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El reflejo en el espejo mostraba un rostro limpio, quizá un poco brillante por la luz azul dentro de los vestidores, pero limpio a fin de cuentas. No obstante, no es así como lo sentía. Si me esforzaba por mirar a través del velo de la realidad, todavía podía ver las manchas de sangre que me costó lavar la noche anterior para que Jin dejara de gritarme que parecía un vago y me echaría de su casa si le manchaba los muebles. Una suerte que Minhee estuviera dormida, de lo contrario el problema habría sido peor.

Llámenme sádico, probablemente lo era, pero no me sentía ni un poco satisfecho de haber regresado a casa sin añadir unas manchas más a mi cara y ropa con la sangre del cretino que aparecía como la humedad cuando más odio tenía acumulado.

"Sé un buen perro", me dijo y una parte de mí deseó que la campana no sonara y me llamara al ring, listo para hacer lo que Yoongi ordenó.

—Jay —dije, él me miró junto al entrenador a ceja alzada —. ¿De verdad tengo que...

Su suspiro me hizo callar y Jay no tardó en despachar a Scott con una mirada. ¿Cómo lo hacía ese hijo de puta?

Nos quedamos solos y su rostro se empató con el mío a través del espejo. No había rastro de simpatía en su gesto, pero sus dedos presionaron mis hombros en los puntos correctos para jadear de lo bien que se sentía. Aún así no lo hice.

—Escúchame bien: subirás a ese ring, darás un poco de pelea, perderás y después podrás ir a casa con un jugoso fajo de billetes en el bolsillo. No es tan difícil ¿cierto?. —Abrí la boca, él debió ver el titubeo en mis ojos —¿Cierto?

Asentí, nada convencido.

—Repítelo —ordenó.
—Subiré, daré pelea y después perderé.
—Ese es mi chico. —Sonrió, lo sentí sincero, lo suficiente para convencerme de que lo que sentía yo, era poca cosa.

El vitoreo me acompañó mientras cruzaba el pasillo y estiraba las cuerdas para pasar debajo de ellas. Mi contrincante no era más alto que yo pero balanceaba su peso de un pie a otro con tanta ansiedad que me hizo cosquillear la espina dorsal. No tenía que enfocar demasiado para notar las venas sobresalientes en sus brazos cubiertos de tinta y bello rubio por montones; es extranjero y sus ojos azules parecían querer congelarme con una sola mirada.

No tenía miedo.
Estaba emocionado.
Tan malditamente excitado que mis manos temblaban de ansias por estrellarse contra su rostro de barba prominente.

La campana sonó, con suerte esa noche llegaría a casa con una canasta llena de pollo frito que nos haría tumbarnos en el sofá con las panzas tan llenas que no podríamos ni respirar; le diría a Jin que pusiera una de sus películas tontas que parecen entretener a Minhee como si fueran la obra maestra del siglo, y finalmente nos quedaríamos dormidos con una sonrisa satisfecha, de esas que aún en la actualidad contaba con los dedos de mis manos.

Pensándolo bien, perder no sonaba tan complicado. Por un momento pareciera que la palabra no soltaba más  su veneno agrio en la punta de mi lengua y solo desaba que los golpes no me ocasionaran una nueva herida que Jin tendrá que coser con su gesto tenso.

Avanzó hacia mí, su puño buscó mis costillas y yo lo esquivé como una puta bailarina que patina sobre el hielo. No era más rápido que yo, pero estaba seguro de que sus golpes no serían tan gentiles.
Lo intentó de nuevo, esta vez un gancho a mi quijada que me hizo rechinar los dientes pero no me distrajo lo suficiente de inclinarme hacia la izquierda y buscar el punto ciego en sus costillas y golpearlo dos veces seguidas.

Él retrocedió, la multitud gritó de emoción y yo intenté tomarme esa pelea como si fuera un amateur que pide que le enseñen. La lluvia de golpes no tardó en llegar, me cubrí con los brazos; dos a la derecha; otro contra mi cabeza; uno más que intentó hundirme el estómago, no pude evitar mostrar la sonrisa en mi rostro, lo estaba disfrutando, era un juego de niños.

HARDER ✛ TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora