CAPÍTULO 6

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Hemos caminado por mucho tiempo

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Hemos caminado por mucho tiempo. Estoy agotada, muy sedienta y tengo frío. Lucian definitivamente me está torturando. En el fondo es un ser maligno, estoy segura.

—¿Ya vamos a llegar? —gimoteo.

—Ya no estamos tan lejos  —me asegura en tono arisco—. Necesitas ejercitarte más, Gagnon.

—Esto es una tortura —Vuelvo a quejarme dramáticamente— ¡Dime a dónde vamoooos! 

Él otra vez guarda silencio. Tal vez se arrepiente de arrastrarme con él. Yo me arrepiento de haber venido con él. 

Seguimos caminando unos cinco minutos más, pero esta vez por una colina. Empiezo a pensar que tal me llevará a ofrecer como sacrificio. Aunque si hay agua y un lugar donde sentarme, lo pasaré por alto.

Cuando él se detiene, abro los ojos con asombro. Me doy cuenta de que, absorta en mis quejas, no había prestado atención al camino. El lugar que nos rodea está cubierto de pasto seco, y un majestuoso árbol, teñido de un cálido naranja por la estación, hace que hojas secas crujan bajo nuestros pies. La colina en sí es hermosa, desde aquí se despliega una vista panorámica de la ciudad. Creo que tanta tortura sí valió la pena. 

Por un momento olvido mi sed, mi cansancio y el mal humor. Definitivamente la ciudad es mucho más hermosa desde arriba. Admiro todo, hasta que siento la mirada de Lucian sobre mí. Cuando volteo a él, inmediatamente mira al frente.

Puedo notar un pequeño rubor en sus mejillas. El sol apenas se asoma e ilumina directamente a su rostro. Sus ojos se ven mucho más claros de lo que ya son, no parece tener esa mirada fría que lo caracteriza; esa que a veces te hace pensar que está triste, enojado, o que miles de demonios lo acechaban. Si pudiera interpretar el sentimiento que su mirada me transmite en este momento, diría que simplemente es paz.

—¿Desde cuándo vienes aquí? —pregunto, mirando al frente extendiendo los brazos para sentir el aire en todo mi cuerpo.

—Mi padre nos traía aquí los fines de semana cuando éramos pequeños. Hacíamos un picnic, nos contaba anécdotas "graciosas" de las que solo mi madre se reía, compraba fruta, comida chatarra, jugos y dulces —responde sentándose en el pasto. Yo me siento a su lado y entrecierro los ojos,. Quiero decir algo, pero él vuelve a hablar—: Tenía algunos años que no venía aquí —murmura, como si lo dijera para él mismo.

—¿Por qué? —indago mientras me acomodo mejor con los brazos en mis rodillas y la cabeza recostada en ellos, mirando a Lucian. Él voltea a mirarme. 

—¿Te gusta este lugar? —pregunta vagamente.

—Es muy bonito —le hago saber, acostándome en el pasto—, me gusta la tranquilidad. Definitivamente este es uno de esos lugares en los cuales podrías pasar todo el día sin darte cuenta... —Guardo silencio unos segundos—. Sí, sí me gusta. —No puedo ver que expresión tiene  él, pero se mantiene en silencio y luego también se recuesta en el pasto—. ¿En dónde está tu papá? —indago, después de que ambos estuvimos en silencio unos minutos.

El Chico De La Parada De Autobuses (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora