Si tuvieras que elegir del uno al número que se te joda la gana, para enumerar los peores trabajos del mundo ¿Cuál elegirías?
Yo sin duda iría por entregar diarios, es decir, ¿En serio? ¿Quién lee el diario en papel hoy en día?. Claro, tiene que ser obra del barrio pudiente que solía recorrer en bicicleta todos los días. Tomar un periodico envuelto con una liga, lanzarlo contra la puerta hasta que el sirviente sale a recogerlo, o bien, uno de esos ricachones en una bata tan costosa como tres o cuatro meses de mi salario, con una taza de café en mano para los sanos, un vaso de licor para aquellos que te restregraban en la cara que a esas horas de la mañana, no tienen nada más importante que hacer que sentarse a la mesa a disfrutar de su lectura, pudiendo hacerlo desde sus tabletas y teléfonos costosos, porque el papel y tinta les daba aire de intelectuales y pueden pagar una suscripción diaria por ello.
Pero lo que más apestaba de ésto era saber que sobrevivía a base de ese miserable oficio, y de un par de trabajos más de medio tiempo que podían considerarse informales y como una mierda de caridad a personas que no pueden permitirse algo mejor con su grado de estudios y pobre cuna; repartir leche, cortar el césped; lavar alfombras que relucían de limpias pero una pequeña mancha de caro licor o papilla para bebé, les arruinaba el panorama; apestaba, todo apestaba, y era incluso peor saber que con ello apenas y me llevaba un poco de arroz y guarniciones a la boca, pues el alquiler se llevaba la mayor parte de las ganancias.
Asqueado de los jardines grandes que olían mejor que mi barrio, llegué a casa y dejé la bicicleta en el interior del pobre nicho que llamaba casa, no podía permitirme el lujo de que un vándalo se aprovechara de lo poco que tenía ¿Cierto? Y lo mejor de terminar mi primera jornada es que Minhee salió a recibirme sin premura.
Estaba despeinada para variar, su blusa y pequeños shorts percudidos algún día pasado fueron rosa púrpura, y pese a que ya no sean ni la sombra de una linda prenda, sé que son eran favoritas, se sentía una princesa en ellas y yo le creía; estaba descalza además, una mala maña de ella que disfrutaba andar con los piececillos descalzas como si anduviera en el pasto de un precioso parque.
–¡Tataaaa! –Reconocí el tono, estaba mezclado con el júbilo incansable de verme y una nota de reclamo, sabía lo que venía a continuación.
–¿De qué calabozo te escapaste? –me arrodillé frente a ella y le quité la liga para el cabello a punto de caerse de las puntas, con mis dedos hice un intento de peinarla y lograr una coleta más o menos decente.
–¡Tengo hambre! –El puchero que formó me desarmó tanto como la primera vez que lo vi, y yo aguanté el suspiro que me ahogaba el pecho para sonreírle.
–¿Y mamá?
–Está dormida, se quedó en la sala y no me responde.Contrario a lo que pueda parecer, no me asusté, pero tomé su pequeña manita que encontró la mía de camino al lugar de descanso de mi madre. Estaba en el suelo, un par de botellas de licor alrededor la convertían en un cuadro digno de concubina de Dionisio, un cuadro que con gusto rasgaría con las manos y me tragaría entero, todo lienzo, todo color y esfuerzo invertidos con tal de que desapareciera.
–Mamá.
Solté a Minhee y me arrodillé a su lado, el pausado alzar de su pecho me indicó lo que ya sabía, estaba borracha hasta la coronilla, no necesitaba demasiado, no cuando su estado etílico es una línea que solo desciende y asciende pero nunca termina, jamás dejaba que lo hiciera; no respondió, un silencio sepulcral nos envolvií y por raro que sonara, eso era una buena señal.
–Minhee, ve por tu mochila, echa tu ropa, vamos a comer con tu tío.
Mientras sus pasitos inquietos la llevaban a su habitación, cargué a mi mamá como un saco de papas y la dejé en el sillón a unos pasos, era mejor que el suelo y la cama mullida no haría mucha diferencia. Libre del peso, eché un vistazo a la cocina, era fácil pues mi casa se componía apenas de dos habitaciones con puertas abiertas; la que compartía con Minhee y desde donde podía escucharla canturrear ante el anuncio de comida; la otra, a unos pasos de mi se notaba vacía, el bastardo de mi padrastro por fortuna no estaba en casa.
ESTÁS LEYENDO
HARDER ✛ Taekook
FanfictionEl único talento y maldición de Kim Taehyung es uno: pelear. En un mundo que solo conoce de violencia, se ve obligado a participar en peleas callejeras que le den lo suficiente para comer. Todo parece una tarea sencilla, hasta que sus prejuicios y p...