6. Pedaladas y problemas

387 32 59
                                    

Esta vez, no sé ni cómo, logré despertarme algo antes. Hice mis flexiones diarias y mis abdominales, me vestí y cogí un plátano del frutero mientras mi madre me miraba con los ojos como platos, y mi padre por poco escupía el café al verme. Rodé los ojos. Qué exagerados.

—¿Z-zoro? ¿Eres tú? —Me preguntó mi madre, como si hubiese visto un fantasma—. ¿Eres un espíritu en el cuerpo de mi hijo? .

—Mamá, deja de decir tonterías. —Dije apartando sus manos de mis mejillas. Me voy ya. —Abrí el plátano y comencé a comérmelo mientras me ponía los zapatos y salía de casa tranquilamente. Caminé un rato y vi a ella de espaldas salir de casa a paso tranquilo empujando su bicicleta azul con el uniforme y su pelo recogido en dos coletas bajas.

Corrí hacia ella y le di un susto. Cómo si nada hubiese pasado, me puse a su lado y comencé a caminar.

—¿¡Z-zoro?! —Sus ojos también estaban como platos. Rei.

—Si, no soy ningún fantasma. Hoy me he despertado antes. —le sonreí, orgulloso.

—¿Por alguna razón en especial o...? —Ella se paró en seco.

Me encogí de hombros. Puede que sí hubiese una razón en especial.

—No, puede que me haya acostumbrado por el entrenamiento de verano —Mentí

—Bueno, si decides venir conmigo, sube. —Señaló la parrilla de su bici con la cabeza, incitándome a montarme. Sonreí consciente de lo que me esperaba. Aunque ir en bici era una forma rápida de llegar al colegio, (Tn) tenía fama de ser una conductora poco prudente, las fracturas múltiples que se había hecho y mis moratones y rasponazos eran el claro ejemplo de ello. Sus frenazos bruscos y giros rápidos podrían darle un paro cardíaco a cualquiera, y yo, aunque no lo admitiese, no era la excepción. Sin embargo, confiaba en ella, y siempre me lo pasaba bien aunque tuviera el peligro de caer en cualquier momento.

Nosotros vivíamos en un barrio alejado del bullicio de la ciudad, un lugar un poco más rural donde la tranquilidad reinaba, lleno de vegetación y que se llenaba del canto de las cigarras en verano. Era un entorno agradable, pero llegar al colegio requería un viaje cuesta abajo que podía ser emocionante o aterrador, dependiendo de cómo se mirara. De repente, (Tn) comenzó a pedalear y yo me sujeté como pude con mi mochila en la mano.

—¡Agárrate fuerte! —Me miró por encima del hombro mientras me sonreía, y apretó el manillar de la bici. Los primeros metros fueron tranquilos, pero en cuanto llegamos a la cuesta, pegamos un gran acelerón y comenzamos a bajar a toda velocidad. El viento acariciaba mi rostro y la velocidad aumentaba rápidamente. (Tn) pedaleaba con fuerza y los árboles y casas a nuestro alrededor pasaban borrosos. Cada vez que (Tn) frenaba bruscamente, mi agarre se volvía más fuerte, temiendo que pudiera perder el equilibrio en cualquier momento.

—Es genial, ¿A que sí? —gritó ella para que la escuchara, emocionada.

Asentí, incapaz de contener una sonrisa. Aunque estaba algo amedrentado, la emoción de la velocidad y la sensación de libertad me embriagaban. Era como si flotáramos por encima del mundo.

Justo cuando pensaba que no podíamos ir más rápido, sin previo aviso pegó un frenazo que provocó un agudo chirrido, ya que había un paso de tren y al parecer ella iba despistada. Pudo frenar en el último momento, y por el frenazo me di de bruces contra su espalda. Ella río y yo me incorporé con las mejillas algo sonrosadas.

—¡Ten más cuidado! —Le pegué en la cabeza, enfadado. El corazón me latía con fuerza, no sabía si era por el miedo que había sentido porque por un segundo había pensando que íbamos a salir despedidos de la bici o porque realmente me había emocionado el momento.

Voluntad de acero (Zoro x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora