𝐅 𝐈 𝐍 𝐀 𝐋

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♫ 𝙰𝙻𝙴𝚇 𝚃𝚄𝚁𝙽𝙴𝚁 ♫

Las agujas del reloj giraban con crueldad, marcando el tiempo que se escapaba entre mis dedos como un río implacable. La desesperación, como un enjambre voraz, devoraba mis esperanzas mientras corría hacia el aeropuerto, pero el destino, caprichoso y despiadado, se reía de mi afán por detener el vuelo que llevaba consigo mi razón de ser.

El ventanal del aeropuerto se convirtió en testigo silente de mi frustración y enojo. Golpeé mi frente contra el cristal, como si pudiera romper con la fuerza de mi desesperación las barreras que separaban mi realidad de la posibilidad de alcanzarla a tiempo. Cada golpe era un eco sordo de mi impotencia, una sinfonía de rabia contenida que resonaba en el silencio del aeropuerto.

Las lágrimas, traicioneras y ardientes, se deslizaban por mis mejillas como la lluvia en una tormenta de emociones incontrolables. Cada lágrima era un testimonio mudo de mi fracaso, de la incapacidad de detener el vuelo que se llevaba consigo la mujer que daba sentido a mi existencia.

En medio de la frustración, sentí como si el aeropuerto fuera una jaula que me aprisionaba, mientras veía cómo el avión se elevaba hacia el cielo llevándose mis sueños y esperanzas en sus alas. La rabia y el dolor se entrelazaban en mi interior, formando un nudo apretado que me dejaba sin aliento.

Ahí, frente al ventanal, me sentí como un naufrago perdido en un océano de desesperación, mientras las lágrimas caían como gotas salinas en el horizonte lejano de mis sueños rotos.

Rendido decidí irme del aeropuerto, nuevamente había dejado que el amor de mi vida se vaya y no pude hacer nada para detenerla, ni siquiera pude despedirme o esforzarme para que no se vaya, simplemente vi como su avión se iba llevándose a mi otra mitad con él, esa mitad que hacía que mi corazón palpitara y me mantuviera con vida. 

Salí del aeropuerto y me subí en mi auto para irme a cualquier lugar en donde pueda despejar mi mente y pueda soltar todo lo que estoy sintiendo. 

Me arrepiento de todo, de todo lo que he hecho. Me gustaría viajar años atrás y decirle a mi yo del pasado que aclaré todo con Arielle y siga siendo feliz con Ainara, quisiera abrazar a esa joven de 21 años y decirle que ella no tuvo la culpa de nada, que ella era perfecta, que era demasiado perfecta y yo fui el estúpido que no vio eso. 

Mientras conducía, miré mi muñeca y vi el tatuaje con Ainara sonreía con tristeza y cambie de dirección para irme a nuestro hogar. 

Los recuerdos del pasado, como sombras del ayer, se abrieron paso en mi mente con la fuerza de un torbellino, trayendo consigo una mezcla tumultuosa de emociones. Cada instante compartido con Ainara se desplegaba ante mis ojos como escenas de una película que se proyectaba en las paredes de mi corazón.

Sentí una oleada de tristeza inundar mi ser al recordar los momentos que ya no volverían, los susurros al oído, las risas compartidas, los sueños tejidos con hilos de esperanza. Pero junto a la tristeza, también había un destello de felicidad, un resplandor cálido que se filtraba entre las grietas de la nostalgia.

Recordé las promesas que nos hicimos, las palabras susurradas al viento que resonaban en mi memoria como un eco lejano. Cada promesa era como una estrella en el cielo nocturno, brillando con una luz etérea que iluminaba mi camino en la oscuridad.

A pesar del dolor de la separación, cada recuerdo era un recordatorio de nuestro amor, un testimonio de la conexión profunda que compartíamos. Cada momento compartido era un tesoro preciado, un regalo que atesoraría por siempre en lo más profundo de mi corazón.

Y así, entre la tristeza y la felicidad, entre los recuerdos que me abrazaban con fuerza, encontré consuelo en el conocimiento de que nuestro amor perduraría más allá del tiempo y el espacio. Porque aunque el pasado se desvaneciera en la distancia, nuestras promesas seguirían brillando como estrellas en el firmamento de nuestra historia compartida.

I'M NOT THE ONLY ONE [Alex Turner X Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora