𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟑

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Navidad en la sala reservada

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𝑯𝒂𝒓𝒓𝒚 𝑷𝒐𝒕𝒕𝒆𝒓

── ¿𝕰𝖗𝖆 𝖕𝖔𝖗 𝖊𝖘𝖔 𝖕𝖔𝖗 𝖑𝖔 𝖖𝖚𝖊 𝕯𝖚𝖒𝖇𝖑𝖊𝖉𝖔𝖗𝖊 𝖞𝖆 𝖓𝖔 𝖒𝖎𝖗𝖆𝖇𝖆 𝖆 𝕳𝖆𝖗𝖗𝖞 𝖆 𝖑𝖔𝖘 𝖔𝖏𝖔𝖘? ¿𝕬𝖈𝖆𝖘𝖔 𝖊𝖘𝖕𝖊𝖗𝖆𝖇𝖆 𝖛𝖊𝖗 𝖆 𝖁𝖔𝖑𝖉𝖊𝖒𝖔𝖗𝖙 𝖒𝖎𝖗𝖆𝖓𝖉𝖔 𝖆 𝖙𝖗𝖆𝖛𝖊́𝖘 𝖉𝖊 𝖊𝖑𝖑𝖔𝖘? ¿Temía quizá que el verde intenso de los ojos de Harry se tornara de pronto rojo, y que sus pupilas se convirtieran en dos rendijas felinas? Harry recordó cómo en una ocasión la cara de serpiente de Voldemort había salido de la parte de atrás de la cabeza del profesor Quirrell, y se pasó una mano por la nuca, preguntándose qué ocurriría si Voldemort saliera de pronto de su cráneo. Se sentía sucio, contaminado, como si llevara dentro un germen mortal; no era digno de ir sentado en un vagón de metro, de regreso del hospital, con gente inocente y limpia, cuyas mentes y cuyos cuerpos estaban libres del estigma de Voldemort... Él no sólo había visto la serpiente: él era la serpiente, ahora lo sabía...

Entonces se le ocurrió algo verdaderamente terrible, un recuerdo que surgió de su mente y que hizo que las entrañas se le retorcieran como si fueran serpientes.

«¿Qué busca, aparte de seguidores?»

«Cosas que sólo puede conseguir furtivamente... como un arma. Algo que no tenía la última vez.»

«Yo soy el arma —pensó Harry, y fue como si por sus venas corriera veneno en lugar de sangre, un veneno que lo dejó helado e hizo que rompiera a sudar mientras se mecía con el tren por un oscuro túnel—. Voldemort intenta utilizarme, por eso me ponen vigilantes adondequiera que voy, pero no es para protegerme, sino para proteger a los demás; lo que ocurre es que no funciona porque no pueden vigilarme constantemente dentro de Hogwarts... Anoche ataqué al señor Weasley, seguro que fui yo. Voldemort me obligó a hacerlo, podría estar dentro de mí ahora mismo escuchando lo que pienso...» —¿Te encuentras bien, Harry, querido? —susurró la señora Weasley inclinándose sobre Ginny para hablar con él, mientras el tren traqueteaba por el túnel—. No tienes muy buen aspecto. ¿Estás mareado? Todos lo miraban. Harry movió la cabeza enérgicamente y fijó la vista en un anuncio de una compañía de seguros.

—Harry, cariño, ¿seguro que estás bien? —insistió la señora Weasley, preocupada, cuando rodeaban la descuidada extensión de hierba que había en el centro de Grimmauld Place—. Estás tan pálido... ¿Seguro que has dormido esta mañana? Ahora subes a tu habitación y duermes un par de horitas antes de la cena, ¿de acuerdo?

Harry asintió. Aún no podía entender como había podido dormir al lado de Soleil, cuando se dio cuenta su cabeza se había inclinado involuntariamente... sí, pero realmente solo se había dado cuenta que había estado dormido cuando ella lo levantó entre susurros, tenía la certeza de que no dormiría pues aún le parecía ver con colores vivos la escena en donde él atacaba al señor Weasley cuando cerraba los ojos, sin embargo, pudo encontrar un momento de paz en el regazo de Soleil.

En cuanto la señora Weasley abrió la puerta de la calle, Harry pasó a toda prisa por delante del paragüero con forma de pierna de trol, subió la escalera y fue al dormitorio que compartía con Ron.

Una vez allí empezó a pasearse por la habitación, por delante de las dos camas y del cuadro vacío de Phineas Nigellus. En su cerebro bullían preguntas y más ideas espantosas.

𝑮𝒓𝒚𝒇𝒇𝒊𝒏𝒅𝒐𝒓 ² [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora