3. Cuerpo y espíritu

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Tal y como habíamos acordado, a las 7 ya estaba en frente de casa de (Tn). Minutos después de llegar yo, la puerta de su casa se abrió y ella salió. Al contrario que yo, no tenía la cara embobada, se la veía muy despierta y nada más verme me saludó con una sonrisa. El sol empezaba a asomarse a la par que ella caminaba hacia mí, hoy tenía pinta de que iba a ser un día caluroso. La chica frente a mí vestía unas mallas negras junto a una sudadera, y su pelo, normalmente recogido en dos coletas, esta vez estaba recogido en una sola.

—Buenos días. —me saludó—. ¿Has dormido bien?

—Sí. —Gruñí. Las mañanas para mí eran algo duras.

—¿Y has desayunado?

—No.

—Mira que te eres idiota. —Metió la mano en el bolsillo de su sudadera y sacó una pequeña barrita de proteínas.

—¿Comes de eso? —Dije mientras veía como abría el plástico y se lo guardaba en el bolsillo de su sudadera.

—Para nada, pero como sabía que tampoco desayunas, compré unas ayer en el súper por si acaso. Come. —alargó el brazo y puso la barrita frente a mí para que la cogiera.

Me quedé unos segundos mirando, sin saber si cogerla o no, pero al ver como la sujetaba pacientemente sin tener intención de bajar el brazo, no tuve mas remedio que hacerlo.

—Gracias, no tenías por qué hacerlo. —refunfuñé.

—Créeme, sí que tenía. No quiero que mueras entrenando. —Rio.

—Ni que correr exija tantos esfuerzos. —dije. Más tarde descubrí que me equivocaba.

—¡Pues andando! —Sin previo aviso, ella comenzó a correr, y yo tuve que terminarme el resto de la barrita a toda pastilla para empezar a correr detrás de ella, aunque no hizo falta mucho tiempo para alcanzarla.

—¿A este ritmo vamos a correr? —pregunté alzando mis cejas. Íbamos muy lento, demasiado para mi gusto.

—Calla anda, que te vas a quedar sin aire. —dijo sin siquiera mirarme. Tenía el ceño fruncido y se la veía bastante concentrada, echando cogiendo aire por la nariz y expulsándolo por la boca.

No entendía que clase de entrenamiento era, pero al final, supe por que quería que desayunase. En cierto modo, me arrepentí de haberme burlado.

Aquella mañana corrimos 20km por casi todo el barrio, terminando una vez más, en esa orilla del río a la que tanto solíamos ir. Nada más llegar, (Tn) se desplomó en el suelo, casi inconsciente. Enseguida me arrodillé un poco para ver si estaba bien, pero pronto sus labios se curvaron para hacer una sonrisa y yo reí un poco. Me tumbé a su lado, tratando de volver a recobrar un ritmo de respiración normal. Mañana me dolería todo, estaba seguro.

—¿Qué, ahora entiendes por qué tenías que desayunar? —Me preguntó, exhausta, mientras reía.

—Calla y respira, que te ahogas. —Me limité a decir.

Ella rio de nuevo y yo vi la hora que era. No estaba mal, habíamos tardado un poco más de 3 horas. Yo no estaba del todo mal, pero me preocupaba el hecho de que (Tn) me fuese a seguir todos los días. Sabía que el número de kilómetros a hacer incrementaría, y aunque ella estuviera en muy buena forma, no sería capaz de aguantar su propio entrenamiento.

—¿Vas a correr 20km todos los días conmigo? —me giré un poco y apoyé el codo sobre el césped.

—Pues sí. Y luego subiremos la distancia, en cuanto note que mejoras —se la veía muy confiada.

—No tienes que hacerlo, (Tn). Conoces muy bien tus límites, no serías capaz de aguantar tu propio entrenamiento. —dije, esta vez serio.

Ella hizo una mueca.

Voluntad de acero (Zoro x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora