Capítulo 51; "I Want Her"

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EL BANQUETE y el brindis se habían llevado acabo a lo largo de la noche. Como tal, había buen ambiente, como el de cualquier festejo nupcial. Aerith se mantuvo la mayoría del tiempo con una sonrisita, de vez en cua si desaparecía discretamente para ir a revisar a su adorado hijo que permaneció en brazos de su abuela. Hubo un momento en el que desapareció del ojo publico para alimentar a su bebé, mientras que, su ahora esposo, se quedó solo. Observando cómo varios Lores se acercaban hasta el, aprovechando la ausencia de su mujer.

— Felicidades, Mi príncipe. Su boda ha tomado a varias personas con impresión al realizar la Casa de origen de su esposa. Con que se trata de la hermana del Lord de Winterfell. —comenta el muchacho con un gesto simpático, no se enteró de dónde era, pero parecía ser acompañante de Borros Baratheon, quizás alguno de sus vasallos. —...Poco se ha hablado de la ceremonia de la prenda de cama. —las cejas del hombre se levanta con ansiedad.

De fondo se logra apreciar una carcajada que El Rey Aegon deja ir al escuchar esas palabras. El individuo lleva su mirada hacia el Rey, quien llevaba su copa de vino a su boca para darle un trago largo.

— Me imagino que no perderá tiempo para tener lo más pronto posible un heredero. —agrega al regresar sus ojos al tuerto — Usted ha elegido a una mujer con carácter y belleza salvaje.

El entrecejo de Aemond se frunce un poco.

— Por supuesto que no habrá nada de lo que inquiere, referente a lo de esa ceremonia. —se inclina un poco el príncipe hacia el frente — Nadie es digno de estar en ese lugar, más que yo. —sus ojo lo aniquila en ese instante.

Nuevamente una carcajada es expulsada por los labios de Aegon, esta vez Aemond gira a encararlo. El hombre aprovecha la distracción del príncipe para marcharse.

— Parece ser que esta vez has tomado de más, hermano. —musita Aemond en un pequeño grito, ya que el sonido de la música y las voces, perturbaban mucho la audición.

Aegon vuelve a tomar de su bebida, luciendo algo desinteresado.

— No... —su mirada se pierde en el color escarlata y brillante del vino — Soy incapaz de embriagarme con el vino... Ya, ya no tiene efecto alguno en mi.

Aemond deja ir una risita con poca gracia.

— Eso es algo que diría un alcohólico ordinario.

Aegon sonríe, mientras ríe. Asiente con su cabeza repetidamente, reposando su copa sobre la mesa. Claramente lo tenía a un lado suyo, mientras que Aerith había tenido a Helaena en el suyo, después la Reina decidió retirarse a descansar en su aposento.

— Deberías asustarte un poco, hermano... —el más adulto se acerca a Aemond lo suficiente como para murmurarle algo al oído — Esta es la primera vez que bebo de esta manera en días.

Honestamente Aemond, no comprendió muy bien a donde quería llegar su hermano.

— Date prisa y avisa a los invitados que vas a consumar tu matrimonio con tu adorada esposa en su nuevo aposento de casados. Tú sabes... Ellos no saben que tienen un hijo... varón. Incluso, creen que ese bebé que nuestra madre trae en brazos se trata de mi sangre. —deja ir una risa amarga —Claramente yo jamás podría tener un hijo legítimo con tan buenos genes, tan fuertes y prominente. —gruñe y rueda sus ojos — Incluso Cassandra Baratheon hubiese sido mejor madre que—

— Aegon. —lo interrumpe Aemond —No te atrevas a hablar de Reina de esa manera.

La boca del mencionado se entreabre.

— Lo dice quien acaba de casarse con la mujer que ama... —hace una mueca de disgusto — Yo he servido durante toda mi vida a esta familia con la cual no me identifico. Yo no pedí nada de esto, nunca fue mi deber casarme, ni ser padre, ni ser Rey. Mi vida es un teatro, miserable. Tú jamás llevarás el peso que yo tuve, tengo y tendré hasta el día de mi muerte. —lo ve fijamente — El día que te escabullas entre las piernas de una mujer y no sientas nada, realmente sabrás que tu vida se está desbordando por tus manos. Que realmente nada vale la pena y que lo has perdido todo. —hace una breve pausa para ver su entorno y el cómo a lo lejos Aerith volvía a aparecerse — ¿Adivina que? Esa ha sido mi realidad desde que tengo memoria y sentido común... Sin embargo, hermano. Nunca es tarde para darte cuenta qué siempre hay un sitio de donde comer sin importar que no sea tuya la mesa donde el platillo ha sido servido. Naturalmente no vas a dejarte morir de hambre. —aquello último lo susurra con una sonrisa bastante satisfecha.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora