen por mi, las sombras se convierten en monstruos espeluznantes, los árboles lloran sangre. Escucho como alguien grita, pero por más que volteo no veo a nadie, creo que es mi propia voz. Mientras corro me tropiezo y caigo en un pozo negro, profundo... que parece no tener fin...

Presagio • Katniss & Finnick Donde viven las historias. Descúbrelo ahora