Ereyzai
Hace mucho tiempo, mis padres huyeron en una nave, en busca de un futuro mejor, en donde una mujer no tendría que morir. Hace más de tres mil años que en la tierra existe un virus que mata a las mujeres desde el útero. Mi padre, preocupado porque su esposa muriera, decidió viajar al lugar más recóndito y lejano que pueda existir. Al sitio del que todo el mundo hablaba en los libros de texto, libros casi inexistentes en esta era. Algunos pueden decir que el planeta de los Ilarium es lo más similar al paraíso, entonces mis progenitores encontraron la paz allí. La paz y la casi eternidad, mil años después, me tuvieron a mí, luego murieron y se unieron en el firmamento. No eran extraterrestres, pero el ADN hizo la magia y los Ilarium me criaron.
No viajé con una infinidad de estelares y crucé millares de años luz para que alguien venga a decirme qué hacer.
—Estoy cansada de escucharte, muévete, gracias.
El hombre de cabello negro y de cuerpo alto, parece que no tiene intención de darme el paso.
—Te lo dije, no te vas a ir —repite.
—Nunca había tratado con alguien así.
—Créeme, hay peores.
—¿Peores? —Parpadeo varias veces seguidas.
—Cruzarás esa puerta y te ocurrirán una de estas dos cosas: los depravados te violarán o la misma ley te asesinará.
Intento entender su dialecto hasta que comprendo la situación gracias a que el ADN y los recuerdos de mis padres me informan de aquella hostilidad.
—Oh. —Quedo en shock—. Eso es terrible.
—Sí, parece que entendiste, no salgas —dice serio.
—Hay algo que todavía no vislumbro, ¿tú qué quieres de mí?
—Ya te lo dije, el que lo encuentra se lo queda.
—Sí, ¿pero de qué te sirvo? Aclaraste que no eras un depravado.
—Eso no importa. —Se cruza de brazos—. Solo diré que no te das cuenta de lo valiosa que eres. —Hace una pausa—. Lo explicaré así, eres como un premio, un objeto único en su especie. Eres el ser más codiciado de todo un planeta, lo que todo hombre desea y, por lo tanto, el que te tenga será envidiado como un ser superior.
—O sea, quieres sentirte importante o un coleccionista, una de dos.
—Ya cállate. —Agarra mi mano—. Y ven que te daré algo de ropa.
Me hace caminar, entonces llegamos a un cuarto, me suelta y me tira una enorme remera en la cara.
—¡Ay, qué grosero! —me quejo.
—Ponte eso.
—Ya voy. —Paso mi cabeza por el cuello y las manos por las mangas, entonces cuando termino, sonrío—. Qué lindo, parece un vestido grande. —Me río—. ¡Uh! —Veo una cuerda en el piso, entonces la ato a mi cintura—. Ahora sí.
—Te ves muy contenta como para ser alguien que acaba de ser privada de su libertad —opina.
—Bueno, fui criada por los Ilarium, son seres muy pacíficos. Aprendí muchas cosas de ellos, pero no te creas, también tengo mi carácter de humana. —Vuelvo a reír.
—Lo noté. —Toma mi mano otra vez—. Vámonos.
—¿A dónde? —consulto, confundida.
—A aclararle a los de la zona lo que me pertenece. Si tardo mucho en hacerlo, pensarán que tienen derecho a robarme.
Frunzo el ceño.
—¿Cuándo hablas de lo que te pertenece te refieres a mí?
—De eso se trata.
—¡Ay! —chillo cuando me jala de la muñeca para caminar.
Al salir de la casa, veo todo el sitio destruido, lúgubre, pútrido y oscuro. No genera para nada buenas vibras, así que me mantengo cerca del hombre, por el miedo.
—No me has dicho tu nombre —aclaro mientras avanzamos.
—Puedes llamarme Alijeth o tu dueño, me da igual.
Ruedo los ojos.
—Bien, te diré a Aleth, porque lo otro me parece muy largo, tú puedes decirme Zai si quieres. —Hago una sonrisa.
—Cállate, no-macho.
—Ay, está relación va a ser muy complicada. —Bufo.
Seguimos nuestro camino hasta un lugar al que llaman "bar", aunque por lo que tengo entendido, así no son los bares. Está roto, no sé si nos encontramos fuera o dentro. Además, tiene una bolsa colgando en un sitio muy mal posicionada. Sin contar que no pareciera que vendan mucho por aquí.
Alijeth me empuja frente a los presentes. Levanta su arma blanca y la observo, fijamente, con los ojos bien abiertos.
—Escúchenme bien, volví para aclarar algunas cosas. Lo que vieron en el cielo, cayó en mi casa y es lo que no podemos mencionar. Me pertenece, así que lo estoy reclamando como mío, ni se les ocurra robarme o recibirán todo el peso de mi furia.
—¿Mujer? ¿Eso existe? —murmura un hombre.
—Cállate, nos vas a matar —lo reprende un rubio.
—O sea, una no-macho —expresa el que supongo que es el dueño del bar, por el delantal que tiene. Se ve tan grande y grasiento. Rodea la vitrina, aproximándose hasta mí—. Qué bonita, ¿no la vendes? —Se relame su enorme lengua—. Se dice que tienen un orificio perfectamente hecho para nosotros, podría probar esa mercancía.
Retrocedo cuando detecto peligro.
En un movimiento rápido se abalanza sobre mí, empujándome hacia esa vitrina, así que termino gritando, luego vuelvo a chillar cuando sangre brota de su enorme mano, la cual fue cortada por Alijeth.
—Tú jamás aprendes, ¿cierto? —declara el que dice ser mi dueño con un rostro bastante frío, sin ninguna emoción perceptible.
—Cómo te detesto. —Gruñe el grandote y decide volver detrás de su vitrina—. Ya entendí, le avisaré al resto. —Cruza una puerta.
—¿Alguien más quiere mezclar su sangre con la de Durdo o puedo estar tranquilo? —Mueve el cuchillo entre sus dedos.
El rubio levanta la mano y aclara:
—Soy homosexual.
ESTÁS LEYENDO
Ereyzai
Ciencia FicciónAlijeth se encuentra con un ser que jamás había visto, es una mujer y está por completo desnuda. --- Hay tres reglas importantes en el único lugar en donde habitan los hombres. 1. No hablar del terrible acontecimiento. 2. La palabra mujer no debe se...