Capítulo 78; "I Choose Violence"

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EL ÚNICO ojo del príncipe se encontraba mirando hacia el Sur, en dirección hacia la Fortaleza Roja, acción que usualmente ya no solía hacer. Entre sus manos sujetaba la pequeña cabeza de lobo tallada en madera de un antiguo arciano pasado en generaciones por los Stark, llegando a manos de Aerith Stark. Se había ido de Harrenhal sin importar sus pertenencias y ese único recuerdo que tenía de su hogar, El Norte.

— Lo siento... —murmura y cierra su ojo suavemente, acercando la figurilla hasta sus labios, donde deposita un casto beso. Pareciera que alejándose de Harrenhal su cabeza lograba asentarse y ser consciente de todo lo que estaba ocurriendo. — Lo traeré de vuelta a casa, lo prometo —continúa hablando en voz baja, imaginándose que Aerith es quien estaba con él. Un ardor invade su nariz, sintiendo su visión nublarse y la culpa cayendo en él. Rhaegar no podía estar muerto como Criston Cole había dicho.

En ese momento tuvo el impulso de correr hasta Vhagar y montarse en ella para llegar hasta el Norte, Winterfell o Fuerte Terror, amenazaría en quemarlo todo con tal de tener de vuelta a su hijo. Sin embargo, sus pies no respondían. La primera lágrima en escurrir por su lagrimal sintió quemarle la piel.

— Mi príncipe. —escucha esa voz femenina a sus espaldas. — ¿Qué hace hasta acá?

Aemond borra su lágrima pesadamente, su rostro desencajandose con verdadera rabia. El tuerto se voltea duramente a encarar a Alys.

La Rivers lo estudia de pies a cabeza, ahí estaba ese Aemond con el brillo y semblante que desprendía aquel día en el que llegó a Harrenhal. Su visión azul aterriza en la figurilla de lobo que el dragón sujetaba entre sus dedos.

— Estaba pensando en el estado de mi esposa. —contesta borde — Han sido días oscuros y llenos de penumbra.

La bastarda ladea un poco su cabeza.

— No tiene que preocuparse de nada, mi príncipe. —la pelinegra ubica una mano sobre el hombro de Aemond — Ahora que seremos tres... pensé que la noticia alegraría sus—

— No. —la interrumpe de golpe— Vas a beber el té y no habrá nada más. —aclara el tuerto, causando que el rostro de la bruja se tensara. Sus cejas se contraen con aflicción. — No necesito un bastardo. —expresa con desagrado.

—... —ella niega frenéticamente con su cabeza— No haré nada de eso, es mi bebé. —lleva una mano hacia su vientre — Fruto de nuestro amor, Aemond.

El príncipe ríe sarcásticamente, desganado.

— ¿Amor? Lo que sea que signifique para ti embrujar a alguien, claro es amor. —eleva sus cejas sin mostrar sorpresa. — Si no bebes el té, habrá un barco esperándote para que te largues a Essos y desaparezcas de mi vida. —la ve con detenimiento.

Los dientes de la mujer rechinan con rabia, incluso había lágrimas de enojo muriendo por desbordarse por su ojo.

— Tú vas a morir aquí. —señala ella con sorna.

— Ya lo he perdido todo gracias a ti, no me importaría en lo más mínimo. —se encoge el príncipe de hombros — Lo único que soy ahora es un hombre miserable que mataría por tener el perdón de su esposa. Como no desaparezcas yo mismo me encargaré de desaparecerte, bruja. —suelta aquello con amargura, comenzando a caminar para pasar de ella, chocando su hombro contra el de Alys.

La bastarda restriega su lengua contra el interior de su mejilla. Reconociendo que, el príncipe volvería a ceder ante sus encantos una vez estuviera de vuelta en Harrenhal, pero aún así, le preocupó la conducta de Aemond apartado del castillo. Entonces, ese era el verdadero príncipe tuerto del que todo mundo hablaba. Por supuesto era una persona temible y aparentemente peligrosa.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora