ੈ🌑SEIS

1.2K 173 8
                                    

—Mile, contrólate. —Pidió Apo mientras hacía el arroz.

Era un viernes por la noche y Barcode se había ido de fiesta con su novio, lo que le permitió a Ranger volver a ser Mile y acompañar a su bello Apo en la tarea de cocinar.

Pero...

El humano olía tan bien que no podía evitar olfatearlo y dejarle pequeñas, muy pequeñas mordidas en su cuello.

Escuchaba la risita de Apo cada vez que sentía su respiración en aquella zona tan sensible.

Mile estaba contento porque por fin, en dos años, podía estar como realmente él quería al lado de su bello Omega.

—Poo~ Kochinie~ —Canturreaba el Alfa tiernamente para que el mencionado le prestara atención.

—Oh por Dios. —Apo dejó de picar la verdura al ver que su Lobo hacía una especie de puchero y lucía tan pequeño que le estaba costando no lanzarse sobre él y comérselo a besos.

Mile infló sus mejillas y se balanceaba de un lado a otro, se veía tan bebé con su enorme camisa amarilla y unos pantalones de chándal.

—Es que Po no me hace caso. —Respondió con el puchero.

Apo se sonrojó y llevó sus manos a las mejillas del enorme Alfa, las apretó y escuchó el chillido de queja por parte del menor, pero eso sólo le resultó dulce.

—Eres un bebé grande, tan lindo. —Apo besó la punta de su nariz y se volteó, siguiendo con su tarea.

Mientras tanto, Mile estaba rojo como un tomate, esa muestra de afecto le aceleró el corazón.

Se sentó en un taburete y observó como el peliazul tenía una sonrisa pequeña adornando su rostro, al parecer su estado de ánimo había mejorado gracias a su intento de ternura.

Él sólo había imitado los mismos gestos que Apo hacía cuando quería algo de Barcode. Y le había funcionado.

—Dime Mile, ¿cómo era tu vida en las montañas? —Preguntó después de probar la carne.

—Sólo puedo describirla con una palabra: libertad. —Respondió con una sonrisa melancólica. — Podía correr cuanto quisiera, jugar con los demás, cazar por las noches, entrenar con mi padre. — Apo notó el brillo en los ojos de su Lobo, era muy lindo cuando hablaba de su mundo Entonces,

al encontrar una ardilla, sólo quería jugar con ella, pero esta huyó de mí, luego, Ta y Jeff se burlaron de mi mala suerte. —Terminó con otro puchero.

—Bueno, ¿quién no huiría de un Lobo? —Comentó con gracia.

—¡Pero yo sólo quería jugar! —Replicó enfurruñado.

Apo sonrió encantado, Mile sólo tenía dieciocho años, era comprensible que siguiera comportándose como un bebé.

—¿Quieres regresar con ellos? —Preguntó suavemente.

Y esa pregunta dejó a Mile con muchas emociones. Quería, por supuesto que sí, pero quería irse junto a Apo, y sabía que él no dejaría su cómoda vida por una rústica y lejos de la sociedad. Además, él ya se estaba acostumbrando a vivir como los humanos...

—No lo sé. —Respondió con un deje de temor.

Para Apo eso fue suficiente. Se puso de pie y abrazó al menor, dejando su cabeza sobre su pecho.

—No te angusties. —Dijo mientras acariciaba su sedoso y suave cabello negro. —Supongo que aún no es el momento para que tomes esa decisión.

Mile abrazó con fuerza la delgada cintura y escondió su rostro en el cuello del peliazul, embriagándose del exquisito aroma de su Omega.

¿Cómo podría describir la maravillosa sensación al estar entre sus brazos? Él lo llamaría: hogar. Porque eso era Apo para él, su hogar.

—Es hora de comer, mañana aún tengo que trabajar, pero volveré temprano, así podemos ir a un bosque que está cerca del zoológico. —Mientras hablaba, seguía con sus suaves caricias en el cabello y la nuca, deleitándose del ronroneo que emitía el Lobo contra su garganta.

—Hueles muy rico... —Dijo en tono ronco al pasar su nariz a lo largo del cuello, apretando un poco más la cintura. Sus colmillos picaban y los rozó con cuidado sobre la dulce piel. —Tu fragancia me hace sentir tranquilo...

Apo estaba muy rojo ante aquellos comentarios. Pero sentir la calidez del cuerpo de su Lobo lo envolvía en un mágico ambiente.

Lo abrazó más fuerte, los dos queriéndose fundir con el otro, Apo no lo sabía, pero esa sensación de paz que lo dominaba, esa intensa necesidad que estaba experimentando por sentir el tacto del chico, se debía a que su alma reconocía a su Alfa.

Apo también era un Lobo, pero al nacer en una familia de puros humanos y que éstos fueran cazadores, desde la tierna edad de un año, sus padres mezclaron en la leche una sustancia que

provocó que su Lobo interno cayera en un sueño profundo. Lo que derivó en que él fuese ignorante de su verdadera naturaleza durante toda su vida.

Hasta hoy, que su Omega empezaba a despertar gracias a la presencia de su Alfa.


My Sweet Wolf

My Sweet Wolf- MileapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora