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—Ouch, ¡hey! no, espera, ¡eso duele! —Retrocedí y pegué mi espalda contra el respaldo de la silla, harto del toque rudo del algodón húmedo presionando contra mi ceja abierta. Jin no parecía ni un poco arrepentido por el trato, mucho menos por la mirada ofendida y molesta que le dirigí. Por supuesto que está enojado, supe que lo estaría desde que el auto de Jay aparcó frente a la casa y casi tuve que arrastrarme fuera del vehículo para tocar la puerta. En circunstancias mejores, Jay probablemente habría girado su rostro y me habría mirado con la simpatía o comprensión llenando su único ojo, también me sonreiría con esa misteriosa magia que despedía cuando me miraba y me decía que confiaba en mí, que era un gran peleador con futuro.

Y yo lo había defraudado ¿cierto? no tenía derecho a sus palabras de apoyo o de aliento, ni siquiera merecía que me llevara a casa en calidad de bulto que se desangra sobre su costoso asiento, no después de que él me recordó frente al espejo y minutos antes de la pelea, que tenía una sola cosa que hacer.

Una cosa.
UNA SOLA MALDITA COSA.

Nunca una derrota me había dolido tanto, y hablo en serio, no en el sentido del orgullo o el ego, sino a nivel físico. Me supe afortunado al comprobar que ninguna de mis costillas estaba rota, y si bien mi labio si que lo estaba, tenía una herida del cigarro marcando mi mejilla y había partes de mi cuerpo que no sabía que podían doler así, decidí quedarme callado, justo como hice en el momento en que Yoongi me molió a patadas en el suelo. Ni toda mi furia ni el combustible ardiendo en mi interior me impulsaron a pararme del suelo y devolverle un solo golpe. Quizá sea un vago, un bueno para nada y un maldito mediocre, pero no soy un estupido. Yoongi tenía la mirada de un asesino y yo había comprado un boleto directo al infierno tan  pronto dejé que mis impulsos me ganaran y me llevaran a dejar tirado en el ring al contrincante que se supone tenía que ganar.

¿Jay querría volver a dirigirme la palabra?
¿Jin podría perdonarme?

Él había abierto la puerta esa noche y lo primero que hizo fue cubrirse la boca con ambas manos. De haber callado, me habría ayudado a curarme las heridas con un gesto tenso que mostraba lo muy en contra de mi forma de ganarme la vida, sin embargo, lo habría aceptado justo como otras noches anteriores en que me curaba con mano firme pero mucha atención en los detalles. Justo como un amigo preocupado actua a pesar de que piense que el otro es un completo idiota.

De haberme callado, no habría visto la decepción en sus ojos ni el gesto de incredulidad cuando me echó en cara la platica que habíamos tenido, cuando me cantó lo gran hijo de puta, testarudo e idiota que era. ¿Cómo me había atrevido? no tuve respuesta.
Así que, de haber callado y mentido al respecto, de haberle dicho que ese extranjero de gesto duro me había partido la cara en el ring, él probablemente lo habría aceptado y no me estaría curando con la delicadeza con que una motosierra acaricia la madera que corta.

Era brusco, incisivo; sentía el algodón restregarse contra mis heridas y a las vendas presionar más de lo que deberían contra mis costillas y hombros. Y de no ser por el gesto carente de emociones, yo creería que él de verdad estaba disfrutando de su tortura.

—¿Qué pasa, tata? ¿te duele? —Minhee alzó la voz y me miró sobre el respaldo del sofá, llevaba una media hora viendo la televisión por petición de Jin, quien se rehusó a apoyarme con mi orden de mandarla a dormir para que no viera el desastre que era.

—No, cariño, no le duele, pero ya conoces a Taehyung, es un dramático. —Jin se adelantó a responder, y pese a entorné los ojos, él solo sonrió a Minhee.

—¡Tata dramático! —soltó una risilla.

—Sí, muy dramático —Jin me miró y su sonrisa siniestra me hizo estremecer más que el dolor del algodón hundiéndose en la herida lacerante que me dejó el cigarrillo al molerse en mi carne. —¿Verdad, Tata?

—Ja, ja, sí, lo siento, solo estoy jugando, Minhee. —Sonreí, si es que a mi mueca chueca se le puede llamar así. Al menos funcionó, pues Minhee me sonrió con los ojos y se giró a ver la TV, dejándome a solas nuevamente con el silencio de Jin.

—Jin —dije con un hilo de voz tan ronco que me raspó la garganta. Él no me miró y ese simple acto me dolió más que la paliza que todavía me torturaba los músculos —, de verdad lo siento.

Alzó el rostro, pude ver la saliva pasar con dificultad a través de su garganta y a sus ojos inyectarse en una furia tan cruda que no me habría sorprendido si me azotaba el botiquín contra la boca. Pero no lo hizo, quizá eso fue lo peor de todo. ¿Qué tan mal de la cabeza tenía que estar para desear que él acabara el trabajo que el rey de los mafiosos comenzó?

—¿De verdad? —dijo y yo lo miré sin entender —. Porque no me parece que lo sientas. ¿En qué carajos estabas pensando? tú, maldito des... —se detuvo de golpe, pude ver que miraba hacia Minhee con un repaso fugaz —. Dices que lo sientes, que lo lamentas, y yo solo creo que son tonterías. —Ojalá tuviera el control de Jin para mantener a raya mis palabras cuando claramente quería dictar mi sentencia de muerte entre improperios dignos de los barrios más bajos de Corea del Sur —. ¿Por qué, Tae? ¿Tu orgullo es más importante que tu bienestar? ¿Que Minhee? ¿Que yo? Quisiera echarte ahora mismo a la calle para que aprendas de tus... malditos errores, pero sabes que no lo haré, no por tí. Sino por ella. ¿Hasta cuando, Tae? Dejaste la casa de tus padres huyendo de los problemas para ser tú quien los sirva en la cena con tanto descaro que quiero... de verdad quiero hacerte tantas cosas ahora mismo que siento que voy a explotar.

Un golpe bajo tras otro. Seokjin realmente sabía cómo darme una paliza sin tocarme. Tenía la cara ardiendo de vergüenza, de coraje y resentimiento hacia mi persona. Pero lo que más me dolía de toda la situación es que él tenía razón.

—Pero Jin... —lo miré cuando se paró como si un resorte lo empujara del asiento. Aventó el algodón ensangrentado sobre la mesa y me miró como a un maldito extraño.

—Asegúrate de que Minhee vaya a la cama temprano —Caminó hasta la puerta y se colocó su abrigo, yo lo miré estupefacto —, y espero que mañana mismo vayas a buscar trabajo y no pienses que seré tan indulgente contigo.

—¿A dónde vas?

—Me quedaré con un amigo —Tomó su billetera y supe que el suspiro que dejó salir, decía en silencio que no quería verme, al menos no por esa noche. Una costilla rota me habría dolido menos —. Buenas noches, Minhee. No te desveles mucho o no habrá dulces mañana. ¿A qué hora quedamos?

—A las nueve —dijo ella, debatiéndose entre mirar la televisión o a Jin a su lado.

—Buena chica —Besó su cabello y pasó junto a mi con un silencio que se sintió denso y cortante hasta que la puerta se cerró detrás de él.

Estaba jodido, muy jodido.

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Esta vez fue un episodio corto, pero es solo porque estaba planeado para ser algo más largo. La cosa es que no sabía si alcanzaría a terminarlo hoy y ya no quería hacerles esperar más. Así que esperen pronto otra actualización 👌
Espero hayan iniciado bonito su semana 💜✨ ¡Gracias por leer! No olviden darle amor, que yo de sus estrellitas y comments vivo 💜

HARDER ✛ TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora