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Quien afirmara que el dinero honesto era el camino correcto, era porque nunca había experimentado lo que es que el hambre te haga doler el estómago hasta doblarte, o peor aún, ver la debilidad y desesperación en el rostro de un infante que no entendía porque su plato de arroz no estaba lleno.

—Tataaaa, tengo hambre, ¿puedo ir con el tío Jin? —estiré su puchero con cuidado mientras le limpiaba las mejillas con una toallita húmeda y procedía a peinarle el cabello hacia atrás para aplacarlo un poco.

—No ahora, él está trabajando y llegará más tarde y yo tengo que salir pronto. Pero adivina qué —Me acerqué a su oído para susurrarle con una pizca de misterio, totalmente inmerso en mi papel de hacerla reír o ver en su rostro delgado la chispa de la inocencia y no la de la miseria. Minhee se llevó sus manitas a la boca, intrigada y con toda la intención de contener la risilla —: un hada me dijo que escondió algo para ti en tu habitación, y que, si lo encuentras, puedes comértelo.

Se apartó para mirarme con esos ojos que resplandecían de pura emoción, y yo le guiñé un ojo antes de que saliera disparada a su habitación. Aproveché entonces el momento para salir de casa, ella se entretendría lo suficiente buscando la barra de chocolate que le compré semanas antes con mi sueldo, en un intento de guardarla como sorpresa para su cumpleaños.

Una semana transcurrió desde el altercado con la ventana que me dejó sin mi trabajo principal. Y no es que quisiera sorprenderlos demasiado, pero no había logrado acomodarme en ningún otro lado. Ya fuere por mis fachas, mi forma de hablar que por mucho que quiera disimular siempre salía flote, o por mis escasos estudios que apenas me alcanzaron para terminar la secundaria por puro milagro después de romperle la nariz al prefecto. 

Si es que existía una línea entre el "no te preocupes" "todo estará bien" o el "estás jodido" creía haberla cruzado hace mucho tiempo y mi orgullo comenzaba a tambalearse lo suficiente para permitirme aceptar que sí, estaba jodido, ¡muy jodido! y que ver el rostro hambriento de Minhee se estaba convirtiendo en mi peor pesadilla y mayor dolor. Y es que era increíble como el dinero en casa no faltaba para que mi madre se ahogara en alcohol todos los días, y que el estúpido de mi padrastro también lo hiciera, pero sí que escaseara no solo el dinero sino hasta la memoria para recordar que la pequeña no se alimentaba de aire. ¿Es que esos bastardos no comían nada? Puede que ya hace tiempo desconociera lo que es la pena con Seokjin, pero esa no era razón suficiente para atenerme a él como un sinvergüenza.

Tenía que encontrar un empleo decente y tenía que hacerlo ya.

El reloj marcó las siete y quien sabe cuántos minutos, cuando pisé repetidamente el asfalto frente a la puerta de mi morada en un intento de desprenderme de toda la tierra del camino. De reojo pude ver la luz encendida en la casa de Jin, nuestro gran salvador al que tendría que suplicar por un poco de comida para mi hermana y para mí, esperando que no me cerrara la puerta en la cara, o peor aún, terminara torturándome con un pago del tipo sexual para compensar todo lo que le debía.

Un escalofrío me recorre enterito, ¡Ni se diga de las arcadas! Menos mal que a Jin le gustaban los tipos que se bañaban a diario y bueno, yo no entraba en esa categoría. GRACIAS A SATANÁS.

Entonces lo escuché, el ruido del cristal romperse, un grito ahogado de mi madre, y finalmente, otro más que me dejó la mente en blanco y echó mi cuerpo a correr con desesperación por la sala hasta la cocina. Percibí el terror en el sollozo asustado de Minhee, se encontraba en un rincón, berreando desesperada, con su cabello aún más desgreñado y cargado hacia un costado en lo poco que quedaba de la coleta, la clara señal de que alguien le había jalado del cabello con fuerza, y con su mejilla tan roja que mi sangre ardió en el acto muchísimo antes de presenciar el resto de la escena.

HARDER ✛ TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora