—Mi alfa, espérame— corría tras de él —Espera, por favor.
Hace años, se armó una guerra entre la manada Sirius y los vampiros Blacklive. Arremetieron contra ellos después de envenenar al alfa de la manada y debilitarlo; En una noche de debilidad atacaron a la manada, dando muerte al Alfa, la Luna, el beta del alfa y quien estuviera en su camino.
Esa noche la manada se cubrió de sangre y muerte por donde vieras, dejando huérfano al único hijo del Alfa, James Sthorne de 16 años, que, en consecuencia, fue ascendido como alfa de la manada Sirius a una edad muy temprana sin haber probado los placeres de la adolescencia, al encontrar su mate en quien menos esperaba, rápidamente la tomo e intentaron tener descendencia desde el primer día del matrimonio, hoy tenían 22 y 23, 4 años de matrimonio y sin descendencia.
James volteo y tras él venía Samantha, su Luna y esposa, tan hermosa como siempre, lo cual le hizo sonreír, pero de inmediato su rostro se tornó serio, de nuevo.
—Samantha ¿Qué ocurre? Tengo que llegar a una reunión, me esperan.
—No te preocupes, solo quería decirte, tengo sospechas de…— Los interrumpió su Beta, Lawrence.
—Por favor, Alfa, tenemos…— Se tensó al ver la presencia de Samantha a las espaldas de James —Luna…
Su comportamiento siempre fue amable hacia ella, distante pero amable, que se tensara solo al verla, es raro, pero Samantha no le tomo importancia, solo le sonrió de regreso, lo que hizo que se tensara más, por alguna razón.
Aclaro su garganta y hablo.
—Luna, por favor… Permítanos, tenemos que irnos, vamos tarde a la reunión…
—James, yo…
—Silencio, es cierto, nos tenemos que ir— Su mirada se tornó sombría por un momento, suspiro y volteo a verla con una sonrisa —Lo que sea, puede esperar una hora o más, mi amor.
Tomo su rostro entre manos, beso su frente y ella asintió, sin más se retiraron, dejándola con la palabra en la boca.
Pero tienen razón y ella lo sabe, desde que ascendió a Alfa, James siempre está muy ocupado y cada vez más serio y distante de ella.
Sonrió ante la idea de cómo hubiera reaccionado al decirle que creía estar embarazada.
Esto puede ser la llama que nos hace falta, pensó.
Posó una mano en su vientre y se dio la vuelta para continuar con su camino.
Samantha caminaba de lado a lado en su habitación con la prueba de embarazo en la mano impaciente por el resultado.
La acompañaba Verónica y Lucy, las damas que la acompañaba en sus deberes diarios, habían crecido juntas y han pasado, por tanto, juntas. La guerra, las pruebas negativas, los falsos positivos, pero nunca perdían la fe.
—Mi luna, por favor, quédese quieta, cálmese…
—Lucy tiene razón, Luna, todo saldrá bien.
Samantha trató de sonreír, pero fue casi en vano, tenía miedo y su loba lo noto y se hizo presente.
—Quiero cachorros… —Dijo con un pequeño gruñido lo que le saco una risilla a Samantha.
—Yo también quiero cachorros, Mega… —Lo soltó en un suspiro.
Lucy y Verónica ahora se encontraban dando vueltas al rededor de la prueba, lo cual impaciento a Samantha y ahora las tres danzaban en desespero hasta que el sonido de una alarma que avisaba que estaba lista les saco unos gritos de susto.
Como quien no quiere la cosa, Samantha se acercó y la tomo en la sus manos, cerro los ojos por miedo, pero un gruñido de Mega le hizo abrir los ojos e inmediatamente la loba soltó un aullido de emoción y una lágrima recorrió la mejilla de Samantha.
—Positivo… —Dijo casi inaudible.
—¿Qué?
—¿Qué dijo, mi Luna?
—Es positivo —Volvió a soltar casi en un suspiro.
Ambas damas se miraron y una volvió a preguntar dudosa de haber escuchado mal.
—¿Positivo?
—! Sí, sí, sí, sí! Estoy embarazada.
Grito emocionada y a su grito de emoción se le juntaron sus dos damas.
—¡Mi luna, felicidades!
—¡Felicidades, tiene que contárselo al Alfa de inmediato, mi Luna!.
—Sí…— Susurro Samantha casi con un mal sabor en la boca —Ojalá esto rompa el hielo que hay entre nosotros últimamente…
Verónica y Lucy se dieron cuenta de su bajo estado de ánimo e intentaron animarla, ya que, ellas saben que después de tantos intentos fallidos, James empezó a distanciarse y su relación se fue enfriando poco a poco, casi llegando al desprecio en algunas ocasiones, lo que hacía que Samantha sufriera aunque intentaba disimularlo.
—Samantha… —Que Lucy la llamara por su nombre le hizo voltear inmediatamente con sorpresa, ya que desde que ascendió nadie parece recordar su nombre.
—Son parejas predestinadas, no hay nada en esta tierra capaz de romper ese vínculo, todo mejorará al enterarse de la venida de cachorros.
—Tiene razón— Dijo Mega en su cabeza —Va a amar nuestros cachorros y querrá aparearse como antes —Su comentario pícaro hizo que Samantha sonriera.
—Tienen razón, tengo que ir a contárselo —Salió corriendo de la habitación entre risas y sus damas la siguieron aunque intentando que camine.
Solo dejo de correr al encontrarse a los guardias que custodiaban el gran salón detener su paso.
—Luna, tenemos órdenes de no dejar pasar a nadie sin importar su rango.
Samantha chasqueó su lengua, le molestaba que interrumpieran su camino y ahora más que tiene noticias tan importantes.
—No importa, es una noticia crucial, permiso —Dio un paso adelante y otra vez se encontró con sus manos deteniendo su paso —Permiso, dije— Un gruñido leve salió de su boca a la par que sus colmillos se asomaron.
Ambos guardias se miraron, agacharon su mirada y tembloroso se apartaron, cuando Verónica paso a su lado para abrir la puerta, la mano gélida de Samantha la detuvo.
Agudizo sus oídos y escucho lo que paralizo a Samantha, Lucy se unió y ambas taparon su boca con sorpresa mientras Samantha se encontraba paralizada con una mirada sombría.
Trago saliva y siguieron escuchando mientras a sus espaldas estaban los guardias temblorosos.
—Alfa, su decisión esta falta de motivos —Reconoció la voz masculina de alguien del consejo.
—Es mi palabra final, no importa que digan.
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Sangre de la manada
Werewolf¡Te rechazo, Samantha Owen, eres infértil! grito enfurecido mi alfa y esposo. Me botó de la manada al no darle cachorros, un mes después me enteré que estaba embarazada pero ahora los enemigos de mi esposo me persiguen ¡Él me da por muerta! ¡Es mi...