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Perder.
Para alguien que estaba acostumbrado a vivir de migajas y actuar como si le debiera algo a la vida, no parecía una tarea complicada. A excepción de que esta vez lo era.

No es difícil de comprender si se conoce el trasfondo de las cosas, para un pobre diablo como yo, que estaba acostumbrado a perder las batallas que aún no tocaban a su puerta, el sabor de la victoria se había convertido en mi aliciente, el alimento para la nueva vida que me había propuesto encarecidamente a conseguir.

Una derrota podría no tener nada de malo, pero cada victoria me hacía sentir vivo, ahí, en el cuadrilátero que se había convertido en mi pista de baile donde yo me sentía el mismismo Michael Jackson. ¿No es el vitoreo y las alabanzas lo que un artista espera de su espectáculo?

Aquella tarde no dije más, no es que Jay me diera mucha oportunidad a discutir, pero lo primero que hice al llegar a casa fue comentárselo a Jin.

—Pierde, una raya más al tigre no te hará daño. —respondió él como quien no quiere la cosa, y yo tuve que esforzarme para tragar el bocado que recién me había llevado a la boca. No es que no esperara la respuesta, pero no era la que yo esperaba escuchar.

—Supongo que tienes razón, ¿Pero qué más da si gano? es decir, ¿Quién en su sano juicio desea perder?

—Son negocios, Tae, no olvides que tu sueldo viene de las apuestas y tratos clandestinos, alguna suma jugosa debe estar de por medio.

—¡Precisamente por eso! Si pierdo lo hará el jefe también.

Su encogimiento de hombros me hizo suspirar desanimado, me sentía como un iluso en un mundo que se negaba a ser comprendido.

—Ya, está bien, lo haré.

Agobiado de mis propios pensamientos contradictorios, y aprovechando la noche libre que Scott me había dado antes de la gran noche, decidí dar un paseo por el barrio. No elegí un destino en particular, eramos solo mis audífonos, las notas de las mejores piezas de los Rolling Stones y mi cabeza testaruda.

Y tenía que aceptarlo, puede que el cansancio de kilometros recorridos me hubiese hecho olvidar mi descontento, poco más ayudaría regresar sobre mis pasos hasta que el sofá tibio me recibiera y cayera rendido por el sueño, listo para darme una ducha al día siguiente, tomar una buena comida y partir hacia mi destino.

Todo sonaba como una perfecta idea, hasta que el sonido de una voz desconocida fue lo suficientemente molesta para obligarme a retirarme la diadema y mirar hacia atrás.

—¿Eres sordo? te dije que me des todo lo que traigas.

Aun sin soltar del todo el auricular derecho, miré al sujeto en cuestión como quien observa a la escoria brotar de la basura.

—Piérdete.

Me di la media vuelta, dispuesto a seguir con mi camino y mi humor aún intacto, pero como si la vida se esforzara en demostrarme que no podía tener ni un puto día tranquilo, otro sujeto se puso delante de mi y me empujó por el pecho. Apoyé mi pie izquierdo para no retroceder por la fuerza, y llené mis pulmones con tanta calma como me fue posible.

—Si aprecias tus dientes, más vale que me dejes en paz.

Una carcajada colectiva me caló en los oídos, no era ni uno ni dos, eran al menos cinco sujetos. Me tomó poco tiempo analizar la situación, había armas blancas, dos palos largos para ser exactos, ningún arma punzocortante a la vista, esperaba que se quedara así. Pues a pesar de que me negué dos veces a encarar los problemas —cosa que anteriormente me habría tomado tan solo el primer intento —, un nuevo toque en mi hombro activó la luz verde en mi interior.

Tenía que perder una pelea mañana, pero nadie dijo nada de ganar una extra antes de las grandes ligas.

Sin esperar respuesta, aprovecho el impulso de mi giro para asestar un buen golpe derecho en la cara de quien se había atrevido a tocarme, y mientras el grito de dolor daba inicio a la orquesta de fondo, lanzo un par de patadas y puñetazos sin problema alguno. Quizá no era tan malo y el Dios de la pelea me había colocado en esa situación para drenar mis ansias y la frustración acumulada, pues todo a mi alrededor se reprodujo como la escena de una película donde yo era el espectador y mi cuerpo hacía lo suyo para patear los traseros necesarios.

El labio y un costado izquierdo me punzaban, probablemente por algún golpe certero que recibí en la lluvia cobarde de los tres que quedaban aún en pie, pero no me importó, pues mi energía no había llegado ni un poco a su limite, mucho menos mi resistencia.

Sentí pena por los pobres diablos que se pusieron en mi camino para ayudarme a drenar el veneno; al mismo tiempo hubo tristeza por la poca batalla que me dieron aún si el número me superaba, pues la película ante mis ojos continuaba reproduciéndose sin censura y lo único que podía enfocar es el rostro ensangrentado que golpeé con mi puño izquierdo sin parar mientras el otro le sostenía por el cuello de la camisa. Tenía que parar, me dije, pero era tan sencillo seguir mancillando el rostro ajeno que no dejaba de soltar chorros de sangre que humedecían mis mejillas.

—¡Basta, lo vas a matar! —Una voz chillona y excesivamente fingida detuvo el curso de mi puño y me hizo alzar la vista en el acto. Mis ojos trabajaron tan rápido por encontrar al dueño que no me tomó mucho tiempo enfocarlo.

Tenía las manos en sus mejillas y una sonrisa socarrona en el rostro.

—Vaya, no creí que funcionaría. —Volvió a reir, esta vez su voz sonó ronca, lo que solo me confirmó que el grito anterior fue pura dramatización y un claro intento de burla.

—Puedes tomar su lugar si así lo prefieres —Me percaté de lo acelerado de mi respiración y ahogada voz al tiempo que dejaba caer el cuerpo inmovil al suelo y me ponía de pie sin dificultad. Puede que estuviera oscuro, pero lo conocía, a él, su melena estúpida y la manga cargada de tinta que adornaba su brazo.

—Paso, me gustan las cosas rudas, pero no tanto —Se encogió de hombros y no parecía ni un poco intimidado mientras me embarraba la sangre en mis mejillas en un intento de limpiar el rastro con mi brazo.

—Entonces lárgate.

Un largo suspiro marcó el inicio de su respuesta, su silueta se tambaleó mientras jugaba a balancear el peso entre sus puntas y los tobillos.

—Uy, ¿Mal día? te recuerdo ceñudo y grosero, pero no tanto.

Quería golpearlo, de verdad deseaba hacerlo. En su lugar, me acomodé la ropa, listo para largarme de ahí.

—Te lo dije antes, ¿No? si no estás listo para vender tu alma, es mejor que te retires ahora.

Apreté mis puños, dispuesto a respirar una ultima vez antes de liberar mi furia sobre su bonito rostro. No quería admitirlo, pero sus palabras volvieron a dar en el clavo, era como si apareciera solo para burlarse de mi.

—¿Y a ti qué más te da? —Me giro en el acto, mi voz ensordeció incluso mis propios oidos, pero él sonrió, con una mueca tan divertida que me provocó asco.

—Se un buen perro —Guiñó el ojo y entonces se echó a correr... el muy maldito.

Suficiente.

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Esta vez intenté no tardarme tanto. No, no crean que por tener Taker en curso, voy a abandonar este 🤗

¿Están listes para lo que viene? 🫢

HARDER ✛ TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora