LO QUE NOS OBSERVA

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Diario digital del Dr. Israel Demetrio Miranda Carvajal, Investigador de la Universidad Central del Ecuador. Dos semanas después del internamiento del Dr. César Escipión Iturralde Guamán.

7 de agosto del año 2045.

Algún día no seré capaz de recordar este trágico momento de mi vida, o seré arrebatado de la vida de forma inoportuna, las autoridades no desvelarán todos los asuntos relacionados al suceso, así que debo hacerlo por mi cuenta. Mis ocupaciones y mi quiebre psicológico temporal no me permitieron hacerlo antes, pero al fin puedo sentarme a compendiar los hechos que llevaron a la locura a mi camarada; nunca imaginé que una mente tan prominente pudiese deteriorarse a tal grado. El Dr. Escipión Iturralde, pasó en un par de meses de ser una de las más destacadas figuras de la teoría de cuerdas en la física cuántica del país, a un homicida delirante, encerrado en un manicomio sin esperanza de recuperación. Su decadencia empezó en su punto álgido, clamaba haber desarrollado un microscopio subatómico, decía ver los átomos, las partículas subatómicas e incluso los quarks. También planteó que podría ir más allá; observar las cuerdas de las que él era partidario que sostenían el espacio-tiempo del mundo material.

Primero he de recapitular sus grotescos e ignominiosos actos que lo privaron de su libertad; si hago esto antes de presentar los acontecimientos previos, se debe a que deseo contrastar los terribles hechos por Escipión realizados, con la razón tan mórbida y ridícula que le llevó a cometer tal atrocidad.

Hace dos meses, el 4 de julio recibí una llamada, era Escipión. Balbuceó unas palabras inentendibles, su voz flemática estaba totalmente destrozada, gritos guturales y lloriqueos nasales repugnantes. Lo poco que pude entender fue: Imelda... sangre, cuerdas... precario... ignorante... fallando... conexiones aleatorias.

Sin embargo, las palabras que más me inquietaron fueron: "Debemos mantener al creador". ¿Qué podría significar eso? Ahora lo entiendo, más tan solo me produce escalofríos. Si hubiera puesto más interés en el estado mental de mi amigo habría podido impedir esa desgracia. Llamé a la policía, estos acudieron a la vivienda, hallándose con la tragedia. La esposa de Escipión, Imelda, una historiadora de gran carácter; hallaron a la mujer muerta, descuartizada... sus músculos y vísceras se encontraban regadas dentro de un cubo de Metatrón dibujado con sangre y grasa. Eso me destrozó y me perturbó, no solo era la brutalidad de los hechos, era ese execrable, anti científico e infame esoterismo en el que había caído. No tuve el valor de observar las evidencias fotografiadas, la sola descripción de tan grotesca escenificación me revuelve el estómago, y no creo que alguna vez pueda hacerlo.

En ese momento todos sus mensajes, sus audios y los ensayos que me envió, todo claramente demostraba un desvarío, un abandono del plano material, un abrazo íntimo a la metafísica más repulsiva e ilusa. Solía escribirme con un cándido entusiasmo sobre las cuerdas que vibran en acordes de una progresión melódica en la composición del mismo espacio-tiempo, sobre los electrones y sus cabriolas cuánticas pasando de un nivel atómico de menos energía a uno de mayor energía, la implicación del Bosón de Higgs, el uso de la espintrónica en novedosos procesos electrónicos para desarrollar una computación cuántica cada vez más potente. También hablaba sobre percibir más allá de la realidad, comunicarse con otros universos, hallar tras las cuerdas del velo material rastros del origen de la creación divina; si, a pesar de ser un prestigioso investigador, sus estudios de catequesis, el colegio fiscomisional, sus estudios superiores en universidades católicas y su doctorado en teología lo hacían partidario del diseño inteligente y un "creacionismo científico", con un ser superior tras el origen de la realidad material y una realidad espiritual. A fecha actual podría decir que tales hipótesis no eran más que un síntoma de su desconexión con la realidad, sin embargo, hacerlo sería una calumnia; Escipión era un hombre de principios, íntegro y virtuoso, jamás en su larga carrera se le acuso de tergiversar sus hallazgos para que encajasen dentro de sus planteamientos teológicos. Aceptaba sus errores, reestructuraba sus investigaciones, actualizaba sus bases, aplicaba el método científico con un celo religioso, podría decirse que esa era su segunda fe.

MELANCOLÍA, INCERTIDUMBRE Y PORVENIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora