ੈ🌑VEINTIOCHO

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Cuando Apo por fin pudo descansar en paz esa noche; o mejor dicho, madrugada, sentía que había estado viviendo una ilusión.

Todo pasó muy rápido, la adrenalina había succionado toda su energía. Era un poco inaudito que sus padres adoptivos estaban en prisión, que incluso él había encontrado a su verdadero padre que aún estaba inconsciente en una cama de hospital con una herida sanando lentamente debido a todo el maltrato vivido y las sustancias prohibidas que le inyectaban; lo habían dejado débil.

Apo había llorado mucho estando al lado de su progenitor, en su corazón estaba sumamente agradecido con la vida y la Luna por regresarle a ese hombre que él había deseado conocer desde que su madre le habló de él por primera vez.

Su querida mamá... Estaba más que seguro que ella brincaría de la felicidad cuando vuelva a ver a su esposo, su pareja destinada.

Era como vivir en una utopía, pues tenía a todas las personas que amaba a su lado. Después de tanto dolor podía decir que era plenamente feliz.

—Mi amor, no llores. —Mile lo abrazó mientras acariciaba su cabello. Inhaló de su cuello profundamente y se sorprendió al detectar un sutil cambio en su aroma.

—Estoy tan contento, Mile. —Dijo entre sollozos.

—Yo también, eres todo un guerrero, no sabes lo orgulloso que estoy de ti, de mi hermoso Omega. Tan fuerte y valiente. —Lo apresó con necesidad entre sus brazos musculosos. Mile estaba más que feliz.

Apo se había sonrojado por el tono tan sincero del menor... Le complacía saber que su Alfa estaba orgulloso de él, se sentía grande en esos momentos.

—Mile... Tengo a mi padre de regreso... —Susurró mirándolo con una sonrisa. —Aún estoy en shock... E-es... Es... Por la diosa Luna... ¡Es maravilloso!

Apo se rió entre llantos, no podía expresar con palabras la tranquilidad que estaba experimentando, aquella opresión en su pecho se había desvanecido cuando su Lobo le gritó el haber encontrado a su Alfa, a su padre.

—Ahora entiendes de dónde eres tan fuerte, tu padre es el más claro ejemplo de poder... Incluso es más fuerte que mi padre... Y eso dice mucho, debo tener cuidado con mi suegro. —Murmuró esas últimas palabras sintiendo una gota de sudor frío recorrer su espalda.

—Sé que mi padre te amará. —Le consoló distraídamente.

—Eso espero, si no, te quedarás viudo muy joven. —Bromeó el pelinegro menor mientras besaba la mejilla de su amado.

Pero el Lobo de Apo se había tensado.

—Ni se te ocurra dejarme, Mile Phakphum.¡Debes hacerte cargo de nosotros! JungKook no tuvo oportunidad de responder, pues Apo lo besó sorpresivamente.

Su Lobo agitaba la cola contento al haber confirmado las palabras de su Omega. Nunca se había sentido tan pleno.

Sintió sus ojos arder por la felicidad que aquella noticia le había causado, estaba más que seguro que Apo no lo sabía aún, pues fue su Lobo quien había dicho aquello, pero él ya lo sabía. Apo en esos momentos poseía más de un aroma y eran una mezcla entre olores fuertes y dulces...

Se sentía bendecido, su Omega estaba encinta.

Justo después de aquella peligrosa misión, su cuerpo se había adaptado para alojar a sus cachorros, pues si lo hubiese sabido antes, ni loco iba a dejar que Apo arriesgara su vida.

Pero la Luna había sido generosa... Hasta que Apo terminó con sus deberes. Aquellos futuros cachorros empezaron a formarse.

Ahora tendrían a su pequeña manada, esos seres que serán la viva imagen de ellos, pero deseaba que sacaran la belleza de su Omega, su fortaleza e inteligencia, porque sin importar que, Apo lo superaba en muchas cosas, apostaría que de haber nacido Alfa, hubiese sido un líder excepcional y él, con todo el placer del mundo hubiera dedicado su vida como su Omega.

Pero las cosas eran diferentes, y no importaba que Apo fuese Omega, sin duda era más astuto que él. Además de leal y maravilloso, por supuesto.

Poco a poco, dentro de aquella habitación, dos amantes se entregaban al placer de la felicidad compartida.

Siendo capaces de por fin respirar tranquilos, de darle a su gente esa paz que tanto habían anhelado...

Y ahora... De darles a sus hijos una vida digna, sin temores. Y con la libertad que todos los animales y cambia formas como ellos, merecían.

—Te amo tanto, Apo. —Susurró en el oído del mayor cuando se enterró profundamente en su ser.

El Omega había gemido en alto, Mile estaba siendo muy apasionado, y no es que le molestase, pero su manera de amarlo esa noche se sentía muy especial, como si algo más fuerte había nacido entre ellos.

Las ágiles manos del Alfa lo acariciaban sin pudor, sus labios dejaban pequeñas mordidas en cada trozo de piel expuesta, Apo se sentía adorado.

Las profundas estocadas del menor lo enloquecían, parte de su Lobo había salido a la superficie y Apo estaba feliz de hacer el amor no sólo con Mile, si no también con su Alfa.

Esos ojos rojos tan intensos lo miraban con un profundo amor. Así que dejó que su Omega también se uniera al festín.

Su larga cola oscura y las orejas habían salido a darle la bienvenida a su Alfa que sonreía maravillado por la exuberante belleza que tenía debajo de él, clamando su nombre entre jadeos.

Unieron sus bocas en un beso descuidado, sus colmillos se rozaban, disfrutaban del dolor de sus labios siendo heridos, sentían el sabor de la sangre, pero era lo de menos, ellos estaban unidos en todos los sentidos, y compartir su sangre no era novedad.

El cuerpo del menor se tensó, los movimientos eran más erráticos, los gritos de Apo más audibles y sus garras rasgando la carne de su espalda, llevaron al borde la resistencia del Alfa, por lo que, con un ronco gemido, su semilla había sido alojada nuevamente en el interior de su esposo, mientras sus colmillos eran incrustados en la suave piel del cuello del Omega, reafirmando su unión.

Ambos respiraban con dificultad, sus cuerpos sudados yacían enredados uno sobre el otro entre las sábanas, la satisfacción los hizo sonreír y entregarse nuevamente en un beso que esta vez era dulce, reflejando sus más profundos sentimientos.

La montaña rusa de la vida les había hecho experimentar acontecimientos que nunca imaginaron, pero agradecían el haberse conocido, agradecían el haber sido diseñados exclusivamente el uno para el otro.

La Luna nuevamente había sido testigo de esos dos amantes que cada día fortalecían su amor, no se había equivocado. No existía amor más dulce que el que crecía en los corazones de aquellos dos Lobos que se susurraban cuanto se amaban y necesitaban...

[...]

—¿Hace calor aquí o soy yo? —Fue el murmullo que Ta emitió cuando escuchó ruidos en la habitación de al lado.

Tanto Jeff como Barcode y él tenían sus mejillas rojas y se encontraban totalmente incómodos.

—Maldición, estoy tan cansado y a esos dos se les ocurre follar. —Se quejó el pálido.

—¿Qué tal si nos vamos a un hotel? —Sugirió Jeff. —Juro que voy a tener una erección si los sigo escuchando.

Barcode tosió con falsedad ante la sinceridad de sus palabras, y no podía culparlo, prácticamente una simple pared los separaba por lo que los sonidos eran muy claros... Y eso a la vez lo perturbaba.

—Sí, mejor vámonos antes que terminemos follando. —Dijo sin darse cuenta.

Los hermanos lo miraron con sus ojos bien abiertos, Barcode tenía la cara tan roja que competía contra un tomate.

—Y-yo... N-no...

—Eso podría solucionarse. —Jeff murmuró desabrochando su camisa con lentitud.

Barcode se había perdido en la vista que tenía frente a él, los abdominales marcados del chico le hacían sentir la boca agua y no ayudaba que Ta yacía detrás de él, besando su cuello.

Se estaba dejando caer... Muy lentamente, si no los detenía en ese momento sabía que acabaría en un trío...

Y la idea se le hizo excitante.


My Sweet Wolf

My Sweet Wolf- MileapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora