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Llevar la cuenta de las cosas estúpidas que había hecho en los últimos meses sería una tarea imposible, pero un par de esas si que las tenía muy presentes y podía hacer una lista mental con ellas:

Romper la ventana de un mafioso.

Aceptar la hamburguesa engañosa de otro mafioso que me invitó a pelear a cambio de dinero.

Moler a golpes la cara de la pareja de mi madre frente a los ojos de mi pequeña hermana.

Dejar que un luchador me usara de alfiletero y casi morir en el intento.

Aceptar que un idiota de cabello ridículo me entrenara a cambio de sexo repulsivo.

Beber en un juego de preguntas y respuestas donde probablemente yo salí perdiendo.

Dejar que Seokjin se hiciera cargo de toda la mierda que era mi vida.

Besar a un chico y dejar que él me tocara y me viniera en mis pantalones.

Coger la tarjeta o lo que quedaba de ella, del jardín de ese mismo chico y llamar a ese tal Park Jimin.



Esa mañana al abandonar la casa de Jungkook, quien parecía tener un sueño mucho más pesado cuando dormía en casa —o puede que estuviera aún pagando el precio de su resaca y por ello ni hubiera notado que me fuí —, crucé el camino de pavimento y me detuve en seco cuando recordé mi encuentro con el rubio ese.

Si existía una cosa que despreciara tanto como a mis impulsos idiotas, era mi también muy estúpida necesidad de respuestas. ¿Pero quién podría culparme? La noche anterior llegué a la casa de ese bastardo intentando averiguar por qué no se presentó a la pelea, pero para variar, una cosa había llevado a la otra, y esa "cosa" en lugar de resolver algo, me había dejado peor que como llegué. Grandísima ironía.

No sabía qué pensar sobre ese tal Park Jimin que se había autoproclamado el novio de Jungkook, y que, no satisfecho con eso, parecía conocer mi punto débil, pues en lugar de marcharse sin explicar su razón para estar en la casa de él, me había dado una tarjeta presumiendo que yo podría ser el indicado para hacer entrar en razón al otro.

¿Qué carajos?

Supe que era una mala idea. ¡Por supuesto que lo sabía! pero se necesitaba más que eso para detenerme, y si las personas a mi alrededor tenían algo en claro —hasta yo —, es que no temía de las consecuencias de mis actos por terribles que fueran.

Rebusqué entonces sobre el pasto la tarjeta que había arruinado la noche anterior. Rogaba que el viento no la hubiera arrastrado calles abajo y terminara arrepintiéndome de mis impulsos, es decir ¿Qué me costaba haber guardado la tarjeta?

Sentí pánico y coraje los primeros minutos en que el papel no apareció, pero mientras me ponía de cuchillas y examinaba con ojo analitico el pasto, la bolita de papel negro decidió aparecer atorada en una esquina de la reja de madera. Quizá ese era mi día de suerte.

Avancé calles abajo, sintiendome como un asesino en la escena del crimen, pues mi miedo a ser descubierto me hizo temer que Jungkook se parara de la cama y me atrapara llamando a su supuesto novio. ¿Lo era? Él no se molestó en negarlo mientras le escupía mis suposiciones furiosas en la cara, pero lo cierto es que tampoco lo había afirmado y no se mostró ni un poco angustiado cuando me contó que lo había echado de su casa.

Marqué su número en mi teléfono tan pronto la casa estuvo fuera de mi vista, esperé dos tonos y supe que era demasiado tarde cuando reconocí la voz al otro lado de la bocina.

—¿Sí?

—Soy Taehyung —respondí a la defensiva.

—Llamaste más rápido de lo que creí.

HARDER ✛ TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora