Capítulo 46; "I Am Your King"

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ERA la primera vez en la que visitaría a Helaena desde que había estado de vuelta en la Fortaleza Roja. La joven Stark fue acompañada por algunas doncellas hasta el aposento de la Targaryen, también el caballero Ser Arryk la asistió. Y es que, la idea principal era presentarle al pequeño Rhaegar a Helaena, pero eso no había sido posible ya que el bebé se había quedado dormido por la tarde y una de las sirvientes se quedó a cuidarlo junto con otro guardia.

Aerith había decidido irla a visitar. Era tiempo de al menos irla a saludar y saber de ella.

La loba entró al lugar de la actual reina una vez un guardia anunció su llegada. Aerith mira el entorno un tanto tímida al notar cierta vibra oscura y llena de soledad. El aposento entero de Helaena estaba completamente frío, sin ninguna otra clase de sensación.

— ¿Prin... Reina Helaena? —pregunta Aerith en un tono apenas audible. Cortinas abajo, impidiendo que la luz de la tarde atravesara las ventanas y fuertes olores a incienso era lo único que lograba percibirse.

No obtuvo respuesta, lo que causó que la Stark ingresara a la recámara de la Targaryen.

Entre las sombras Aerith logró ver el cuerpo de Helaena reposando sobre su cama con la mirada completamente perdida y cabello desordenado, como si no hubiese dejado cepillárselo en días.

— Helaena... —murmuró Aerith preocupada, notando el estado tan demacrado de la Reina. Eran obvias las razones que la rojiza no se atrevió a preguntar él qué le ocurría.

Sin hacer mucho ruido la Stark se sienta en la orilla de la cama y lentamente sujeta una de las frías manos de Helaena.

— Lo siento. —pronuncia despacio y con verdadero sentimiento en su voz— Sé que estás pasando por un momento bastante complicado... —su dedo pulgar acaricia con cariño el dorso de su mano — pero no estás sola. —los ojos azules de la Stark la observan con detenimiento y como lentamente las orbes de la Reina aterrizan en ella.

Hay un silencio algo largo, hasta que Helaena decide salivar un poco.

— No debiste haber regresado, Aerith. —comenta, ignorando totalmente lo que la mencionada recién había dicho. — Has decidido condenarte tanto como yo lo estoy y ahora estoy pagando lo que tú debiste de haber pagado. —la Reina se inclina un poco para hablarle más de cerca a la de melena color castaño rojo — Todos sabemos ahora mismo de la existencia de tú hijo con Aemond, él no debería estar con vida. —le murmura con voz muerta, sin emoción alguna. — Mi hijo pagó por los pecados de su tío, mi dulce Jaehaerys... tan sólo era un niño. —dice para ella misma, nuevamente su mirada perdiéndose en algún punto muerto de la habitación.

Las palabras de Helaena logran que Aerith se tensará de un momento a otro y que varias emociones la abatieran.

— Finalmente vas a casarte con Aemond. Es de lo único que se habla hoy en día... lo has conseguido. —continúa hablando — Quizás piensas que contrayendo matrimonio con mi hermano solucionará la mayoría de sus problemas, pero la verdad es que no. —ella mantiene un tono de voz bastante relajado, casi como si estuviese recitando un cuento de niños— Cuídate hasta de la nodriza que habita en Harrenhal y del actual rey que gobierna Westeros. Ni Rhaenyra, Daemon, sus hijos, mi madre o mi abuelo podrían hacerte tanto daño indirectamente como ellos... sin mencionar al hombre con el que estabas casada.

Aquello hizo que Aerith soltar golpeadamente la mano de la Reina y que en un respingo se apartara de ella.

— ¿Helaena? —interroga la Stark con el entrecejo fruncido — ¿Qué quieres decir con todo eso?

Los ojos púrpura de la Reina miran detenidamente a la castaña.

— Deberías ser cuidadosa con lo que le dan de beber a Aemond. Una vez envenenado jamás volverá a tener los ojos en ti.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora